Un buen pu?ado de misterios irresistibles
El g¨¦nero policiaco es el m¨¢s port¨¢til de todos: arraiga en los suelos geogr¨¢fica o hist¨®ricamente m¨¢s diversos. Lo dif¨ªcil es que el decorado no prevalezca sobre la intriga
Los cr¨ªmenes de la calle Morgue
Edgard Allan Poe
Suele decirse que la vida de Edgar Allan Poe fue desventurada, por la pobreza, el alcohol y su neurosis. Pero eso es mirar las cosas desde fuera: nunca sabremos la dicha envidiable que le procur¨® escribir El escarabajo de oro o El extra?o caso de Mr. Valdemar. Lo indudable es que invent¨® el g¨¦nero detectivesco: el perspicaz diletante Auguste Dupin y su fiel cronista prefiguran ya a Holmes y Watson, Poirot y Hastings, Philo Vance y Van Dine? En esta novela corta aparecen el criminal imposible, el desconcierto de los testigos y un ambiente fantasmag¨®rico, inolvidable. La Rue Morgue no est¨¢ en Par¨ªs, pero el Par¨ªs finisecular est¨¢ en esa sombr¨ªa callejuela literaria. Un corresponsal franc¨¦s pregunt¨® a Lovecraft cu¨¢ndo hab¨ªa viajado al Par¨ªs que ambientaba uno de sus cuentos y HPL repuso: "With Poe, in a dream".
La piedra lunar
Wilkie Collins
Borges asegur¨® que ¨¦sta es "la novela policial m¨¢s larga que se ha escrito y probablemente la mejor". Sin duda no es ya la m¨¢s larga, dada la desventurada man¨ªa actual de estirar las tramas para ofrecer frescos sociales de toda Suecia o de la Rusia zarista, pero sigue siendo de las mejores. Wilkie Collins, amigo y competidor de Dickens (cuya ¨²ltima novela, inacabada, tambi¨¦n es un enigma: El misterio de Edwin Drood), utiliza magistralmente los recursos del follet¨ªn para narrar el robo de un diamante fabuloso y maldito. No faltan indios misteriosos, amores angustiados, fumaderos de opio, cr¨ªmenes, suicidios... ni el primer mayordomo del g¨¦nero, el simp¨¢tico Betteredge. El gran detective, el sargento Cuff, fracasa en su primer intento de resolver el embrollo y se ausenta del relato para reaparecer al final con la explicaci¨®n genial...
El sabueso de Baskerville
Arthur Conan Doyle
Quiz¨¢ en toda la literatura moderna no haya pareja m¨¢s eternamente reconocible que Sherlock Holmes y Watson. Un siglo despu¨¦s de su primera aparici¨®n, siguen protagonizando aventuras que imitan a las originales o les hacen viajar por el mundo y por el tiempo, hasta por el espacio intergal¨¢ctico... A diferencia de nosotros, sus lectores, ellos s¨®lo conocen la muerte seguida de inmediata resurrecci¨®n. De hecho, esta novela fue escrita por Conan Doyle tras su primer intento frustrado de liquidar al h¨¦roe. Una vez le¨ªda, ya nunca olvidamos el p¨¢ramo de Dartmoor, con sus traidoras arenas movedizas, ni el aullido nocturno del perro espectral. La emoci¨®n, la intriga, el peligro y la deducci¨®n se combinan en el relato de tal modo que podemos concederle sin exagerar la inusual categor¨ªa de perfecto.
El misterio del cuarto amarillo
Gaston Leroux
Un poco al modo de Ram¨®n del Valle-Incl¨¢n, Gaston Leroux reflej¨® el mundo en los espejos deformantes de su personal callej¨®n del Gato... Sus novelas presentan situaciones desaforadas, truculentas o macabras, por lo general barnizadas con un especial¨ªsimo humor. Y a veces con rara fuerza po¨¦tica, como su admirable El fantasma de la ¨®pera, una obra maestra de la que la mayor¨ªa s¨®lo conoce versiones cinematogr¨¢ficas o musicales. Cre¨® el personaje de Rouletabille, un periodista que viaja por pa¨ªses y enigmas como una especie de Tint¨ªn adulto. Precisamente su primera aventura es este libro, que tambi¨¦n inaugura un subg¨¦nero ilustre: el crimen aparentemente imposible en una habitaci¨®n cerrada. La continuaci¨®n de este misterio fue El perfume de la dama enlutada, inferior en todo a la primera parte salvo en el t¨ªtulo.
Arsenio Lupin contra Herlock Sholmes
Maurice Leblanc
El ¨¦xito popular de Holmes exig¨ªa inevitablemente la aparici¨®n de h¨¦roes delincuentes de rango semejante. El propio Conan Doyle invent¨® al profesor Moriarty, genio del mal cuya diab¨®lica destreza a punto est¨¢ de liquidar al hombre de Baker Street. Otros autores patentan protagonistas "buenos", aunque persigan la justicia desde fuera de la ley. Por ejemplo Raffles, un ladr¨®n no carente de c¨®digo del honor creado por el mism¨ªsimo cu?ado de Conan Doyle. En los a?os cincuenta del siglo pasado aparece el Bar¨®n, otro ladr¨®n de joyas -fruto de la imaginaci¨®n de Anthony Morton- que siempre se enfrenta con criminales peores que ¨¦l. Entre todos destaca el caballero Auguste Dupin, seductor y defensor de los d¨¦biles, elegante, cosmopolita... muy franc¨¦s. Y que logra cantarle las cuarenta al b¨¢rbaro anglosaj¨®n.
El candor del Padre Brown
G. K. Chesterton
Las novelas de misterio suelen tener dos modelos de protagonista: el detective amateur (sofisticado, extravagante, genialoide) y el inspector de polic¨ªa (tenaz, met¨®dico, de apariencia gris, incorruptible). En ninguno de los dos encaja el Padre Brown, un curita humilde, bonach¨®n y con algo de retranca. Todo crimen es, claro, un delito pero tambi¨¦n un desaf¨ªo moral: un pecado. El Padre Brown se plantea ante todo tal desaf¨ªo y resuelve los casos gracias a su experiencia humana de confesionario, aliada a una enorme perspicacia. Todos los enigmas que afronta son parad¨®jicos y rebosan imaginaci¨®n humor¨ªstica, porque tales son las caracter¨ªsticas de su incomparable autor, el entra?able brit¨¢nico G. K. (iniciales de Gilber Keith) Chesterton al que veneran los creyentes y adoramos los paganos...
El asesinato de Rogelio Ackroyd
Agatha Christie
Esta p¨¢gina de novelas de misterio excelentes podr¨ªa haberse completado sin desdoro s¨®lo con las de la t¨ªa Agatha, porque al menos un tercio de las que escribi¨® merecen figurar aqu¨ª.
Christie domin¨® como nadie el arte de introducir el mal en lo cotidiano y borrar las pistas: uno de sus trucos favoritos fue que el criminal resultara a fin de cuentas el primer sospechoso, al que el lector resabiado descarta de entrada.
A diferencia de otras autoras del g¨¦nero, Agatha Christie no se enamor¨® de su pluscuamperfecto Hercules Poirot y siempre le dedic¨® una mirada ir¨®nica y a veces algo cruel.
En El asesinato de Rogelio Ackroyd, la brit¨¢nica se super¨® a s¨ª misma y de paso desconcert¨® a los te¨®ricos de la voz narrativa.
Los nueve sastres
Dorothy L. Sayer
El g¨¦nero de misterio es el favorito de las damas: adem¨¢s de Agatha Christie, lo han cultivado muy bien Ngaio Marsh, Margery Allingham, P. D. James, Ruth Rendell, Ellis Peters o Patricia Highsmith, entre muchas. Pero quiz¨¢ ninguna mejor que Dorothy L. Sayers, cuyas tramas no s¨®lo son ingeniosas sino inusualmente veros¨ªmiles.
Dorothy L. Sayers fue una escritora fina y cultivada (tradujo a Dante), capaz de crear ambientes y personajes realmente cre¨ªbles, de lo que es buen ejemplo Los nueve sastres, esta intriga memorable de campanario. Pero ella, ay, s¨ª que se enamor¨® de su protagonista, el arist¨®crata lord Peter Wimsey, que suele resultarle al lector menos irresistible que inaguantable por exceso de sangre azul.
El tribunal de fuego
John Dickson Carr
John Dickson Carr, el m¨¢s ingl¨¦s de los autores de misterio, naci¨®, l¨®gicamente, en Pensilvania (para compensar, el m¨¢s americano de los escritores de novela negra, James Hadley Chase, naci¨® y vivi¨® siempre en Londres). Sus novelas, casi todas te?idas de humor, se centran sobre casos aparentemente imposibles: cuartos cerrados o inaccesibles, armas inencontrables...
Una de ellas presenta un crimen con m¨²ltiples testigos y hasta filmado por una c¨¢mara, pero no menos insoluble. Altern¨® dos protagonistas: el doctor Gideon Fell, ¨¢lter ego de Chesterton, y sir Henry Merrivale, sosias de Churchill. A veces juega con apariencias sobrenaturales, como en este relato, El tribunal de fuego, que tiene dos soluciones, una racional y otra m¨¢gica.
El monasterio encantado
Robert van Gulik
A partir del ¨¦xito de El nombre de la rosa ha proliferado de modo inaguantable la novela de misterio cum novela hist¨®rica: hoy padecemos detectives romanos, griegos, egipcios, medievales, barrocos, rom¨¢nticos, etc¨¦tera... Nada tienen que ver con esa moda los relatos del juez Ti (siglo VII despu¨¦s de Cristo en China), obra del antrop¨®logo holand¨¦s Van Gulik (c¨¦lebre por Historia de la sexualidad en la Antigua China, cuyos pasajes escabrosos estaban transcritos en lat¨ªn). No s¨®lo est¨¢n bien ambientados en el pasado oriental que su autor conoc¨ªa como nadie, sino que son tramas intrigantes y divertid¨ªsimas a la altura de lo mejor del g¨¦nero. Ni una de las novelas de Van Gulik es mediocre o decepcionante pero elijo El monasterio encantado porque en ella sale adem¨¢s un oso feroz, recompensa colateral muy de mi gusto.
El caso Saint-Fiacre
Georges Simenon
La Academia Sueca perdi¨® el pasado siglo una oportunidad dorada de ser justa y hacerse popular juntamente al no conceder el Nobel al belga George Simenon. Quiz¨¢ escribi¨® novelas malas pero yo, que he le¨ªdo tantas suyas, nunca tropec¨¦ con ellas. Su comisario Maigret es un arquetipo: los inspectores del g¨¦nero nacen a su imagen y semejanza, como los detectives a la de Sherlock Holmes. Pesado, serio, pesimista, trag¨®n y gru?¨®n, Maigret no es un personaje sino una persona. Sus casos son naturalistas y a menudo s¨®rdidos, pero literariamente irresistibles: nadie menos luminoso que ¨¦l y sin embargo da a luz una forma ambigua de justicia. Los criminales quieren enga?ar a la sociedad, la tarea de Maigret es desenga?arnos aunque nunca nos deje tranquilos.
El hombre demolido
Alfred Bester
El g¨¦nero policiaco o de misterio se ha revelado como el m¨¢s port¨¢til de todos: arraiga en los suelos geogr¨¢fica o hist¨®ricamente m¨¢s diversos. Lo dif¨ªcil es que el decorado no termine prevaleciendo sobre la intriga.
Tambi¨¦n ha encontrado albergue ocasional en la ciencia ficci¨®n y no sin aciertos indudables, como Una investigaci¨®n filos¨®fica, del escoc¨¦s Philip Kerr. Pero el cl¨¢sico indudable del subg¨¦nero sigue siendo esta novela de Alfred Bester, El hombre demolido, escrita en los a?os cincuenta del siglo pasado (lo que nos permite medir al leerla lo ayer imaginable e inimaginable de nuestro presente).
Adem¨¢s de la originalidad de su intriga y de su estilo, El hombre demolido contiene un imprevisto alegato final contra la pena de muerte.
El percher¨®n mortal
John Franklin Bardin
Descubr¨ª El percher¨®n mortal, esta novela magistral, como tantas otras cosas buenas, gracias a Guillermo Cabrera Infante. Si el adjetivo "alucinante" puede aplicarse con raz¨®n a alg¨²n relato es a ¨¦ste. Aqu¨ª se codean las apariencias sobrenaturales con la amenaza de la locura, cuya naturaleza apenas conocemos. S¨®lo puedo decir que no se parece a ninguna otra obra del g¨¦nero y que Edgard Allan Poe o Robert Louis Stevenson la hubieran firmado gustosos.
El estadounidense John Franklin Bardin escribi¨® otras novelas m¨¢s o menos policiales, siempre interesantes y todas impregnadas por el temor a la demencia que le obsesionaba pero ninguna a la altura de la pesadilla del temible percher¨®n.
El nombre de la rosa
Umberto Eco
En principio, la idea de un reputado semi¨®tico metido a novelista de misterio es m¨¢s bien alarmante: pero Umberto Eco sali¨® con bien de este ins¨®lito reto, lo que ya no puede asegurarse -a mi juicio- del resto de sus incursiones en el campo de la ficci¨®n.
La combinaci¨®n de erudici¨®n, teolog¨ªa y humor del escritor italiano funciona aqu¨ª perfectamente al servicio de una intriga que no falla ante las exigencias del g¨¦nero.
Lo ¨²nico que cabe deplorar es que el enorme ¨¦xito de su popular novela El nombre de la rosa incitase a cientos de imitaciones seudohist¨®ricas que pocas veces -las obras de fray Cadfael de Ellis Peters son una de las excepciones- merecen ni de pasada comparaci¨®n con ella.
Huye r¨¢pido, vete lejos
Fred Vargas
Probablemente Fred Vargas (Fr¨¦d¨¦rique Audouin-Rouzeau)
es considerada una escritora menor por los mismos que toman monumentos de aerofagia tipo Las ben¨¦volas de Jonathan Littell por gran literatura. Yo, en cambio, la tengo por una de las mejores novelistas francesas del momento, en cualquier g¨¦nero y categor¨ªa.
Sus misterios est¨¢n llenos de inventiva, de observaci¨®n, de iron¨ªa, de personajes memorables y de fantas¨ªa truculenta a lo Gaston Leroux. Y su inspector Adamsberg es un tipo con el que nadie sensato desde?ar¨ªa tomar un trago cualquier tarde. Huye r¨¢pido, vete lejos, adem¨¢s, presenta un retrato urbano que logra hacer con Par¨ªs lo que Woody Allen suele conseguir de Manhattan, lo cual no es poco.
Corpus delicti
Andreu Mart¨ªn
Aunque gran parte de las novelas que hoy se escriben en Espa?a no logran prescindir de los templarios o la Guerra Civil en sus argumentos, algunos audaces intentan y consiguen aceptables novelas de misterio: Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, Alicia Gim¨¦nez Bartlett, Juan Madrid o Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu.
Mi preferido es Andreu Mart¨ªn, autor prol¨ªfico que no ha desde?ado tambi¨¦n cultivar -solo o en compa?¨ªa de otros, como dicen los atestados judiciales- el relato para j¨®venes. Corpus delicti es mi preferido de los suyos: el retrato espl¨¦ndido y muy documentadamente veraz de un asesino en serie ingl¨¦s visto "desde dentro", con matices crueles que no desde?ar¨ªa la Highsmith y un cierto regusto de los villanos empecinados pero llenos de angustia de Shakespeare.
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