Modernizaci¨®n reaccionaria
Feij¨®o quiere hacer de las ciudades su fortaleza electoral descuidando a los peque?os pueblos
Si lo he entendido bien, una vez fallecido Xos¨¦ Cui?a, el ¨²nico representante que queda en el Partido Popular de Galicia de un ala galleguista con cierto poder institucional es el inefable presidente de la Diputaci¨®n de Ourense, el se?or Baltar. Que Baltar es un hombre inteligente, y hasta de virtudes prof¨¦ticas, adem¨¢s de no exento de cierta prosapia, lo demuestra el hecho de que su afirmaci¨®n ("Ve?en a por n¨®s coa rebarbadora") se cumpli¨® con exacta puntualidad. Tanta que no se ve a qu¨¦ vino todo aquel l¨ªo de boinas y birretes. Si iban a dejarse defenestrar con tanta facilidad podr¨ªan haberse ahorrado el gasto en escenograf¨ªa y un par de viajes a Santiago.
?Hasta qu¨¦ punto los antiguos barones representaban una suerte de galleguismo? Si uno se atiene a los hechos, ha de notar que si el PPdeG luci¨® galleguismo fue porque en su momento Fern¨¢ndez Albor y despu¨¦s Fraga consideraron que eso era necesario. Se trataba de construir un partido conservador de amplio espectro y, adem¨¢s, la l¨®gica del ejercicio del poder en Galicia as¨ª lo exig¨ªa. M¨¢s all¨¢ de los gestos, la autonom¨ªa del PPdeG se fund¨® en que durante mucho tiempo el PP ten¨ªa el poder en Galicia, pero no en Madrid y en la autonom¨ªa personal de Manuel Fraga. G¨¦nova 13 estaba atada.
De hecho, lo fascinante de los susodichos barones no es su galleguismo, sino que hayan podido convencer a alguien de que lo ten¨ªan. No necesito dudar de su sentimiento de galleguidad, determinada tal vez por sus or¨ªgenes populares, simplemente constato la inexistencia de un proyecto pol¨ªtico distinto de su osada voluntad de poder. Lo sorprendente son las l¨¢grimas de cocodrilo vertidas en la prensa por un galleguismo conservador que no s¨®lo no existi¨®, sino que adem¨¢s ni en hip¨®tesis podr¨ªa ser construido por gentes de tan escasas convicciones.
Lo que no ha sido destacado con la suficiente fuerza en medio del barullo es la facilidad con que la nueva direcci¨®n del PP de Galicia, sin aparente oposici¨®n, est¨¢ modificando el perfil del partido. Es pronto para saber si estamos ante un cambio de calado en la sociolog¨ªa de los conservadores, pero hay motivos para pensar que N¨²?ez Feij¨®o quiere hacer de las ciudades su fortaleza electoral descuidando al electorado de los peque?os pueblos.
De Corina Porro a Telmo Mart¨ªn y de Gerardo Conde Roa a Juan Juncal o Carlos Negreira, el perfil de los candidatos del Partido Popular en las principales ciudades es muy claro -m¨¢s derechista y m¨¢s espa?olista- y se adecua bien a un partido que ha querido situarse fuera del consenso del Estatuto y fuera del consenso ling¨¹¨ªstico. Es muy posible que se trate de gentes de mayor competencia y capacidades gestoras, pero de lo que no cabe duda es de que estamos ante un partido m¨¢s virado a la derecha, siguiendo la estela de Rajoy.
Es de hacer notar, por otra parte, que eso no le ha supuesto hasta el momento desgaste alguno del que haya noticia, ni disidencia interna. Ignoro si el apadrinamiento de iniciativas vagamente lerrouxistas (el intento de confrontar los dos idiomas de ciertos sectores) y su permanecer acompasado a las soflamas y estandartes que la radicalizada pol¨ªtica espa?ola ha ido imponiendo, tan ajenas a la tradici¨®n irenista del conservadurismo local, podr¨¢n pasarle factura en el futuro. Caso contrario, estar¨ªamos ante una nueva fase no s¨®lo en la pol¨ªtica, sino en las tendencias de fondo que mueven la Galicia contempor¨¢nea.
Y finalmente las elecciones del 9 de Marzo. Si Rajoy gana, entonces el PP de Galicia encontrar¨¢ en los Presupuestos del Estado un gran n¨²mero de argumentos para darle la batalla al Gobierno bipartito y este ser¨¢ puesto en cuesti¨®n y amenazado por una derecha unida. Si pierde, ser¨¢ la debacle. No s¨®lo porque la orfandad de poder se paga. No s¨®lo porque est¨¢n por ver las resultantes de esa modernizaci¨®n reaccionaria en la que est¨¢ inmerso. Ser¨¢ el desastre, sobre todo, porque, identificado con G¨¦nova, tendr¨¢ que pagar sus facturas y proceder a una reorientaci¨®n demasiado cercana en el tiempo a la que ya ha hecho. Perdidas las elecciones generales, el PP tendr¨¢ que cambiar la actual direcci¨®n, su entera l¨ªnea pol¨ªtica quedar¨¢ desarbolada, y las posibilidades de reconquistar el poder extinguidas por alg¨²n tiempo. Ello repercutir¨¢ sobre las huestes de N¨²?ez Feij¨®o.
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