Un conde transilvano
Yo creo que un autor no es s¨®lo responsable de su obra, sino tambi¨¦n de la imagen que proyecta. A algunos una opini¨®n as¨ª les puede parecer "extraliteraria", tal vez porque tienen una noci¨®n muy limitada de lo que es literario y no admiten que sobre la sagrada instituci¨®n autorial recaigan cierto tipo de estragos. As¨ª que Wagner nunca tuvo la culpa de gustar a los nazis y Leni Riefensthal fue simplemente una gran cineasta. Y si un artista cabecea desde su poltrona mientras recibe los tributos m¨¢s disparatados, est¨¢ en su derecho de seguir cabeceando, aunque s¨®lo sea por gratitud. El recalentamiento que mientras tanto va haciendo mella en la poltrona tampoco es un factor "literario"; las posaderas nunca han revelado, al parecer, los grandes misterios de la "obra".
Sin embargo, es posible pensar que uno no se consagra si no quiere ser consagrado. Francisco Casavella tiene poca madera de consagrable, tal vez por idiosincrasia, pero tambi¨¦n por pol¨ªtica. Podr¨ªa haberse conformado, desde el d¨ªa en que debut¨® con El triunfo, con dar las gracias y sentarse a esperar su museizaci¨®n en la sala de ep¨ªgonos del Lazarillo y de Cervantes, y de los no menos venerables Mars¨¦, Mendoza y Candel. Dado que confes¨® adem¨¢s haber sido "golfo antes que escritor", tambi¨¦n habr¨ªa podido hallar un buen puesto en la concurrida sala de los entra?ables. Pero desde el inicio se detect¨® en ¨¦l algo -cierto ¨¦lan intempestivo, cierta carencia patol¨®gica de solemnidad, cierta tendencia a la libertad: no a la bober¨ªa rom¨¢ntica, sino a la grave inspecci¨®n de las trampas de la carrera literaria- que suger¨ªa que no iba a unirse al discurso ajeno. Ni a las tradiciones a?ejas. Recuerdo art¨ªculos suyos de esa ¨¦poca -pioneros en se?alar con sorna el crep¨²sculo de los dioses progres- que descubr¨ªan a un antisesentayochista antes de que el antisesentayochismo fuera una corriente reaccionaria, o una justificaci¨®n para la edad provecta. Eso resultaba algo ex¨®tico en un pa¨ªs en el que la izquierda y la derecha han llegado a tener el mismo canon. Sus posteriores y brillantes andanzas en la preceptiva literaria recordar¨ªan menos a las iluminaciones redentoras de Steiner o Bloom (no digamos de D¨¢maso Alonso, cuyo esp¨ªritu rector a¨²n planea por estos pagos) que al pragmatismo y a la temeridad primitiva del mejor Mamet. Luego, por si se dudaba de su talento y sus compromisos personales, celebr¨® un D¨ªa del Watusi que duraba 25 a?os.
Por lo visto, la nueva novela es hist¨®rica y en ella aparece el ambidextro conde transilvano de Saint Germain, figura caracter¨ªstica del siglo de la Ilustraci¨®n y de los impostores. Las premisas no le son ajenas, y s¨®lo cabe esperar con regocijo ver con qu¨¦ agudeza contraatacar¨¢ un g¨¦nero retr¨®grado y de qu¨¦ modo crecer¨¢ la farsa de los t¨ªtulos, los saberes y los metales, y de las personas que un d¨ªa se paran a imaginar su futuro y deciden que lo previsible es inaceptable. Casavella, aficionado a ciertos egotrips payasos que casan mal, por fortuna, con el melifluo g¨¦nero acad¨¦mico de la autoficci¨®n, terminaba en 1997 una solapa autobiogr¨¢fica diciendo: "En los ¨²ltimos tiempos, recibe m¨¢s apremios que premios". Ahora no podr¨¢ decirlo, porque adem¨¢s estoy seguro de que en su caso el premio no funcionar¨¢ como un apremio. Enhorabuena.
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