"No quiero morir en Nanclares"
Cuatro reclusos de la prisi¨®n alavesa con enfermedades en fase terminal siguen encarcelados porque ni su familia ni ninguna instituci¨®n les acoge en sus ¨²ltimos d¨ªas
La c¨¢lida tarde de invierno invita a pasear por el campo. Y eso es lo que m¨¢s anhela Josu. Sus ¨²nicos paseos son los que da en la celda hospitalaria y los estrechos pasillos de la c¨¢rcel de Nanclares. Pese a que ya podr¨ªa estar en libertad, sigue recluido. Jes¨²s Mar¨ªa del R¨ªo, 34 a?os, m¨¢s conocido como Josu, lleva encarcelado desde 2004, sufre sida en fase terminal, agravado por una hepatitis cr¨®nica y un tumor en la garganta, del que est¨¢ siendo tratado. Plenamente consciente de que los meses que le quedan de vida est¨¢n contados, s¨®lo aspira a pasar los ¨²ltimos d¨ªas fuera de la c¨¢rcel.
"S¨®lo espero salir y adaptarme donde me reciban en mis ¨²ltimos d¨ªas"
Instituciones Penitenciarias prev¨¦ para casos como el suyo aplicar el art¨ªculo 104 del Reglamento Penitenciario, que permite la excarcelaci¨®n de enfermos incurables siempre y cuando tengan a alguien que les acoja en el exterior, sea su familia o una instituci¨®n ben¨¦fica. No es el caso de Josu. Nadie le espera tras las rejas; nadie le ha ofrecido una plaza. "La esperanza es lo ¨²ltimo que se pierde", dice resignado. "La c¨¢rcel es muy dura, pero tambi¨¦n los rechazos que sufres hasta para buscar un sitio para morir. No me quiero morir en Nanclares", recalca.
Otros tres presos de la c¨¢rcel alavesa est¨¢n en su misma situaci¨®n: enfermos terminales, podr¨ªan dejar el penal, pero nadie quiere hacerse cargo de ellos. Y dado que su muerte no es inminente, tampoco pueden ser enviados a un hospital, al que podr¨ªan acudir en sus ¨²ltimas horas, pero no uno o m¨¢s meses.
Son los casos extremos de una lista de reclusos que sufren enfermedades graves, pero que aguantan. Jos¨¦ ?ngel Mart¨ªnez de Bujanda, Txarly, el cura de Nanclares, ha sido el primero en criticar la situaci¨®n. Los m¨¦dicos de la c¨¢rcel son quienes proponen aplicar el art¨ªculo 104 a un preso incurable. La petici¨®n pasa a la junta de la c¨¢rcel y se traslada a la Direcci¨®n de Instituciones Penitenciarias, que estudia el caso y lo aprueba o no. El preso tiene que tener antes previsto d¨®nde va a ir. "No se le puede aplicar para que despu¨¦s se muera en la calle. En el caso de Josu y otros tres reclusos se les conceder¨ªa el 104 de manera autom¨¢tica. Llevamos meses busc¨¢ndoles un alojamiento, pero no hay manera", dice el capell¨¢n. ?Y su familia? "La familia no quiere hacerse cargo".
"Si esto sigue as¨ª, est¨¢n condenados a morir en la c¨¢rcel", razona con un punto de enfado.
Alfredo Bienzobas G¨¢rate, de 55 a?os, ya no puede valerse por s¨ª mismo. El sida le est¨¢ devorando. Ha cumplido ya cuatro a?os y medio en las c¨¢rceles de Valdemoro y Nanclares, y uno m¨¢s en Francia. Todo por "tr¨¢fico de armas", dice lac¨®nico. "Lo ¨²nico que quiero es salir de esta puta mierda de c¨¢rcel de una vez", se rebela. "Me aplican el art¨ªculo 104, pero sin nadie fuera, ?a d¨®nde voy as¨ª?" Vizca¨ªno de nacimiento, el equipo de tratamiento de la prisi¨®n lleva seis meses busc¨¢ndole algo en Vizcaya sin resultado. "Me dicen que todo est¨¢ saturado. No hay m¨¢s".
El ¨²ltimo rev¨¦s lo sufri¨® el pasado 27 de diciembre, cuando una instituci¨®n alavesa le mand¨® una carta deneg¨¢ndole una plaza por "la carencia de un alojamiento adecuado a las necesidades psicof¨ªsicas del solicitante". Y Txarly se pregunta: "?No hay alojamiento adecuado por ser una persona presa? ?No hay sitio para nadie que es dependiente y no puede valerse por s¨ª mismo?" No pide ning¨²n privilegio. "Lo ¨²nico cierto es que una persona se va a morir dentro de la c¨¢rcel porque no hay sitio para ¨¦l fuera de ella".
Los presos saben lo que hay, pero algunos no pueden evitar enfadarse. "Me encuentro con una enfermedad incurable y no hay ning¨²n sitio a d¨®nde ir", expone Josu. "Si tuviera a alguien en la calle, no estar¨ªa en la c¨¢rcel. No me queda m¨¢s remedio que aguantar y esperar a ver si sale algo. Me har¨ªa ilusi¨®n salir, aunque se va pasando a medida que transcurren los d¨ªas sin noticias", dice Josu.A los tres a?os que lleva en Nanclares, suma otros cuatro en otras prisiones. Todos por robo. "S¨®lo espero salir, al menos en los ¨²ltimos d¨ªas y adaptarme donde me reciban". Alfredo Bienzobas tambi¨¦n desear¨ªa un paseo y una cerveza.
Al menos, Alfredo cuenta con un "asistente personal" dentro de la c¨¢rcel. Es otro recluso, L. R, de 38 a?os, con buena salud y que se ocupa de la celda hospitalaria. "S¨®lo devuelvo lo que en su d¨ªa otros compa?eros hicieron por mi. Me llena ocuparme de Alfredo y de las otras personas que hay en la enfermer¨ªa. Se les ve voluntad de aguantar hasta el ¨²ltimo minuto. Mi ilusi¨®n es que no sufran". L. R. acompa?a a Alfredo, muy cansado, de nuevo a la celda. Josu les sigue. La puerta de la c¨¢rcel vuelve a cerrarse. Ya es noche cerrada.
Un penal cuestionado
La c¨¢rcel de Nanclares, un edificio inaugurado en 1981 aprovechando la estructura montada durante la Guerra Civil para un campo de trabajo, ha tenido de todo menos un discurrir tranquilo. La existencia de la activa asociaci¨®n en apoyo de los presos Salhaketa hace que no le quiete el foco de encima, a diferencia de lo que ocurre con otros penales del Estado, donde las muertes naturales y los suicidios pasan m¨¢s desapercibidos.
En los ¨²ltimos tres a?os, los informes de Instituciones Penitenciarias han contabilizado un total de 13 muertes en la c¨¢rcel alavesa. Unas se produjeron de forma natural, otras por suicidios y algunas por causas que no se han aclarado y que est¨¢n bajo investigaci¨®n judicial. El hecho de que cuente con m¨¢s de 670 presos (550 es su capacidad m¨¢xima) contribuye al deterioro de las condiciones de vida, seg¨²n Salkaketa.
La ejecuci¨®n del cuestionado nuevo penal para ?lava proyectado por Instituciones Penitenciarias podr¨ªa duplicar la poblaci¨®n de presos en la provincia con una nueva macroc¨¢rcel.
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