Bancos bisexuales
Primero fue en la alta costura, despu¨¦s en la alta cocina, y ahora el s¨ªndrome de la fusi¨®n est¨¢ entrando en lugares ins¨®litos y poco dados a ella. La ¨²ltima modalidad de este aire de los tiempos que nos agita y nos mezcla, nos desarbola, nos funde y nos confunde, la he experimentado en mi sucursal bancaria, lugar antes modoso, algo triste y por supuesto exento de toda ambig¨¹edad sexual, desde hace poco convertido en escaparate rutilante y lugar de encuentro de la gente m¨¢s mod del barrio.
La sucursal estuvo cerrada un largo tiempo por obras, y los imponentes y dem¨¢s clientes nos vimos obligados a trasladar nuestra peque?a fortuna o nuestras miserias a otra oficina cercana, donde alguno de los empleados conocidos segu¨ªa atendiendo en ventanillas prestadas. Luego observamos con asombro que el gran chafl¨¢n ocupado por la sucursal de toda la vida luc¨ªa entre los escombros de alba?iler¨ªa una barra de bar muy vistosa y una moderna cafetera italiana envuelta en pl¨¢sticos; nuestro banco, pens¨¦, va a ofrecer el est¨ªmulo de un cortado cuando la cola en caja sea larga o nuestro saldo en rojo amenace con deprimirnos. Poco a poco, sin embargo, se fue viendo que en el antiguo y espacioso local del banco hab¨ªa expositores de bar o confiter¨ªa, veladores, sillas coquetas, banquetas altas, sof¨¢s de dise?o, y un buen d¨ªa, antes de que fuese posible efectuar un ingreso o consultar el saldo, una franquicia de origen colombiano abri¨® sus puertas al p¨²blico.
Ahora el s¨ªndrome de la fusi¨®n est¨¢ entrando en lugares ins¨®litos y poco dados a ella
Con el temor de que mis ahorros se hubiesen fundido o molido en la transformaci¨®n, me decid¨ª a entrar en el lugar donde, de modo incongruente, segu¨ªan las siglas del banco junto al nombre de la cafeter¨ªa. Fui atendido al instante por una simp¨¢tica camarera, sinti¨¦ndome obligado, para que no me tomara por un voyeur de hosteler¨ªa, a pedir una consumici¨®n; en la duda de la amplia oferta eleg¨ª un "caf¨¦ extremo", ignorando que la expresi¨®n, lejos de referirse a un solo muy cargado, quer¨ªa decir que la infusi¨®n llevaba alcohol. "?Y qu¨¦ le provoca para acompa?ar su cafesito?", me pregunt¨® la dependienta en su dulce entonaci¨®n latina. Hab¨ªa bu?uelos grandes como balas de ca?¨®n, brownies, donuts, muffins e incluso un surtido de tartas evidentemente nacionales; sin tener hambre ped¨ª una napolitana de crema, leyendo de refil¨®n en la pizarra superior del establecimiento que tambi¨¦n se ofrec¨ªa una amplia selecci¨®n de granizados y nevados de nata, sea lo que sea esto ¨²ltimo. Instalado en uno de los elegantes sofacitos, y mientras ol¨ªa el aroma aguardentoso de mi extremado caf¨¦, algo se interpuso de pronto en mi campo de visi¨®n: un cajero autom¨¢tico medio camuflado tras una columna. Hab¨ªa banco, despu¨¦s de todo.
Una semana despu¨¦s de la apertura de la cafeter¨ªa reabri¨® sus puertas la oficina bancaria propiamente dicha, y all¨ª estaban, de manera reconfortante, aunque desplazados al culo del local, mis m¨¢s familiares rostros del BBVA, la entidad a la que llevo una vida confiando mis ahorros; me tranquiliz¨® comprobar que en sus mesas no hab¨ªa posos de caf¨¦ ni tazas sucias apiladas ni migas de muffin. Al ir a ingresar un cheque con la unci¨®n de los viejos actos rituales, el cajero me anunci¨® que el banco piensa abrir m¨¢s locales, en Madrid y el resto de nuestra geograf¨ªa, combinando el esparcimiento con el dep¨®sito, aunque, me aseguraron mis amigos de la sucursal, su propio trabajo seguir¨¢ centrado en el cash y nunca en el catering.
Pero al llegar a casa me entr¨® una ansiedad: ?ser¨¢ este h¨ªbrido del bancaf¨¦ o coffee-house-bank un indicio de crisis, quiz¨¢ el aviso de un inminente corralito espa?ol? Tambi¨¦n me acord¨¦ de que mi banco me cobra cada vez m¨¢s comisiones por cualquier servicio que me presta. ?Apuros econ¨®micos en las altas esferas? No es el caso, por fortuna. Hace s¨®lo unos d¨ªas, el se?or presidente de mi citado grupo bancario, don Francisco Gonz¨¢lez, ha declarado con l¨®gico orgullo que las ¨²ltimas crisis en el sector no afectan a su entidad, dando unas cifras de resultados espectaculares: el BBVA obtuvo hasta el pasado septiembre un beneficio neto de 4.756 millones de euros, un 29,4% m¨¢s que en el mismo periodo del a?o 2006. Mi modesto fondo de pensiones, mi cuenta corriente o -cuando menos- las ganancias y sueldos de los directivos, est¨¢n a salvo.
El banco capuccino, el jugador de f¨²tbol convertido en hombre-s¨¢ndwich del c¨¦sped, los teatros de la Gran V¨ªa o la plaza de Jacinto Benavente con nombre de tel¨¦fono m¨®vil o marca de helado, los minicines que expenden m¨¢s palomitas que entradas, las librer¨ªas que sirven copas, los peri¨®dicos que por un m¨®dico precio completan tu cuberter¨ªa o te hacen una cultura musical. Nada ya es una sola cosa, todo es fusi¨®n, y un d¨ªa, sin darnos cuenta, nos despertaremos del sue?o de la raz¨®n pura convertidos alegremente en andr¨®ginos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.