El muy espa?ol af¨¢n por carg¨¢rselo todo
Espa?a no tiene demasiadas cosas que est¨¦n bien, pero de lo que no cabe duda es de que los espa?oles actuales est¨¢n dispuestos a cargarse las pocas que no est¨¢n mal. Los mayores culpables, por el poder que tienen y ejercen con criminal hiperactividad, son los pol¨ªticos, seguidos de los organismos, asociaciones y comit¨¦s oficiales. Uno se pregunta a veces si es antes el huevo o la gallina, es decir, si s¨®lo los muy tontos, corruptos y majaderos alcanzan aqu¨ª puestos de responsabilidad, o si todo el mundo, al alcanzar un puesto de responsabilidad, se vuelve al instante tonto, majadero y corrupto (ya s¨¦, ya s¨¦, siempre hay una excepci¨®n de rigor o dos).
Una de las cosas que estaban bien en este pa¨ªs era que su himno nacional careciera de letra. La bendici¨®n de la m¨²sica es que no tiene significado expreso, y que, por as¨ª decir, permite que el oyente -si se empe?a en ello, y no tiene por qu¨¦- la dote del que prefiera. Esa es una de las razones por las que creo que la m¨²sica es superior a la literatura y seguramente a todas las artes: no dice ni explica, a diferencia de la poes¨ªa y la novela, y no muestra ni se?ala, a diferencia de la pintura y la escultura, y en ese sentido es mucho m¨¢s neutra y libre y menos "impositiva". Que la Marcha de Granaderos, convertida en himno espa?ol en el siglo XVIII, no dijera nada, me ha parecido siempre algo de lo que deb¨ªamos felicitarnos. Su no decir confer¨ªa cierta sobriedad a lo que en principio est¨¢ re?ido con ella -una exaltaci¨®n nacional-, y nos evit¨¢bamos soltar chorradas m¨¢s o menos patrioteras, que es lo que, para su desdicha, hacen los ciudadanos de casi todos los dem¨¢s pa¨ªses.
Pero ahora, de la manera m¨¢s est¨²pida y fr¨ªvola, corremos el riesgo de que nuestro himno tenga letra, y encima una birria. El Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol, sin duda compuesto por gente de cortas luces, sinti¨® envidia de los deportistas e hinchas de otras naciones, que cantan como energ¨²menos en las competiciones internacionales. Sin pens¨¢rselo dos veces, encomend¨® a la Sociedad General de Autores, regida por gente de a¨²n m¨¢s sucintas luces, la convocatoria de un concurso, al que por lo visto se han presentado unos siete mil poemillas idiotas. Si me permito calificarlos a todos as¨ª, es con gran fundamento: si la letrilla ganadora es una absoluta idiotez, ramplona, mal medida, sin calidad literaria alguna, cursi y vacua, c¨®mo tendr¨¢n que ser el resto. Del resultado, en todo caso, no culpo tanto al autor cuanto a los organizadores del asunto, el COE y la SGAE, y al ignominioso "jurado de expertos" que se ha descolgado con la birria. No s¨¦ c¨®mo a esos "expertos" no se les cae la cara de verg¨¹enza, primero por prestarse a la farsa, y luego por proponer semejante vencedora. Queden aqu¨ª los nombres, para su abochornamiento p¨²blico: el music¨®logo Emilio Casares, el historiador Juan Pablo Fusi -qu¨¦ le habr¨¢ pasado a Fusi-, la catedr¨¢tica Aurora Egido, el jurista Manuel Jim¨¦nez de Parga, el compositor Tom¨¢s Marco y la regatista Theresa Zabell. Se han lucido.
Yo me temo que, en esta ¨¦poca de prisas y de hechos consumados, la cosa va a ser imparable, tanto si el Congreso proclama la letra oficial un d¨ªa como si no. Cuando ustedes lean esto, el ubicuo tenor Pl¨¢cido Domingo -raro que haya aceptado, ¨¦l, que reh¨²ye todo protagonismo- ya habr¨¢ cantado por primera vez las chafarrinosas estrofas en un partido de f¨²tbol, a no ser que se eche atr¨¢s en el ¨²ltimo momento. Y si lo secundan los jugadores y parte del p¨²blico -hay una porci¨®n de la ciudadan¨ªa que merecer¨ªa ocupar cargos de responsabilidad, por lo tonta, corrupta, majadera y mim¨¦tica que es-, entonces no habr¨¢ quien detenga la horrible marea desafinada, que -santo cielo- empieza con un "Viva Espa?a" en la tradici¨®n de Pem¨¢n y de Manolo Escobar. Y a partir de ah¨ª, a no pocos espa?oles se nos caer¨¢ la cara de verg¨¹enza ajena cada vez que se entone -es un decir- el bodrio, cuando hasta ahora hab¨ªamos podido escuchar la Marcha de Granaderos con serenidad, sin sobresalto ni rubor.
Se aduce que los dem¨¢s pa¨ªses tienen himnos con letra. All¨¢ ellos. En todo caso, las brit¨¢nica, francesa, alemana o italiana son ya antiguas y por lo tanto anticuadas y por lo tanto inocuas y por lo tanto se cantan s¨®lo por inercia o rutina, y es como si a fuerza de repetici¨®n casi hubieran perdido su significado. Y por eso, por haberse ya convertido en una cantinela ret¨®rica y de tr¨¢mite y m¨¢s bien inofensiva, nadie aceptar¨ªa quebrar la tradici¨®n y que dichas letras se alterasen o suprimiesen. Lo que ni el COE, ni la SGAE, ni el tremendo jurado, ni Pl¨¢cido el t¨ªmido han tenido en cuenta es que nuestra tradici¨®n es ya que el himno carezca de letra, y que romperla es tan intolerable como lo ser¨ªa privar de sus respectivas letras a los himnos mencionados. Por algo ser¨¢ que el nuestro las haya rechazado, y que las tentativas de Marquina (en 1909, por encargo de Alfonso XIII) y Pem¨¢n (en 1937, por encargo de Franco) hayan fracasado y ca¨ªdo en el olvido. As¨ª, quienes opinan que un himno debe poder cantarse no s¨®lo est¨¢n en el error (llevamos m¨¢s de dos siglos sin hacerlo), sino que adem¨¢s muestran una falta de respeto absoluta por la ya venerable Marcha que afirman querer realzar y homenajear. M¨¢s da la impresi¨®n de que hubieran pensado: "?Qu¨¦ nos queda en Espa?a que no est¨¦ mal, para pod¨¦rnoslo cargar?".
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