Italia en crisis
La ca¨ªda de Prodi deber¨ªa servir para cambiar de una vez un sistema electoral perverso
Los males de la pol¨ªtica italiana no provienen de que un ministro -en este caso el de Justicia, cuya mujer, alto cargo regional, es investigada por corrupci¨®n- aproveche la oportunidad para retirar el apoyo de su min¨²sculo partido cat¨®lico y hacer caer al Gobierno. Ni tampoco de que una votaci¨®n de confianza en el Senado, finalmente, perdida por Romano Prodi como estaba previsto, acabe con insultos y agresiones, brindis y ambulancias, en un estilo ranciamente costumbrista. Aunque no es un mero detalle que este ministro hubiera sido cortejado reiteradamente por Berlusconi, todo eso forma parte del melodrama tan caracter¨ªstico del estilo entre c¨ªnico y humor¨ªstico con que suele desarrollarse el ejercicio de la pol¨ªtica en aquel pa¨ªs.
El mal mayor de la democracia italiana, y la causa de la ca¨ªda del precario Gobierno de coalici¨®n centroizquierdista a los 20 meses de tomar posesi¨®n, es un sistema electoral tan ca¨®tico como singular, a medio camino de casi todo. Su efecto m¨¢s perturbador es una absurda proliferaci¨®n de partidos en el Parlamento y, en consecuencia, el secuestro de cualquier actividad gubernamental por grup¨²sculos muchas veces con intereses parroquiales. La C¨¢mara de Diputados cuenta con 39 partidos y la coalici¨®n en el poder hasta ayer, en medio de una creciente desaprobaci¨®n p¨²blica, inclu¨ªa hasta diez formaciones. Un sistema al que irresponsablemente el anterior primer ministro y ferviente aspirante a repetir en el cargo, el derechista Silvio Berlusconi, acab¨® de dar su forma actual en 2005, para hacerlo todav¨ªa m¨¢s fragmentario y perjudicar as¨ª las posibilidades de Prodi en las elecciones del a?o siguiente.
El presidente Giorgio Napolitano ha iniciado consultas para decidir qu¨¦ salida dar a la crisis, si la de un Gobierno interino o nuevas elecciones. Es conocido que el jefe del Estado se inclina por un Ejecutivo de transici¨®n, capaz de hacer las reformas electorales imprescindibles, por v¨ªa parlamentaria o de refer¨¦ndum, antes de convocar de nuevo a los italianos a las urnas. Pero eso exige complicados acuerdos parlamentarios. La ca¨ªda de Prodi, con su prudente y moderada marcha reformista, es fruto exclusivo de los peores intereses partidistas. No son unos nuevos comicios lo que el pa¨ªs transalpino necesita en estos momentos de amenazadores horizontes econ¨®micos. Quedar¨ªa durante meses sin un Gobierno efectivo. Y con la actual ley electoral -a cuya modificaci¨®n se oponen los partidos marginales- se reproducir¨ªa inevitablemente la jungla partidista.
M¨¢s all¨¢ de la coyuntura, Italia vive una profunda crisis de confianza que sus pol¨ªticos parecen infravalorar. El rifirrafe ayer en el Senado culmina un espect¨¢culo que averg¨¹enza a la gran mayor¨ªa de italianos. Que est¨¢n tambi¨¦n hartos de una situaci¨®n que, si estos d¨ªas puede tener como espejo el amontonamiento de basuras en N¨¢poles, se manifiesta con mucho mayor calado en un progresivo declive econ¨®mico y una menguante influencia internacional.
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