Fantasmas de Bosnia
Durante una visita a L¨ªbano durante la guerra civil que relat¨® en un reportaje que Vanity Fair se neg¨® a publicar, P. J. O'Rourke escribi¨® con su habitual lucidez al contemplar las ruinas de la Embajada estadounidense en Beirut: "Se encontraban en el mismo estado que la pol¨ªtica de EE UU hacia Oriente Pr¨®ximo". Algo parecido puede decirse de la pol¨ªtica occidental hacia los Balcanes: estar¨¢ llena de agujeros mientras los criminales de guerra serbios Radovan Karadzic y Ratko Mladic, responsables de la matanza de Srebrenica entre otras atrocidades que costaron la vida a decenas de miles de civiles durante la guerra de Bosnia (1992-1995), no est¨¦n recluidos en la c¨¢rcel del Tribunal de La Haya. Como explica el escritor bosnio Emir Suljagic, superviviente de aquel horror y autor del impresionante relato Postales desde el infierno (Galaxia Gutenberg), los genocidas siguen en libertad "un poco por todo, incapacidad de Occidente, pragmatismo pol¨ªtico, falta de inter¨¦s...".
La sombra del cazador se sumerge en esta larga fuga utilizando uno de los elementos que mejor han funcionado en el cine a la hora de hablar de las guerras de los Balcanes: la prensa. Desde Territorio Comanche hasta Welcome to Sarajevo y Las flores de Harrison, la tribu ha sido utilizada muy a menudo para retratar los conflictos de Bosnia, Croacia y Kosovo, quiz¨¢s porque toda una generaci¨®n de periodistas de guerra se forj¨® entre las atrocidades de la limpieza ¨¦tnica. En los pa¨ªses que sufrieron estos conflictos, a trav¨¦s de pel¨ªculas magistrales como Antes de la lluvia, En tierra de nadie, Beautiful people o Grbavica, el cine ha tratado siempre de responder a esa ¨²ltima cuesti¨®n: ?c¨®mo fue posible tal grado de horror, de violencia en los pa¨ªses que formaron Yugoslavia durante gran parte del siglo XX?
Las atrocidades que se describen en La sombra del cazador no son m¨¢s que un p¨¢lido reflejo dulcificado de lo que se ha escuchado en el Tribunal de La Haya. Muchos de los lugares en los que transcurre el filme est¨¢n marcados por invisibles cicatrices, por una ausencia que puede palparse, como ocurre cuando se visita Cracovia y otras ciudades polacas que tuvieron una gran poblaci¨®n jud¨ªa antes de la II Guerra Mundial. La limpieza ¨¦tnica de los radicales serbios contra los musulmanes empez¨® en el este de Bosnia y all¨ª es donde se desarrolla una parte importante del filme: Foca, una ciudad de 20.000 habitantes que parece cubierta por una p¨¢tina de tristeza sucia, tuvo un 55% de poblaci¨®n musulmana, totalmente expulsada o asesinada en los primeros meses del conflicto, o Visegrado, la ciudad en la que transcurre El puente sobre el Drina, la obra maestra del Nobel Ivo Andric. El aut¨¦ntico puente, una joya de la arquitectura otomana del XVII, fue declarado este a?o Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. All¨ª los musulmanes son tambi¨¦n una presencia ausente mientras que Karadzic, un claro trasunto del Zorro de la pel¨ªcula, es venerado. Son, los muertos y los vivos, los verdugos y las v¨ªctimas, los fantasmas de Bosnia de los que habla Richard Gere en el filme.
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