Sarkozy, sin careta

En el despacho de la Place Beauvau donde nos vemos por primera vez, escucha amablemente pero enseguida percibo tenuemente algo que me resulta conocido: la impaciencia.

Ha comprendido. Le "honra" que yo quiera hacer su retrato. Dice, en suma, usted quiere estar aqu¨ª. Digo que s¨ª.

Jactancioso. ?Qu¨¦ otro adjetivo elegir para describirle en el consulado de Francia ante los representantes de las principales organizaciones jud¨ªas? Quiz¨¢s tenga raz¨®n, los jud¨ªos no tienen afinidad con la modestia. "Soy el n¨²mero uno en los sondeos, a pesar de ser amigo de Estados Unidos y de Israel. No lo digo por presunci¨®n. Tengo cincuenta y un a?os, estoy tranquilo. No se dejen acorralar por los art¨ªculos de periodistas est¨²pidos que no entienden nada. Una parte de las ¨¦lites francesas me detesta mucho m¨¢s que Israel y los americanos".

"Hoy Cecilia y yo hemos vuelto a reunirnos de verdad, definitivamente, sin duda para siempre

Es gracioso que sea amigo de esos izquierdosos [Zapatero, Blair...]. ?Porque no son de izquierdas!, exclama

Se desviste. Se quita la chaqueta, la corbata, la camisa. Con el torso desnudo en el Airbus que se eleva hacia Las Antillas, se enfunda un polo blanco de Ralph Lauren cuyo cuello levanta como una trinchera

?Est¨¢s contento? -?Es la palabra que eliges? -No voy a decir feliz. -Estoy sereno. -Sereno, est¨¢ bien. -S¨ª. Estoy profundamente contento, pero no tengo alegr¨ªa

En Testimonio, escribe: "Hoy C¨¦cilia y yo hemos vuelto a reunirnos de verdad, definitivamente, sin duda para siempre". A Catherine P¨¦gard le confieso que no entiendo una afirmaci¨®n semejante en un libro, objeto de esencia un poco durable, ?no es arriesgado exponerlo as¨ª, aunque s¨®lo sea por orgullo? Ella se asombra de mi ingenuidad. Qu¨¦ m¨¢s da, dice, no hay m¨¢s verdad que la del presente.

Despu¨¦s de la variedad, nos deslizamos hacia otro terreno. Dice, un d¨ªa escribir¨¦ un libro donde hablar¨¦ como nunca lo habr¨ªa podido hacer cuando ten¨ªa ambici¨®n.

Varias veces le he o¨ªdo decir, cuando haya acabado con la ambici¨®n.

En el cielo donde nos hallamos este 27 de octubre de 2006, repite la ambici¨®n no es lo ¨²ltimo, la ambici¨®n tiene un futuro. No pongo en duda su sinceridad, sino la probabilidad de que ese futuro llegue sin que la propia vida se desdibuje. Me objeta que confundo ambici¨®n y deseo (tiene raz¨®n, pero no damos el mismo significado a la palabra ambici¨®n).

Quiero transcribir sus palabras en esta conversaci¨®n real, la primer¨ªsima que mantenemos realmente (y en la que yo le tuteo).

"La ambici¨®n transforma el deseo en incandescencia", dice. "Hay momentos en que aspiro a menos incandescencia. Mira, lo tengo todo para estar contento, so?aba con tener un partido y lo tengo, so?aba con ocupar los m¨¢s bonitos cargos ministeriales y los he tenido, so?aba con estar aqu¨ª y ya estoy. Pero no tengo emoci¨®n. Es rud¨ªsimo. Ya estamos en la presidencia. Ya no estoy antes".

[En Argel, con Buteflika]

-Se?or presidente, le vemos en plena forma.

-S¨ª. Sufr¨ª un accidente mortal y no me ha quedado ninguna secuela. Para ejercer este oficio hace falta una salud de hierro.

-Si por azar llego a ser presidente, tendr¨¦ el placer de trabajar muchos a?os con usted.

-Si Dios quiere.

-Entonces yo debo mi porvenir a los votantes y usted a Dios.

"En las elecciones presidenciales, el que gana es el ¨²ltimo que se despe?a en la escalada al Himalaya. Desde el 81, todas las mayor¨ªas salientes han sido derrotadas".

Reuni¨®n de campa?a en su despacho.

Est¨¢ en camisa y corbata. Los otros llevan traje.

Habla solo durante un largo rato (...). "Tenemos que ser los mejores en cada tema. Tenemos que tener el mejor site, las mejores respuestas..." Pide que le lean sus proyectos de discursos para tres d¨ªas despu¨¦s (que no est¨¢n listos). "Quiero deciros sin arrogancia que yo soy la prioridad. Sin arrogancia. Si no hay tiempo para hacerme los discursos puntualmente y a su hora, no tiene sentido. Ahora debemos tener un nivel de exigencia tal que hay que despedir a los que no sigan el ritmo".

Este fin de semana -dice-, despu¨¦s de Marsella me re¨²no con C¨¦cilia y los ni?os en Disney.

Estamos los dos solos, cara a cara, sentados a la mesa del Falcon que nos lleva a Lyon. Creo que es la primera vez, exceptuado el d¨ªa en que nos conocimos, que hablamos solos, sin testigos.

-No por Disney, que me importa un bledo. Para estar con ellos, hacer algo. Me encanta hacer algo. Me encanta ir de compras, ir a alguna parte. (La v¨ªspera, ante los parlamentarios, dijo varias veces que la inmovilidad es la muerte.)

El amor es lo ¨²nico que cuenta.

-No te creo. Si te quitasen la vida social te morir¨ªas.

-Si me quitasen a mi familia todav¨ªa m¨¢s.

-Si te dejaran con C¨¦cilia y los ni?os en Maubeuge, te tirar¨ªas al r¨ªo.

-?En dos a?os me har¨ªa el rey de Maubeuge!

"Empieza a ser muy importante deshacerse del Quai d'Orsay. El embajador de Francia en Rusia, el anterior, yo hab¨ªa visto soplapollas, pero lo de ¨¦l daba verg¨¹enza... Y el embajador en el L¨ªbano, otro cretino consumado. Me averg¨¹enza: ?ll¨¢menle para dec¨ªrselo! Siento desprecio por todos esos t¨ªos, son unos cobardes. Cuando eres un cobarde no reflexionas... El tipo de Hezbol¨¢ asocia a Israel con los nazis, lo reivindica, y ¨¦l, ?no oye nada? ?Qu¨¦ pasa con la traducci¨®n?"

UMP. Reuni¨®n del equipo dirigente (...) Veo a los hombres en el comit¨¦ ejecutivo del partido.

-Hay que dejarme hacer de cazador furtivo -dice, ante esta asamblea que le apoya-. Hay que dejarme sorprender. So pena de desarmarme. Trato de hacerlo lo mejor posible. No siempre las cosas salen como estaba previsto. Intento tener en cuenta lo que me dicen, pero no demasiado, porque entonces me desequilibro. Hace ya cinco a?os que me las trago, las primarias. ?A qui¨¦n le he robado el sitio?

He pagado caro por estar aqu¨ª, hab¨ªa dicho durante la recepci¨®n de los parlamentarios, no estoy aqu¨ª por casualidad. Y cu¨¢ntas otras veces he o¨ªdo (siempre ante su propio bando): no le he quitado el sitio a nadie.

En el sal¨®n del hotel, antes del mitin de Charleville-M¨¦zi¨¨res, toma Le Figaro que tengo encima de las rodillas, visiblemente atra¨ªdo por un art¨ªculo. En portada, el rev¨¦s electoral de Ahmadineyad y diversos subtitulares, entre ellos el de su propio desplazamiento. En la parte inferior de la p¨¢gina, a la derecha, un anuncio publicitario. Tras unos segundos de atenci¨®n, dice, es bonito, el Rolex.

Ha ido a buscarla ¨¦l mismo. Regalo de Navidad de C¨¦cilia, dice.

Es una foto grande en blanco y negro, enmarcada, firmada por Harcourt, de sus tres hijos, los dos mayores flanqueando al peque?o.

-Es una idea de C¨¦cilia, fue ella la que tuvo la idea. Me ha dado una sorpresa. Es su regalo de Navidad. ?No ha sido nada f¨¢cil, reunir a estos tres! Me ha hecho un regalo precioso, C¨¦cilia.

No es la foto lo que muestra. Sino el gesto de C¨¦cilia. Es el gesto de C¨¦cilia lo que ¨¦l posa en los brazos de un sill¨®n. A medianoche, nos besamos. Estamos en el a?o 2007. Pero nos besamos como si fuera un a?o normal. Es evidente que ¨¦l lo quiere as¨ª.

[En C¨®rcega] En la prefectura, durante una reuni¨®n restringida de seguridad interna, habla a los polis como un poli. Sentado en cuadrado con los diferentes actores, comisarios, investigadores, jefe de los RG,1 jefe de los CRS,2 es uno de los suyos.

-Zurren. Zurren. Tengo confianza. No les dejen respirar. Ac¨®senlos. Estoy harto de que haya entierros a los que asisten cincuenta mafiosos.

Timbre ronco, mirada de reojo. Robert Stack en Los intocables.

-?No hay v¨ªnculo entre la mafia y los elegidos?

-Hay envites locales y envites en el campo de las obras p¨²blicas.

Mueve la cabeza. Como hombre que tambi¨¦n pertenece al gremio. Un taciturno, por tanto.

Despu¨¦s, en voz baja.

-No lo duden. Yo no tengo amigos. En todo caso no quiero amigos que est¨¦n metidos en el ajo. Adelante.

Su humor ha mejorado en medio de la reuni¨®n. ?Por qu¨¦? No sabr¨ªa decirlo. Ocurre con frecuencia, puede llegar tenso, inquieto, y de pronto animarse.

-A Berl¨ªn quiero ir con Jupp¨¦. Bonita idea, ?no?... Voy a pasar un d¨ªa infernal con Jupp¨¦ y Merkel... ?Pero en fin!... No quiero hacer Madrid todo seguido, no quiero dar la impresi¨®n de que soy Speedy Gonzales.

-Si vas a Madrid, visita un museo -sugiere G.-M. Benamou.

-Gracias. El idiota te dice gracias.

Por mucho que se r¨ªa la peque?a asamblea, no se contenta con esta iron¨ªa. Para aplacar su vanidad, tiene que disertar tambi¨¦n unos minutos sobre Picasso, el Guernica, el Reina Sof¨ªa, Vel¨¢zquez, Las Meninas, nobles temas sin la menor relaci¨®n con la campa?a.

Mientras yo estoy en la monta?a, Nicolas est¨¢ en la isla de La Reuni¨®n: "Porque mi vida y la historia de mi vida es partir de lo m¨¢s bajo para llegar a lo m¨¢s alto. S¨®lo me falta un pelda?o... ?Lo m¨¢s alto? ?Existe en la vida humana un espacio que se llame lo m¨¢s alto? Qu¨¦ desencanto si as¨ª fuera".

En la capilla de la c¨¢rcel, en el momento de partir, oigo este di¨¢logo entre ¨¦l y sor Anne.

-La vida es dura.

-S¨ª.

-No solamente en la c¨¢rcel, hermana. La vida es dura.

Una entrevista con el ministro del Interior de Madrid, que s¨®lo sirve para recordar la "amistad". Rodeando a los dos ministros, alrededor de una mesa de roble oscuro, el embajador de Francia, Michel Gaudin, el agregado de seguridad y otras personalidades espa?olas. Todos mudos delante de in¨²tiles hojas blancas. Los dos ministros se congratulan, mencionan a ETA y el terrorismo isl¨¢mico, elogios mutuos, halagos, palabras convencionales en tono de humor. ?Para qu¨¦? ?O ser¨¦ yo la que no entiende nada? ?La que no sabe juzgar la importancia de estos momentos puramente formales? ?Los signos imperiales e invisibles de la diplomacia o la parte de vac¨ªo necesaria en cada cosa?

Hace el elogio de Zapatero y de su hom¨®logo Alfredo Rubalcaba. Habla tambi¨¦n en t¨¦rminos calurosos de Blair y de Prodi. Digo, es gracioso que seas amigo de todos esos izquierdosos. ?Porque no son de izquierdas!, exclama. ?S¨®lo en Francia hay gente que vive como de izquierda!

?Qu¨¦ poci¨®n ha alelado a Nicolas Sarkozy y Henri Guaino para escribir cincuenta y tres veces la palabra amor en un discurso de apenas treinta p¨¢ginas? ?Para escribir la juventud es la promesa de los comienzos, de los soles que se levantan sobre los mundos dormidos? ?Qu¨¦ estado de fatiga inmensa ha podido conducirles a esta formidable necesidad de amor que debe poner en marcha al mundo? Sin mencionar las discretas borlas de Ten¨¦is suerte de ser j¨®venes, porque la juventud es la libertad o No ser capaz de compartir el amor es condenarse a estar siempre solo. ?Qu¨¦ ha sucedido para que dos hombres, hasta entonces felizmente inspirados juntos, redacten, haciendo caso omiso de toda contenci¨®n y lucidez, este serm¨®n arrullador?

Se desviste. Se quita la chaqueta, la corbata, la camisa. Con el torso desnudo en el Airbus que se eleva hacia las Antillas, se enfunda un polo blanco de Ralph Lauren, cuyo cuello levanta como el de una trinchera, y se deja abiertos los botones del escote. Listo para un partido de tenis invernal (tambi¨¦n se ha cambiado de pantal¨®n), se va a la parte trasera del avi¨®n. (...)

-Bravo.

-?Sabes tu problema?

-?Tengo uno?

-Es que te observo mucho m¨¢s de lo que piensas.

-Eso no es un problema. Puesto que no escribes.

-No nos tiene miedo -dice, a prop¨®sito de la azafata que pasa y sonr¨ªe-. Es casi ofensivo que no nos tenga miedo. Dicen que los pol¨ªticos son animales sexuales.

A Michel Barnier, que me ve anotar algo y le interroga con la mirada:

Hay que dejarla en paz; si no, te arriesgas a una cat¨¢strofe total con ella. Yo lo siento as¨ª.

En el and¨¦n al borde del TGV para Avignon, un grupo grita a su paso: "Sarko presidente". Se sienta, solo, en el compartimiento de cuatro. Profiere lo siguiente, en voz baja, glacial, manteniendo una expresi¨®n falsamente amable para las decenas de caras pegadas a las ventanillas.

-?Qui¨¦n ha puesto a esos gilipollas que gritan con pancartas?... No entend¨¦is nada de nada. ?No puedo estar tranquilo? ?Qui¨¦n ha organizado esto?... Ay, ay, ay, Dios m¨ªo, Dios m¨ªo... Es lamentable. Estar¨ªa mejor solo.

"Bueno, estoy aqu¨ª a desgana", dice, quit¨¢ndose la chaqueta en Rue Cuvier, en una sala del Museo de Ciencias Naturales, inaugurando as¨ª el encuentro privado con las ONG ecologistas. "Muchos amigos m¨ªos no quer¨ªan que viniera, pensando que hab¨ªa un lado humillante... Estoy dispuesto a hablar, pero no basta con que me lancen octavillas y me digan firma, firma, firma. Me imagino que tengo menos prejuicios que algunos de entre vosotros sobre m¨ª..."

Dicho esto, se entabla la conversaci¨®n de una forma m¨¢s bien constructiva por ambas partes. Un poco m¨¢s tarde, un participante, creyendo extenderle un certificado: "Usted no es un facha y nosotros no somos unos hippies..."

-?Si eso no tiene nada que ver! ?Ser hippy es buen rollo! ?Os dais cuenta de la histeria que hay en la pol¨ªtica francesa para que lleguemos a este extremo!

Cuando le interrogan sobre el hecho de que no consigue hacerse querer, responde, citando los sondeos, ?entonces qu¨¦ ser¨ªa si me quisieran! O bien, voy por todas partes, a los pueblos, a las f¨¢bricas, a todas las regiones, y nunca hay una manifestaci¨®n. Realidad distorsionada, en la que ¨¦l cree en parte, hasta tal punto le protege su s¨¦quito.

De otro lado, es capaz de decir, hacerse elegir no es hacerse querer.

Admiro esta pirueta del orgullo que se apresura a ennoblecer el objeto de sufrimiento.

Este jueves, 12 de abril, en Tours, pronuncia, a mi entender, su discurso m¨¢s potente desde el 14 de enero... S¨ª, soy hijo de un inmigrante. S¨ª, soy hijo de un h¨²ngaro y nieto de un griego nacido en Sal¨®nica... S¨ª, soy un franc¨¦s de sangre mezclada que piensa que uno es franc¨¦s en proporci¨®n con el amor que siente por Francia, con el apego que siente por sus valores universales... Francia no es una raza, no es una etnia... Uno no es franc¨¦s solamente por sus ra¨ªces, por sus antepasados... Uno es franc¨¦s porque quiere serlo..., porque se enorgullece de Francia. Porque siente que tiene deberes hacia ella, porque siente hacia ella gratitud, agradecimiento.

Clermont-Ferrand.

-?Conoce a Yasmina Reza?

Extrav¨ªo furtivo en los ojos de Val¨¦ry Giscard d'Estaing, y despu¨¦s: "?Arte?" Asiento.

-?Oh, Arte era magn¨ªfica! Usted la ha visto, Nicolas, por supuesto.

Nicolas me alaba amablemente y a?ade, en este momento escribe un retrato sobre m¨ª.

-?Ah! Escribe un...

-Un libro, se?or presidente -digo.

-S¨ª, un... ?Un fasc¨ªculo?

Una imagen de relajaci¨®n estudiosa en C¨®rcega para esta ¨²ltima semana de campa?a electoral. Caminando por el entablado, por el pont¨®n de Cala-Rossa, ?ric Besson me pregunta si esto es como en el PS, donde todos quieren estar pegados al h¨¦roe. Le respondo: por supuesto (de hecho, se mantendr¨¢ tan alejado de ¨¦l que Nicolas le llamar¨¢). Hace fr¨ªo, ha llovido. Est¨¢n Rachida Dati, Val¨¦rie P¨¦cresse, Nathalie Kosciusko-Morizet, Mich¨¨le Alliot-Marie, Brice Hortefeux, Claude Gu¨¦ant, Xavier Bertrand, Fran?ois Fillon, ?ric Besson. Si es elegido, la mayor parte de ellos ser¨¢n ministros. Fingen estar a sus anchas con su ropa de verano. Fingen mirar mar adentro, en el secreto de su alma.

[Ante un debate televisado] Pierre Giacometti [director general de Ipsos] sabe que habla a un hombre al que no le gusta que le hablen. S¨®lo se expresa desde el punto de vista de su peritaje y s¨®lo revela del mismo los rasgos esenciales.

Pierre: Al llegar, se trata de mostrar que eres respetuoso con la izquierda.

Nicolas: S¨ª.

Pierre: Los franceses piensan que ella no vive en la realidad. T¨² s¨ª est¨¢s en lo concreto. D¨ªganos, prec¨ªsenos. Te recomiendo que uses el nosotros.

Nicolas: Bueno. (Un rato.) Ya est¨¢.

Pierre: Est¨¢ bien.

Silencio.

Nicolas: ?Bayrou?

Pierre: No est¨¢ descartado que hable el jueves o el viernes.

Nicolas: Dir¨¢ que somos un par de soplapollas, me da igual. Hice bien en decir que el tercero nunca ha jugado la final de Roland Garros. Es tirar con bala, pero viene bien.

Largo silencio.

Nicolas: Bueno. S¨¦ lo que hay que hacer. S¨®lo queda hacerlo.

Al d¨ªa siguiente por la noche, frente a S¨¦gol¨¨ne Royal, lo hace.

Domingo, 6 de mayo [Segunda vuelta de la elecci¨®n presidencial]

Digo a su madre, Andr¨¦e, que est¨¢ sentada en una butaca en el despacho de la Rue d'Enghien, en medio de la familia, hermanos, hermanas, hijos, invitados con sus mejores galas, algunas celebridades autorizadas a estar en la habitaci¨®n..., digo a su madre, su hijo acaba de ser elegido presidente de la Rep¨²blica, la estoy mirando, se?ora, desde hace cinco minutos, est¨¢ tranquila, poco habladora. "Oh, ?sabe usted?, el d¨ªa m¨¢s emocionante es el d¨ªa en que le eligieron alcalde de Neuilly, porque ten¨ªa veintisiete a?os".

?No hab¨ªa ¨¦l dicho, me ir¨¦ de retiro unos d¨ªas, a descansar, a meditar? Hay que prepararse para ocupar el cargo. Hacen falta calma y serenidad para tomar la distancia necesaria. Tan cercano a los monjes y a las catedrales, ?no se hab¨ªa enorgullecido de alguna s¨²bita transformaci¨®n? ?No hab¨ªa dicho, me ir¨¦ a una abad¨ªa, o a la soledad de una casa amiga, a reflexionar sobre la magnitud de la tarea?

Lo encontraremos devorando langostas en familia, a bordo de un yate de sesenta metros que navega por Malta.

Vuelvo a verle el 16 de mayo, d¨ªa de su entrada en el El¨ªseo. (...)

Vuelve delante de las hojas para leer su primera alocuci¨®n presidencial... Exigencia de respetar la palabra dada y de cumplir los compromisos... Exigencia de rehabilitar los valores del trabajo, el esfuerzo, el m¨¦rito, el respeto... Palabras de la campa?a que me parecen extra?amente calcificadas, Moral..., dignidad..., tolerancia..., justicia..., fraternidad..., amor...

Una calcificaci¨®n del discurso que me temo que corresponda, este d¨ªa, en el lugar fastuoso, ante el patio de butacas que es ya una corte, a una calcificaci¨®n de la persona, aunque sea algo, por as¨ª decirlo, aberrante. Sin embargo, es a otro a quien veo de perfil interpretando su solemne funci¨®n, desgranando el rosario de exigencias de las que se complace en ser el depositario, es otro, sostenido por una familia unida y centelleante, el que estrecha manos por encima del cord¨®n a gente feliz e inclinada, dando las gracias por todo y por nada, porque no debe nada a nadie y lo sabe, es otro el que huye hacia su primera jornada de jefe de Estado en ejercicio, con sus nuevos favoritos o sus favoritos nuevamente nombrados, un rey moderno en su castillo antiguo, y me asalta el pensamiento cortante de que es la ¨²ltima vez que le observo de cerca en todo su aparato, que le observo de verdad, como dicen los ni?os. Un fin deshilachado y brutal. Qu¨¦date el tiempo que quieras. No.

El nuevo jefe de gabinete me llama para decirme que al presidente le gustar¨ªa verme.

-?C¨®mo est¨¢s? Un poco triste, ?no?

Estamos solos en su despacho. El despacho del presidente de la Rep¨²blica, en el El¨ªseo. Un a?o casi d¨ªa por d¨ªa despu¨¦s de nuestro primer encuentro en el Ministerio del Interior. En la acera de enfrente (como le complace decir).

-He quitado un mont¨®n de trastos que hab¨ªa dejado Chirac. Hab¨ªa un cuerno grande de... -Hace un gesto.

-?De rinoceronte?

-No... ?Sabes esos bichos que viven en el agua y que tienen un cuerno...? ?Lo ves?... -Yo no lo veo y ¨¦l no encuentra la palabra...-. ?Quieres un caf¨¦, un zumo de naranja?

?l est¨¢ sentado en un banco dorado, yo en un asiento dorado. Entre nosotros, una mesa baja estrecha, como china. Todo es dorado, cortinas doradas, molduras, tapicer¨ªas doradas. Digo:

-?Est¨¢s contento?

-?Es la palabra que eliges?

-No voy a decir feliz.

-Estoy sereno.

-Sereno, est¨¢ bien.

-S¨ª. Estoy profundamente contento, pero no tengo alegr¨ªa. (...)

Se levanta, se apodera de un mueblecito moderno, insignificante, mitad taburete, mitad mesilla de noche, que est¨¢ cerca de una ventana, y sin ning¨²n motivo va a colocarlo contra la pared opuesta. Despu¨¦s vuelve a sentarse. Digo, es una locura lo que acabas de hacer. Dice, ?ah, s¨ª?

S¨¢bado, 2 de junio.

-?Ven, ven, Yasmina!

Le sigo a su despacho. Cierra la ventana.

-No me hab¨ªa fijado en que tienes un balc¨®n.

-Yo tampoco.

Estoy sentada en el mismo sitio que la vez anterior. Y ¨¦l en el banco:

-No puedo decirte que sea infeliz... Por fin me he deshecho de este fardo...

Lleva vaqueros. Mientras habla, limpia su reloj con un pa?uelo blanco.

-Ganar es gustar -dice-, mi oficio es decidir. (...)

Le miro, con la cara inclinada sobre los eslabones del Rolex, aplicado a su tarea, concentrado en escoger las palabras aut¨¦nticas, como yo le he pedido.