La sombra de la duda
En una interesante entrevista publicada hace unos d¨ªas en este diario, el historiador israel¨ª Elie Barnavi afirmaba que "Occidente es la ¨²nica civilizaci¨®n que duda y se cuestiona a s¨ª misma", afirmaci¨®n que me gustar¨ªa compartir, sin duda, pero que me hace dudar, decantarme por una versi¨®n m¨¢s amplia de la frase: Occidente duda y se cuestiona en algunos momentos y en algunos lugares m¨¢s que en otros. En Euskadi, por ejemplo, llevamos mucho tiempo sin que la duda o el cuestionamiento sean productos con label o de gran consumo. Y me refiero esencialmente a nuestros dirigentes, que son quienes m¨¢s espacio de expresi¨®n, es decir, de afirmaci¨®n p¨²blica ocupan.
Sin ir m¨¢s lejos, el discurso de final de a?o del lehendakari es un ejemplo de asertividad. Sin asomo de duda o titubeo, nos dice no s¨®lo lo que tiene previsto en este a?o que empieza -la ya conocida consulta- sino lo que hay: en Euskadi vivimos en general bien; somos una sociedad moderna y din¨¢mica; gozamos de tasas de pleno empleo, de una renta elevada y de un ¨ªndice de desarrollo humano que se sit¨²a a la cabeza de Europa. Todo afirmado, insisto, en un tono mayormente complacido o soleado, sin verdaderas nubes de duda o cuestionamiento. Y, sin embargo, lo menos que se puede decir de la situaci¨®n real de Euskadi es que merece una aproximaci¨®n mucho menos autocomplaciente y triunfalista, mucho m¨¢s humilde y argumentada; infinitamente m¨¢s matizada y responsable.
Semejante carpeta de asuntos pendientes excluye cualquier triunfalismo
Ni siquiera hace falta una investigaci¨®n en profundidad. Las carencias y problemas sociales que nos afectan son tan evidentes, se expresan tan en la superficie, que se aprecian a simple vista o a simple o¨ªdo. Tenemos un sistema sanitario cada vez m¨¢s enfermo, desaguado en la imprevisi¨®n y la conflictividad laboral. Un sistema educativo que no proporciona precisamente argumentos para el aplauso ni en resultados acad¨¦micos ni en estabilidad o contento del profesorado; ni en roce de los alumnos con el acoso escolar (el 14% lo sufre de alg¨²n modo) o la violencia en general. Adem¨¢s de unos ¨ªndices escalofriantes de siniestrabilidad laboral y de aumento de la violencia de g¨¦nero, de elevados niveles de contaminaci¨®n atmosf¨¦rica y ac¨²stica (esta misma semana hemos sabido que la situaci¨®n de nuestros r¨ªos no s¨®lo no mejora, sino que empeora, que el estado ecol¨®gico de la mitad de ellos es deficiente o malo de acuerdo con los par¨¢metros de la Uni¨®n Europea).
A lo que hay que a?adirle naturalmente el hecho de que en Euskadi siguen siendo las familias las que asumen, casi en exclusividad, las tareas de cuidado de las personas dependientes, o las de mantener a los hijos en casa hasta edades ins¨®litas, por no decir extravagantes, en cualquier pa¨ªs de nuestro entorno. Y que nuestro sistema de transportes, basado en la carretera, es temerario desde el punto de vista social y medioambiental (situaci¨®n que el TAV s¨®lo va a descongestionar m¨ªnima, imperceptiblemente). Y que nuestra vivienda est¨¢ por las nubes. Y nuestros derechos humanos por los suelos, con miles de personas amenazadas, coaccionadas, impedidas de acci¨®n y de expresi¨®n por el terrorismo y la intolerancia.
Semejante carpeta de asuntos pendientes excluye desde luego cualquier triunfalismo de gesti¨®n, y exige por el contrario incluir en todo balance p¨²blico al menos la sombra de la duda.
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