Asilos y conventos
Da la impresi¨®n de que el PP ha sacado la calculadora del caj¨®n y de que no le salen las cuentas. Se mira las costuras, se da cuenta de que tiene agujeros y rajaduras por todas partes y de que, sin advertirlo, va perdiendo votos por las esquinas. Despu¨¦s de mandar a Gallard¨®n al exilio y de colocar bajo palio a esa facci¨®n que tanto huele a casa sin orear trata de convencer in¨²tilmente a sus ac¨®litos de que aqu¨ª no pasa nada y de que a¨²n existen posibilidades de ganar por asalto la Moncloa, pero se les nota cierto falsete en la voz y es dif¨ªcil evitar la sospecha de que ni ellos mismos conf¨ªan en sus propios arrestos.
Lejos quedan aquellos a?os del ej¨¦rcito sin fisuras, donde una derecha que dedicaba d¨¦bilmente gui?os al centro de la circunferencia se presentaba en forma de bloque cerrado, rotundo y un¨¢nime bajo la direcci¨®n de un l¨ªder al que no le temblaba el bigote. Abusando seguramente del esperpento, que es un ingrediente imprescindible en toda campa?a electoral, Rubalcaba describ¨ªa el otro d¨ªa la reuni¨®n de Rajoy en la calle G¨¦nova con la presidenta y el alcalde de Madrid, sus Hansel y Gretel particulares, y lo presentaba inquieto en su asiento, casi sin escuchar las protestas de los ni?os malcriados que peleaban delante de su mesa, abandonando cada dos por tres el despacho con la excusa de una indisposici¨®n. Y no porque padeciera cistitis (Rubalcaba dixit), sino porque deb¨ªa consensuar las decisiones a tomar con una voz que le hablaba desde el tel¨¦fono m¨®vil, la voz del pasado, la voz de los a?os de hierro, la disciplina y el camino ¨²nico.
La escena puede resultar propia del chiste burdo, pero retrata una situaci¨®n real: la incapacidad del principal dirigente de la oposici¨®n para enderezar las cosas y evitar que las criaturas que tiene a su cargo la emprendan a sopapos unos con otros y se tiren de los pelos en pos del mismo juguete. Y es posible que el votante detecte que para presumir de la capacidad de poner orden en un pa¨ªs es necesario no tener la salita convertida en una leonera.
Hemos sabido que la filial de los populares en Sevilla ha emprendido una campa?a de SMS entre sus integrantes con el fin de animarles a reclutar votantes en conventos y geri¨¢tricos. Lo dicho: ante la fuga masiva de apoyos hay que buscar por cualquier rinc¨®n, debajo de las alfombras o en las oscuridades de los trasteros. Fletar, incluso, autobuses o conducir en coches particulares a religiosas y ancianos hasta las urnas para que los achaques o la vida contemplativa no interfieran en el ejercicio de sus derechos democr¨¢ticos. La iniciativa se presta a la caricatura y podr¨ªa cobrar tintes de chirigota de caer en boca de Rubalcaba o de otras lenguas b¨ªfidas de la facci¨®n rival: vista de lejos recuerda a una pel¨ªcula de Berlanga, a esas pr¨¢cticas no demasiado higi¨¦nicas tan en boga en el siglo de los caciques, y casi despertar¨ªa pesar si no moviera antes a la compasi¨®n. Mal se aviene el intento de presentar un partido moderno, con perspectiva de futuro, que mira con decisi¨®n a los retos del ma?ana, con la idea de recabar sustento entre aquellos que viven apartados del mundanal ruido, para quienes la vida se reduce a un recuento de las glorias pasadas o rezos en un claustro hasta el que no llega el fragor de las preocupaciones cotidianas. Supongo que es una forma de asegurarse, de contar con la adhesi¨®n de quienes no prestan demasiada atenci¨®n a las trifulcas medi¨¢ticas y nada saben de defenestraciones, del bloque que se hizo a?icos, del drag¨®n feroz al que salieron varias cabezas y se muere de hambre porque ninguna de ellas permite comer a las dem¨¢s. Asilos y conventos, y no universidades, asociaciones de vecinos, sindicatos ni centros comerciales; sin querer, el PP se ha retratado a s¨ª mismo y ha dibujado una panor¨¢mica de lo que espera del porvenir.
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