Colombia grita basta
La sociedad se moviliza contra las condiciones de vida de los secuestrados
La ex diputada del Partido Liberal Consuelo Gonz¨¢lez de Perdomo ha tra¨ªdo desde la selva unas cartas que han hecho llorar a todo el pa¨ªs. Son las misivas en las que varios rehenes en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han enviado a sus familiares. Periodistas, lectores de peri¨®dicos, pol¨ªticos, telespectadores..., miles de personas han llorado con estas noticias que hablan de cadenas, desesperanza y desolaci¨®n.
Pero Consuelo, que fue secuestrada el 10 de septiembre de 2001, cuando los medios no hablaban de otra cosa que de las Torres Gemelas y Bin Laden... Consuelo, a cuyas hijas les toc¨® llamar a muchas puertas sin que casi nadie les hiciera caso al principio... Consuelo, cuyo marido muri¨® en 2003 a los 69 a?os de una enfermedad cardiaca tras asistir a decenas de programas de televisi¨®n rogando por su liberaci¨®n... Consuelo Gonz¨¢lez, de 57 a?os, no llor¨® al reencontrarse con sus hijas en Caracas el 10 de enero, seis a?os y cuatro meses despu¨¦s del secuestro. Ni siquiera llor¨® el viernes pasado al abrazar a su madre, que la esperaba en Pitalito, el pueblo sure?o de 120.000 habitantes donde viven ambas.
Sin embargo, a pocos metros y minutos de abrazar a su madre, en cuanto la subieron en un coche y observ¨® los retratos de su propio rostro en manos de sus paisanos y vio c¨®mo la gente le lanzaba besos, coreaba su nombre y la palabra libertad..., de pronto, Consuelo rompi¨® a llorar y sigui¨® sonriendo y llorando durante las tres horas que dur¨® su marcha.
Algo parecido sucede con Colombia. El pa¨ªs vivi¨® tiempos mucho peores, con m¨¢s asesinatoss de las FARC que ahora. Con m¨¢s paramilitares. Con muchos m¨¢s rehenes. Sin embargo, Colombia ha roto a llorar. La sociedad vive un momento de inflexi¨®n, de solidaridad con las v¨ªctimas, parecido al que experiment¨® Espa?a con el secuestro y muerte de Miguel ?ngel Blanco.
Una de las gotas que ayud¨® a colmar el vaso fue la carta que escribi¨® desde la selva Ingrid Betancourt, divulgada el 30 de noviembre, en la que dec¨ªa que vivir all¨ª era estar muerta. Otra ha sido la caminata de medio a?o que emprendi¨® Gustavo Moncayo, padre del cabo Pablo Emilio, secuestrado hace 10 a?os, desde Sandon¨¢, un humilde municipio en la frontera con Ecuador hasta Bogot¨¢, donde fue recibido hace pocas semanas por m¨¢s de un mill¨®n de personas, y desde Bogot¨¢ hasta Caracas, adonde lleg¨® el viernes, para solicitar la ayuda del presidente venezolano, Hugo Ch¨¢vez.
Pero han sido las cartas que ha tra¨ªdo Consuelo las que han terminado de conmocionar al pa¨ªs al reflejar las terribles condiciones de vida de los rehenes. "Me tocaba arrastrarme por el barro para mis necesidades, ¨²nicamente con la ayuda de mis brazos porque no pod¨ªa levantarme", relata el teniente coronel Luis Mendieta, que lleva nueve a?os secuestrado.
El periodista colombiano Jorge Enrique Botero, uno de los que m¨¢s acceso tiene a las FARC, hasta tal punto de que fue el primero en informar de que la reh¨¦n Clara Rojas hab¨ªa engendrado un hijo con un guerrillero, sostiene que la imagen de la guerrilla ha quedado seriamente da?ada. "Incluso aunque liberasen a los presos canjeables. Se va a instalar en el imaginario colectivo una idea de crueldad que para una organizaci¨®n que aspira a ser un partido pol¨ªtico es un obst¨¢culo muy grande", se?ala.
Los familiares de las v¨ªctimas han convocado una manifestaci¨®n para el mi¨¦rcoles en Pitalito, otros ciudadanos han iniciado una campa?a de recogida de un mill¨®n de firmas en Internet, y los medios de comunicaci¨®n repiten im¨¢genes del reencuentro de Consuelo y Clara con sus familias mientras se oye la canci¨®n que dice: "S¨®lo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente".
Pero Consuelo teme que toda esa solidaridad se diluya en el aire: "Estas pruebas de supervivencia han causado horror. Pero ojal¨¢ que la solidaridad que hoy estamos viviendo no se disipe con un partido de f¨²tbol o cualquier evento".
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