"La empresa es una dictadura"
El periodista acude a la cita con la sensaci¨®n inc¨®moda de que llega tarde por partida doble. Primero, porque Koldo Saratxaga ya est¨¢ sentado a la mesa del restaurante del Museo de Bellas Artes de Bilbao -lo mejor son las vistas al parque que ofrecen las grandes cristaleras-, y segundo, porque la pregunta obligada: "Dime, Koldo, ?cu¨¢l es el secreto?", ya ha sido formulada con anterioridad por unos 50.000 directivos que han peregrinado desde cualquier parte del mundo para escuchar su f¨®rmula, desarrollada en un libro de reciente aparici¨®n.
Su caso est¨¢ en la escuela de Harvard y se basa en apostar por las personas
El genio empresarial que sac¨® de la crisis a los autobuses Ir¨ªzar para pasearlos triunfantes por medio mundo, trayecto que hoy se estudia con reverencia en la Harvard Business School, no est¨¢ por disputar la carrera de la austeridad gastron¨®mica a la que parecen fatalmente abonados muchos personajes de esta ¨²ltima p¨¢gina. El periodista acude a la cita con la sensaci¨®n inc¨®moda de que llega tarde por partida doble. Primero, porque Koldo Saratxaga ya est¨¢ sentado a la mesa del restaurante del Museo de Bellas Artes de Bilbao -lo mejor son las vistas al parque que ofrecen las grandes cristaleras-, y segundo, porque la pregunta obligada: "Dime, Koldo, ?cu¨¢l es el secreto?", ya ha sido formulada con anterioridad por unos 50.000 directivos que han peregrinado desde cualquier parte del mundo para escuchar su f¨®rmula, desarrollada en un libro de reciente aparici¨®n.
Este hombre de rostro afilado, que viste enteramente del mismo gris que su cabello y su barba, responde con celeridad y un puntazo brillante en la mirada. "Se trata de creer en las personas y sacar lo mejor de ellas". Como la verdad revelada en forma tan sint¨¦tica no ha borrado todo resto del escepticismo que cree percibir en el semblante de su interlocutor, Saratxaga se lanza a explicarse y ya no se detendr¨¢ hasta que, a despecho de la tosta de pimiento con berenjena, intacta sobre la mesa y lastimosamente fr¨ªa, la camarera amague con traernos el segundo plato. "La clave est¨¢ en el modelo de relaciones laborales", enfatiza. "Si en 14 a?os, pasamos de los 224 trabajadores que ¨¦ramos en Ormaiztegi (Guip¨²zcoa) a los 3.000 actuales y abrimos f¨¢bricas para crear autobuses en China, India, Marruecos y M¨¦xico es porque hicimos de la empresa una aventura colectiva". "El elemento diferencial, el valor a?adido", subraya: "La empresa del futuro, que es la de la innovaci¨®n, la creatividad y el conocimiento, exige que los trabajadores sean part¨ªcipes reales del proyecto y se sientan motivados".
Aunque sus palabras puedan sonar gastadas, entre tanto gur¨² de la ret¨®rica ambiental, lo que distingue radicalmente a Saratxaga es que su modelo ha funcionado, y espectacularmente. Habla de la democratizaci¨®n de la empresa, establece un m¨¢ximo de cuatro niveles salariales, el reparto equitativo del 30% de los beneficios y un comportamiento ¨¦tico que obliga a todos a la transparencia. Casi nada. Y es que el ex gerente de Ir¨ªzar, hoy dedicado al asesoramiento, sostiene que el modelo piramidal creado hace un siglo supone un desperdicio ingente de capacidades y energ¨ªas.
"La empresa es uno de los raros reductos de dictadura que quedan en las sociedades democr¨¢ticas y est¨¢ pidiendo a gritos transformarse en espacio de libertad y de bienestar", dice Saratxaga, nacido en Sopuerta (Vizcaya) hace 60 a?os. El cambio que propone es tan radical que en su vocabulario no cuenta ya la palabra "empresa", sustituida por "organizaci¨®n", y han sido abolidos t¨¦rminos, que juzga vejatorios, como plantilla, recursos humanos o gesti¨®n de personal. All¨ª donde interviene como asesor, elimina el h¨¢bito de fichar y establece la consigna de "estrujar a las m¨¢quinas y mimar a las personas". En su opini¨®n, el gran problema es la falta de verdaderos l¨ªderes. "Los jefes est¨¢n agobiados de trabajo porque no quieren ceder el poder de decisi¨®n. Tienen miedo y por eso se dedican a controlar, en lugar de estimular, facilitar y responsabilizar". Tambi¨¦n la lubina se le ha quedado fr¨ªa, pero no parece importarle demasiado.
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