Econom¨ªa en femenino
Pero ?hubo alguna vez pensamiento economista entre mujeres? El gran fil¨®sofo y economista brit¨¢nico John Stuart Mill, cuyas palabras encabezan este compendio, dec¨ªa en el siglo XIX: "No pasar¨¢ mucho tiempo sin que se reconozca que las ideas y las instituciones que han convertido el mero accidente del sexo en la base de la desigualdad de derechos legales, y en una forzosa disparidad de funciones sociales, son el mayor obst¨¢culo al mejoramiento moral, social e incluso intelectual".
Stuart Mill se cas¨® en 1851 con Harriet Taylor, despu¨¦s de mantener con ella una prolongada amistad de 21 a?os. Sin esa relaci¨®n el fil¨®sofo brit¨¢nico, probablemente, no se habr¨ªa pronunciado con tanta claridad en defensa de los derechos de la mujer. Para Harriet era su segundo matrimonio, y tanto Stuart Mill como ella hab¨ªan tenido en com¨²n una f¨¦rrea y restringida educaci¨®n tutelada directamente por sus respectivos padres. Coincidieron en una ¨¦poca en la que el Reino Unido protagonizaba la vanguardia mundial y el pleno desarrollo industrial. Frecuentaban ambientes intelectuales en los que las mujeres comenzaban a tener conciencia de su capacidad para elegir lo que m¨¢s les conven¨ªa. Y de ah¨ª a tomar las riendas de sus propios destinos y, por qu¨¦ no, a exigir la igualdad de derechos con los hombres. Harriet fue una de las primeras mujeres en la historia en reclamar el derecho a votar y a incorporarse al mundo laboral, entre otras razones para erradicar la mano de obra infantil. Muchos de sus argumentos aparecen recogidos en la autobiograf¨ªa escrita por Stuart Mill y ruborizar¨ªan a m¨¢s de uno al constatar que siglo y medio despu¨¦s siguen siendo v¨¢lidos para combatir a quienes acusan a las mujeres e inmigrantes de romper el mercado laboral.
Mujeres economistas
Luis Perdices y Elena Gallego, coordinadores
Editorial del Economista
ISBN 978-84-96877-02-3
Luis Perdices de Blas y Elena Gallego Abaroa, en colaboraci¨®n con otros autores/as, acometen la tarea de rescatar la figura de Harriet Taylor Mill, y sobre todo de otras mujeres a¨²n m¨¢s relevantes en la historia del pensamiento pol¨ªtico y econ¨®mico.
El hilo conductor de esta recopilaci¨®n de pensadoras pioneras es, precisamente, su lucha por acceder a la educaci¨®n. En Espa?a hubo que esperar a 1943 para que la Facultad de Ciencias Pol¨ªticas y Econ¨®micas de la Universidad Central incluyera por primera vez a una mujer en su orla.
Hasta mediados del siglo pasado, la mayor¨ªa de los escritos y publicaciones de las 17 figuras que recopila esta edici¨®n intentaban demostrar las ventajas que reporta a la sociedad la incorporaci¨®n al mundo laboral, social y pol¨ªtico de la mujer. Ese matiz las excluye de las listas de pensadores econ¨®micos. Ni siquiera se mencionan sus nombres, salvo a Rosa Luxemburgo y Joan Robinson.
Porque en el momento en comenz¨® a conquistar derechos b¨¢sicos que se les negaban, las mujeres se fueron introduciendo en el debate filos¨®fico, pol¨ªtico y econ¨®mico de igual a igual con sus compa?eros varones.
El n¨²mero de licenciadas en Ciencias Pol¨ªticas y Econ¨®micas en Espa?a supera al de los licenciados. Empieza a ser frecuente la presencia de mujeres en los equipos de analistas que observan la realidad econ¨®mica, en los consejos de administraci¨®n de empresas, en puestos directivos. El actual Gobierno pidi¨® a la CNMV la elaboraci¨®n de un c¨®digo de buen gobierno para promover la presencia de mujeres en los consejos de las empresas cotizadas, en l¨ªnea con la discriminaci¨®n en positivo que impuls¨® el presidente Rodr¨ªguez Zapatero al hacer paritario su Consejo de Ministros. Algunas empresarias opinan que no es ¨¦ste el camino de conseguir la igualdad, que el acceso a puestos directivos debe basarse exclusivamente en los m¨¦ritos contra¨ªdos por los aspirantes, sean hombres o mujeres.
Mujeres economistas, en cualquier caso, ofrece un peque?o recorrido sobre la trayectoria de unas pioneras que tuvieron el valor de dar un paso adelante por defender los derechos de la mujer incluso para pensar.
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