Tacos y derivados
La lengua castellana, o sea, el idioma espa?ol, como la mayor¨ªa -exceptuando, seg¨²n o¨ª decir, el vascongado- dispone de un abundante y variado surtido de expresiones verbales rotundas, lo que se llaman tacos, juramentos o palabrotas. Hace tiempo que dejaron de ser patrimonio de las clases bajas, de los jugadores, soldados y hombres solos, en general La maldici¨®n, el exabrupto, la blasfemia, la palabra malsonante, han pasado al dominio p¨²blico, seg¨²n la normativa m¨¢s democr¨¢tica: sin exclusi¨®n de sexo, edad, raza, religi¨®n o inclinaciones sexuales. Ya no es el imperativo aislado debido a una provocaci¨®n externa, un martillazo en el pulgar, por ejemplo, o la reprobable costumbre del s¨¢bado noche entre los hombres que volv¨ªan vacilantes de la taberna.
La maldici¨®n, la palabra malsonante, la blasfemia, han pasado al dominio p¨²blico sin exclusi¨®n
Quiz¨¢ m¨¢s que un problema de educaci¨®n y de respeto al pr¨®jimo se trate de carencia de vocabulario, del empobrecimiento progresivo de algo que s¨®lo se aprende y prospera con la lectura, el estudio o el trato con personas ilustradas. Repiten, faltando a la verdad, que se ha vencido casi totalmente al analfabetismo, lo que, en t¨¦rminos estad¨ªsticos puede ser cierto, pero la cultura, aun en sus manifestaciones m¨¢s elementales, no consiste en saber reproducir los signos ortogr¨¢ficos. Deletrear una palabra no significa conocer su significado, que es lo que critican los expertos a la ense?anza primaria y media: el alumno ignora el sentido de lo que lee. Y as¨ª comprobamos, con desaliento, el bajo nivel, no s¨®lo de los escolares, sino de los licenciados, doctores y profesores en general.
Pese a ello, contamos con un nutrido elenco de universidades, algo que contradice el propio concepto singular, pues en l¨®gica acad¨¦mica Universidad solo deber¨ªa haber una. Son poqu¨ªsimas las comunidades aut¨®nomas que carecen de ella, lo que remedian Madrid y otras grandes poblaciones espolvore¨¢ndolas por los barrios. Los sajones, m¨¢s cautos, los llaman colegios y el prestigio es algo duro y dif¨ªcil de conseguir y mantener. La marea fue imparable: universidades y museos, a cascaporrillo, con amplia tolerancia acerca de los contenidos.
Pese a la proliferaci¨®n, sin aumentar la n¨®mina de conocimientos entre la poblaci¨®n escolar parece haberse difundido en mayor medida el n¨²mero de vocablos, el lenguaje soez, no imputable a la ni?ez o juventud. Para que no crean que nos cogemos la memoria hist¨®rica con papel de fumar, el aprendizaje de las expresiones m¨¢s crudas era com¨²n, desde las primeras edades, pero coexist¨ªa con el c¨®digo de no pronunciarlas delante de los padres, las se?oras, los ancianos o los maestros. Tambi¨¦n era comprobable que los mismos nefandos conocimientos llegaban al o¨ªdo de las chicas y en mi larga vida no he conocido una sola mujer que ignorara el lenguaje de los carreteros y la interpretaci¨®n correcta de todo ello. No creo que pueda reprocharse de hipocres¨ªa, sino como prudencia, respeto y sentido de la relaci¨®n de unos con otros. Durante siglos los mayores han ignorado la vastedad de informaci¨®n que ten¨ªan sus hijos -no siempre de buena calidad, hay que confesarlo- sin recordar que ellos mismos pasaron por id¨¦ntico aprendizaje. Ni se puede ni debe reprenderse la utilizaci¨®n de la prosodia de los arrieros, porque no hay ciencia infusa, toda es adquirida. Los medios de comunicaci¨®n de mayor influencia son los vistos y escuchados, retray¨¦ndose la informaci¨®n impresa, que puede ser consultada y modificada en su caso. La televisi¨®n, especialmente, contribuye al cerrilismo y ordinariez que nos rodea. Pel¨ªculas dobladas a nuestro idioma traducen expresiones hiperb¨®licas como tacos directos, expl¨ªcitos, a veces ofensivos, no expresados en la lengua original. La degradaci¨®n corre pareja con el mundo de las imagenes, y rara es la pel¨ªcula espa?ola que ahorra la raci¨®n de jadeos, perfectamente suprimibles al menospreciar la sensibilidad de los espectadores, cuando la c¨¢mara enfoca a dos personas -antes, siempre de distinto sexo- que caen abrazadas sobre una superficie mullida.
Reservar las locuciones escatol¨®gicas al entorno ¨ªntimo de la camarader¨ªa se llamaba educaci¨®n, ni siquiera buena educaci¨®n. No ense?amos a las nuevas generaciones la variedad y riqueza de nuestro idioma; esto dicho, tambi¨¦n es cierto que mucha gente joven y madura elige comportarse con respeto ante el pr¨®jimo, porque s¨®lo es cuesti¨®n de propon¨¦rselo y elegir, como nos dijo Cervantes, entre la carta de m¨¢s y la carta de menos.
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