Una base de submarinos para las 'formas emergentes'
El life, como su nombre indica, es un lugar de vida, de creaci¨®n, en un sitio dedicado a la muerte, a la destrucci¨®n", resume Christophe Wavelet, antiguo bailar¨ªn y core¨®grafo, hoy al frente del Lugar Internacional de las Formas Emergentes (LIFE), en la costa atl¨¢ntica francesa. Lo de "forma emergente", es decir, que antes estaba "sumergida", merece una explicaci¨®n. "Es una manera de subrayar qu¨¦ tipo de actividades se desarrollar¨¢n en el LIFE. El proyecto es acoger a los creadores que dan rostro a la ¨¦poca". Nada m¨¢s y nada menos.
Wavelet desea ofrecer un lugar a todos aquellos que no quieren plegarse a la homogeneizaci¨®n que imponen los medios de comunicaci¨®n y las instancias dominantes. "Ser¨¢ un lugar de actividad, no de disciplina. No es un espacio para pintores, m¨²sicos, performers, videoartistas o actores sino para todos ellos y, mejor a¨²n, para todos aquellos que se sienten inc¨®modos bajo una etiqueta".
Esa reivindicaci¨®n de la vida y la flexibilidad tendr¨¢ lugar en la antigua base de submarinos de Saint-Nazaire creada por los alemanes durante la Ocupaci¨®n, en 1941, que caus¨® la destrucci¨®n del 85% de la ciudad en 1943-1944, y que sobrevivi¨® a bombardeos e incendios provocados por los aliados en su deseo de acabar con los submarinos que atacaban su flota. La antigua base de submarinos es una sucesi¨®n de alv¨¦olos de 85 metros de profundidad, 20 de anchura y 11 de altura. Para construirlos y hacerlos indestructibles los alemanes utilizaron 480.000 metros c¨²bicos de cemento, con un techo que llega a tener ocho metros de espesor y que resisti¨® todas las bombas. Hoy, uno de esos alv¨¦olos es el LIFE, adaptado por el arquitecto berlin¨¦s Finn Geipel.
Saint-Nazaire es una ciudad que naci¨® con la industrializaci¨®n moderna. Los barcos de madera fueron sustituidos por los met¨¢licos. Su enorme calado no les permit¨ªa remontar el Loira hasta el puerto de Nantes y, de pronto, se decidi¨® que esa poblaci¨®n de unas pocas centenas de pescadores ser¨ªa un buen lugar para instalar ah¨ª el mayor puerto franc¨¦s del Atl¨¢ntico. En 1858 Napole¨®n III creaba l¨ªneas transatl¨¢nticas regulares entre Francia y toda Am¨¦rica Latina, con salida exclusiva desde Saint-Nazaire. El pueblecito se convierte entonces en un gran puerto comercial y de pasajeros, en una terminal ferroviaria importante, en una localidad con buenos hoteles y restaurantes y, sobre todo, en los mejores astilleros de Europa, especializados en la construcci¨®n de paquebotes de lujo. De ochocientos habitantes hab¨ªa pasado a varias decenas de miles en menos de cuarenta a?os.
Los alemanes, en 1941, no necesitaban para nada una terminal de transatl¨¢nticos pero vieron en las instalaciones portuarias ya existentes el lugar id¨®neo en el que edificar su principal base de submarinos junto con la que ten¨ªan en Noruega. La vieja terminal fue derribada y su lugar lo ocupa, a¨²n hoy, un monstruo de cemento que tiene una fachada de 301 metros de longitud, 130 de anchura y 18 de altura. El arquitecto y urbanista barcelon¨¦s Manuel de Sol¨¤-Morales convenci¨® en su momento al Ayuntamiento de Saint-Nazaire de la conveniencia de mantener el lugar tal y como estaba, sin repintarlo ni pretender camuflar su estructura militar. Se limit¨® a perforar algunas de las paredes laterales para que circulase la luz y el lugar dejase de ser una barrera entre la ciudad y el puerto. De Sol¨¤-Morales ide¨® tambi¨¦n un acceso al techo del gigantesco b¨²nker, transform¨¢ndolo en terraza desde la que se divisa la desembocadura del r¨ªo y los varios kil¨®metros del puente que lo cruza, el Loira, casi en su desembocadura. Era un primer gesto para reconciliar Saint-Nazaire con el monstruo que casi hab¨ªa causado la muerte de la ciudad.
Dentro de la base submarina -en su tiempo, adem¨¢s de acoger submarinos, los reparaba, ofrec¨ªa 82 habitaciones individuales para oficiales, cuatro cocinas, dos panader¨ªas, dos centrales el¨¦ctricas, talleres de fabricaci¨®n de torpedos, un quir¨®fano, reservas de agua potable, un gran restaurante, etc¨¦tera- se ha creado una atracci¨®n como Escal'Atlantic, que reproduce las emociones y los lugares que propon¨ªa un gran trasatl¨¢ntico, una sala para escuchar m¨²sica de peque?as dimensiones -el VIP- y el LIFE. "Lo primero que vamos a traer son creadores de la escena contempor¨¢nea japonesa", dice Wavelet. "Luego, en primavera, de abril a mayo, organizaremos un festival de creaciones en vivo y perecederas, es decir, que no han sido nunca grabadas, que s¨®lo existen en el aqu¨ª y ahora. Y durante el verano traeremos a los artistas y las obras que han acompa?ado la trayectoria del grupo Sonic Youth, que tocar¨¢ en varias ocasiones. Es una operaci¨®n que s¨®lo me la puedo permitir porque la hago conjuntamente con otros seis museos de todo el mundo. Y si tengo la primicia es porque la idea ha salido de aqu¨ª, de Saint-Nazaire".
Ocuparse de las formas emergentes es arriesgado para una alcald¨ªa. El ¨¦xito de p¨²blico no est¨¢ garantizado, m¨¢xime en una ciudad cuya aglomeraci¨®n supera por poco los cien mil habitantes. "Pero Nantes est¨¢ a 60 kil¨®metros y estamos bien comunicados. Cada d¨ªa hay ocho mil personas que van y vienen entre las dos localidades. Y el alcalde es un hombre sensato y abierto a la experimentaci¨®n. ?l parte de una constataci¨®n: en Saint-Nazaire, si se hubiese hecho lo que era l¨®gico, la ciudad nunca hubiera sido reconstruida".
El LIFE tiene un presupuesto modesto. "Un mill¨®n de euros anual para todo. Y ese todo incluye la seguridad exterior, todos los salarios, hoteles o viajes de invitados y, sobre todo, el poder utilizar los 1.800 metros cuadrados del LIFE de manera cada vez diferente, modulable, colgando pantallas, poniendo y quitando grader¨ªas, cambiando las luces de lugar, abriendo la pared que da al mar. Esa libertad para cambiar es cara, se nos lleva la mitad del presupuesto".
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