Desde un bot¨®n hasta un ca?¨®n

Barcelona, siete de la ma?ana. Comienza el espect¨¢culo. En la explanada de la plaza de las Glorias, todo est¨¢ preparado. El lugar recibe el nombre de campo de subastas. Hay unos 28 tenderetes colocados en el suelo. De cualquier manera. La decoraci¨®n y el dise?o no preocupan lo m¨¢s m¨ªnimo. Una s¨¢bana, y encima la mercanc¨ªa. Suena un silbato y todo el mundo -casi s¨®lo hay hombres- rodea a dos personas: el subastador y su ayudante. Ellos dirigen la operaci¨®n.

-?Vendedor! ?A cu¨¢nto el lote?

-Tres mil.

-?Alguien ofrece m¨¢s?

-?Seis mil!

-?Alguna oferta m¨¢s? A la una... ?Alguna oferta m¨¢s?

Un hombre de pelo cano pasa por detr¨¢s del subastador y murmura:

-Ocho mil.

-?Ocho mil! A la una, a las dos, a las tres. Ocho mil. Vendido.

El cl¨¢sico martillo golpea la madera. La comitiva cambia de puesto.

As¨ª comienza los lunes, mi¨¦rcoles y viernes la feria de Bellcaire (los s¨¢bados tambi¨¦n abre, aunque no hay subasta), conocida popularmente como Los Encantes. El ambiente no puede ser m¨¢s curioso. A pesar del madrug¨®n, merece la pena presenciar esta subasta ¨²nica, que habr¨¢ terminado, como muy tarde, a las nueve de la ma?ana, cuando comienza el mercadillo, digamos, al menor. A esta hora, el sue?o se puede compensar con un chocolate con churros en la churrer¨ªa del recinto.

Els Encants (Los Encantes) era el nombre que se le daba desde hace siglos al mercado de muebles, ropas, libros y trastos viejos. La primera menci¨®n del evento data de 1355, cuando se celebraba junto a las muralla. Despu¨¦s de muchos traslados, termin¨® en 1928 en la plaza de las Glorias, su emplazamiento actual.

Llu¨ªs Barber¨¢ ten¨ªa seis a?os cuando su madre, que regentaba un puesto de llaves y cerraduras, le llev¨® por primera vez a Los Encantes, en 1928. Y all¨ª ha estado hasta hoy. A sus 85 a?os es actualmente el encargado de las relaciones p¨²blicas y del contacto con los medios de comunicaci¨®n. "Mucho han cambiado las cosas desde entonces", comenta Barber¨¢, quien recuerda que en 1928 exist¨ªa cerca una f¨¢brica de pimienta, y que cada tanto hab¨ªa pimienta flotando en el aire. "Se pasaba fatal, porque picaba una barbaridad".

Los Encantes han evolucionado con el tiempo, tanto en mercanc¨ªa como en paisaje humano. "Antes", explica Llu¨ªs, "todos eran de aqu¨ª, los que vend¨ªan y los que compraban; ahora, sin embargo, los inmigrantes tienen una importante presencia como vendedores y como compradores". Igual que en las calles de Barcelona.

Cambiado o no, Los Encantes no ha perdido ni un ¨¢pice de autenticidad, aunque hay quien se queje. David Mo¨ªa, que cada ma?ana descarga muebles y trastos para subastar desde hace ocho a?os, dice que el mercado ha perdido mucho, y que ahora las antig¨¹edades se quedan en las tiendas y aqu¨ª s¨®lo se traen los trastos viejos. Son esos trastos los que se subastan ahora, y se venden por lotes. Hay que comprar el lote entero, y el que lo compra lo vender¨¢ al detalle ese mismo d¨ªa en el mercado. En la subasta todav¨ªa se habla en duros. Se paga en euros, pero se compra en duros.

Empieza la venta al detalle

A las nueve de la ma?ana, los aproximadamente 600 puestos -hay lista de espera para acceder a un puesto- est¨¢n preparados. Aunque a primera vista puede parecer ca¨®tico, el mercado tiene su orden dentro de su desorden. Lo mejor, si no se tiene un objetivo claro de compra, es perderse y hurgar entre las mercanc¨ªas, porque aqu¨ª puedes hallar de todo. Y no es una frase hecha. Desde la Asociaci¨®n de Comerciantes aseguran que se puede encontrar "desde un bot¨®n hasta un ca?¨®n". En cuanto a los precios, hay verdaderos chollos, y el regateo est¨¢ a la orden del d¨ªa. A ¨²ltima hora de la ma?ana, si la mercanc¨ªa no se ha vendido, hay aut¨¦nticas oportunidades. Sobre todo en el campo de subastas, en el suelo.

Recorrer los 15.000 metros cuadrados del mercado (como un estadio y medio de f¨²tbol) puede llevar toda la ma?ana. En cada esquina encuentras una sorpresa. "?Venga, que liquidamos! Pendientes de plata por cuatro euros, ideales para la ni?a; miren qu¨¦ estuches llevan: ?de primera!", se escucha desde uno de los puestos.

Las calles formadas por casetas albergan a los anticuarios, libros viejos, mesas de m¨¢quinas de escribir, material de construcci¨®n y de jardiner¨ªa, ferreter¨ªas, tiendas de cuartos de ba?o... Al otro lado abundan las t¨ªpicas marquesinas donde est¨¢n los puestos de textil, telas, ropa de se?ora, de caballero, de ni?os, zapater¨ªas. "?Zapatos de piel italiana! Lo mejorcito. ?Zapatos de boutique, oiga!", vocea el vendedor.

Juguetes, cientos de juguetes que van desde los actuales hasta otros que har¨¢n llorar de nostalgia a m¨¢s de uno que pase de los 40 a?os; vajillas y cristaler¨ªas sacadas de Cu¨¦ntame o del ba¨²l de la abuela; libros, la colecci¨®n de los tres investigadores, superventas de los a?os cuarenta, y revistas de moda de los cincuenta; casetes -hay un puesto ¨ªntegramente dedicado a la canci¨®n popular espa?ola que crea mucho ambiente-, y no faltan incre¨ªbles puestos de cosm¨¦tica. "?Perfume franc¨¦s!, y s¨®lo a cinco euros, oiga. ?Una ganga!", asegura la comerciante.

Indicador econ¨®mico

Los Encantes es un microcosmos, divertido, lleno de color y sorpresas que, como bien dice Llu¨ªs Barber¨¢, crea adicci¨®n. Hay gente que va cada semana, porque cada d¨ªa es diferente. Desde luego, no deja indiferente a nadie, seguramente porque es todav¨ªa muy aut¨¦ntico, y es, como cuenta tambi¨¦n Llu¨ªs, un indicador econ¨®mico. "He estado con ejecutivos, directores importantes de tiendas, y siempre me dicen que, si Los Encantes va mal, quiere decir que todo va mal". Aseguran que tambi¨¦n lo utilizan como banco de pruebas de alg¨²n producto.

Desde luego, si el indicador es la gente que pasea por el mercado, el asunto va bien, porque lo visitan unas 50.000 personas semanalmente. No es de extra?ar, porque, como grita una de las vendedoras: "?A mejor precio que Andorra, oiga!".