La infamia
Para entender el caso de las sedaciones de Legan¨¦s hay que imaginarse all¨ª, en las urgencias del Severo Ochoa. "Llega una mujer de unos 44 a?os, con un c¨¢ncer de pulm¨®n con met¨¢stasis. Era un caso intratable. Pesaba 33 kilos. Estaba consumida. Los hijos la trajeron a urgencias porque llevaba una semana gritando del dolor, y eso que estaba en casa con una dosis alt¨ªsima de morfina. Eran chicos j¨®venes y estaban destrozados". Miguel ?ngel L¨®pez Varas, el n¨²mero dos de Luis Montes, insiste en dar los detalles. Es necesario para saber de qu¨¦ hablamos cuando hablamos de sedaci¨®n terminal. "Pens¨¦ que con cinco miligramos de morfina la calmar¨ªa. Pero no fue suficiente. Le puse 15, pero la mujer segu¨ªa gritando entre dolores terribles. Le sub¨ª la dosis, hasta 90 miligramos, y le di 95 miligramos de midazolam [un sedante] hasta que se acab¨® el de la urgencia y le puse 200 miligramos de tranxilium a chorro. No le hicieron nada porque llevaba tres a?os en su casa acostumbrada a tomar dos gramos de morfina diarios. ?Qu¨¦ ten¨ªa que haber hecho?".
Cuatro m¨¦dicos tuvieron que irse a trabajar a Toledo. Nada m¨¢s llegar, el PP pidi¨® que les expulsaran
Lamela ignor¨® los informes de la consejer¨ªa que atribu¨ªan la alta mortalidad en urgencias a la falta de camas
L¨®pez Varas no ha olvidado las sensaciones de aquel d¨ªa de oto?o de 2004, unos meses antes de que estallase el esc¨¢ndalo, y recuerda las cifras exactas. "Entonces tuvo que venir Montes, que es anestesista, y sedarla con pentotal", una droga que s¨®lo los especialistas manejan. "La mujer pas¨® unas 24 horas m¨¢s en el hospital, con su familia, en una habitaci¨®n aparte, calmada, dormida. Sus hijos pudieron despedirse de ella". L¨®pez Varas mira al suelo y murmura: "De esto va el caso Legan¨¦s".
El m¨¦dico ya no est¨¢ en el hospital. Estuvo imputado por 10 de las 15 sedaciones que investig¨® el juzgado (de los 400 casos iniciales, ¨¦se fue el n¨²mero que llev¨® a ser investigado; el resto se cayeron por s¨ª solos) y ahora trabaja en Illescas (Toledo). Tras renunciar a su plaza en Legan¨¦s por el acoso sufrido, el 9 de junio de 2006 se incorpor¨® a su nuevo empleo. En Toledo estaban ya sus compa?eros de Legan¨¦s Jorge Olalla, Susana Cortizo y Jos¨¦ Luis Men¨¦ndez, todos represaliados por el Gobierno regional de Madrid, del PP. "Me dijeron que no me molestara en buscar trabajo en Madrid", recuerda Men¨¦ndez, uno de los imputados por el bulo de las sedaciones y que el lunes pasado vio c¨®mo la Audiencia archivaba definitivamente el caso, ordenaba retirar cualquier alusi¨®n a la mala pr¨¢ctica m¨¦dica y limpiaba el nombre de los m¨¦dicos.
Ya en Toledo cre¨ªan haber pasado lo peor. Pero no iba a ser tan sencillo. S¨®lo 13 d¨ªas despu¨¦s, el PP de Toledo manifest¨® en un comunicado "su preocupaci¨®n" porque "cuatro m¨¦dicos supuestamente implicados en las sedaciones irregulares monopolicen" las urgencias de Illescas. "Ah¨ª me di cuenta de que quer¨ªan acabar con nosotros, que no iban a parar", sostiene L¨®pez Varas, de enormes patillas y lengua afilada, que ha llevado el calvario con entereza.
El di¨¢logo se produce en la puerta del Severo Ochoa con seis de los 11 m¨¦dicos imputados por las sedaciones y dos degradaos de sus puestos por apoyar a Luis Montes, ex coordinador de urgencias de Legan¨¦s. Los vecinos que salen del hospital les saludan desde el coche -"enhorabuena, doctor"- y les palmean. En media hora son seis saludos, y uno que sale gritando del centro les espeta: "No me extra?a que les denuncien, este hospital es una mierda". Montes mira al suelo y alza las cejas con resignaci¨®n. As¨ª ser¨¢ su vida durante a?os. Recibe decenas de cartas de apoyo y alg¨²n insulto. El mi¨¦rcoles escuch¨® c¨®mo en TVE el ex portavoz de Aznar Miguel ?ngel Rodr¨ªguez le llam¨® nazi. Sin pruebas y sin inmutarse.
Todos tienen historias similares. A Diego Gamero le dijeron que era "uno de los mejores m¨¦dicos de urgencias", pero que ten¨ªan ¨®rdenes de no renovarle el contrato, y ahora trabaja en la sanidad privada; Jorge Olalla lleg¨® un d¨ªa a su puesto de trabajo y le espetaron que ya no trabajaba all¨ª, que la noche antes le hab¨ªan despedido por burofax; a Fernando Gimeno le mandaron de vuelta a su plaza en M¨®stoles tras 16 a?os como jefe de urolog¨ªa del Severo Ochoa y de haber colocado a su servicio entre los mejores de Espa?a; Joaqu¨ªn Insausti fue destituido como jefe de la unidad del dolor; Frutos del Nogal fue relevado como jefe de la UVI... De los 14 m¨¦dicos de urgencias que hab¨ªa con Montes no queda nada; cinco jefes de servicio y de enfermer¨ªa fueron relevados; el hospital se llen¨® de c¨¢maras para grabar a los que protestaban.
Como la mujer que cuenta L¨®pez Varas, otros 150 enfermos terminales ag¨®nicos fallecieron sedados en las urgencias de Legan¨¦s entre 2002 y marzo de 2005.
La sedaci¨®n terminal, el tratamiento paliativo cuando todo falla para dormir al paciente incluso si acelera la muerte, est¨¢ aceptada por la OMS, las sociedades m¨¦dicas y hasta por la Iglesia cat¨®lica. Pero al ex consejero de Sanidad de Madrid Manuel Lamela, del PP, actualmente titular de Transportes en el gobierno de Esperanza Aguirre, le debi¨® de parecer un horror cuando el 2 de marzo de 2005 recibi¨® una denuncia an¨®nima sobre "400 homicidios en el Severo Ochoa". El texto, torpemente redactado, parti¨® del hospital -los m¨¦dicos tienen sus sospechas, pero la investigaci¨®n policial se cerr¨® sin culpables-. El an¨®nimo atribu¨ªa a Montes el deseo de acabar con cientos de enfermos "para ahorrar dinero al centro".
El caso era descabellado de principio a fin. La forma (el an¨®nimo) era rid¨ªcula, y los motivos (el ahorro) absurdos. Los datos eran ciertos, pero los antecedentes recomendaban tomar distancia. A finales de 2002 hubo un an¨®nimo similar. "El entonces gerente del centro, Jes¨²s Rodr¨ªguez, me dijo que quer¨ªa destituir a Montes, que era intolerable. Yo era director m¨¦dico y me negu¨¦. Llevamos el caso a la consejer¨ªa y ellos enviaron una inspecci¨®n", explica ahora Gimeno.
La consejer¨ªa ya estaba en manos del PP. El entonces consejero, Jos¨¦ Ignacio Ech¨¢niz, ha sido hasta ahora diputado popular. Tras las elecciones de mayo de 2003, y mientras se dirim¨ªa si el presidente ser¨ªa el socialista Rafael Simancas o Esperanza Aguirre, Alfredo Macho lleg¨® al frente de la consejer¨ªa. El responsable de sanidad de los socialistas madrile?os, Lucas Fern¨¢ndez, recuerda c¨®mo se llev¨® aquella primera denuncia: "Me llamaron a comer, me dijeron que hab¨ªa una denuncia y que lo iban a investigar. Quer¨ªan que lo supiera para que no me enterara por fuera. Me pareci¨® bien y no hubo ning¨²n esc¨¢ndalo. Aunque era el verano del tamayazo, no hicimos oposici¨®n con esto".
La Consejer¨ªa de Sanidad encarg¨® a dos de sus inspectores que fueran a Legan¨¦s, que estudiasen el caso, que hablasen con los m¨¦dicos, los familiares y las enfermeras y que hicieran un informe. Tras dos meses all¨ª, el 18 de septiembre de 2003, los inspectores concluyen que "no hay mala praxis" en las sedaciones a pacientes terminales. El informe atribuye la alta mortalidad en urgencias -el argumento favorito del PP para culpar a Montes- a la falta de camas. El hospital estaba dise?ado para 240.000 personas, pero atend¨ªa a 400.000, y, ante el colapso, en 2002, el Ministerio de Sanidad, en manos del PP, construy¨® en urgencias dos peque?as salas para terminales. No hab¨ªa camas en medicina interna, lugar ideal para los moribundos. La existencia de esas salas no era ning¨²n secreto. En los planos de la urgencia que marcan las salidas de emergencia aparec¨ªan con un letrero: "Terminales y aislados". Por eso mor¨ªa m¨¢s gente en urgencias. La consejer¨ªa no tom¨® medidas contra los m¨¦dicos. El sentido com¨²n hab¨ªa triunfado. Caso cerrado.
El d¨ªa que los inspectores entregan su informe, Luis Montes llama al presidente del Comit¨¦ de ?tica de Getafe y de la Comisi¨®n Deontol¨®gica del Colegio de M¨¦dicos de Madrid, Miguel Casares, y le pide que audite su trabajo. Sabe que le vigilan, que tiene enemigos en la urgencia que dirige desde 2000 con mano firme, sobre todo con los m¨¦dicos que estaban antes de su llegada. El 1 de diciembre de 2003, Casares concluye que en las sedaciones no hay mala praxis y alaba a Montes. El ¨²ltimo p¨¢rrafo no deja lugar a dudas: "Mi respeto y admiraci¨®n a todos los profesionales del servicio de urgencias, que tantas veces en condiciones de gran presi¨®n asistencial est¨¢n comprometidos en proporcionar una asistencia de calidad a estos pacientes".
Por si acaso, Montes aprueba un protocolo de sedaci¨®n que obliga a que el tratamiento lo firmen dos m¨¦dicos y a que los familiares consientan por escrito. Cre¨ªa haberse cubierto las espaldas. No volver¨ªa a pasar por aquello. Error.
El 10 de marzo de 2005, Lamela llama a Casares y le pide el informe del Comit¨¦ de ?tica de Getafe. "Quer¨ªan tener los antecedentes del caso. Evidentemente, les dio igual lo que yo dec¨ªa", recuerda Casares, que dimiti¨® del Colegio de M¨¦dicos porque estaba controlado por la consejer¨ªa.
Durante meses, y dado que Lamela es abogado del Estado, mucha gente atribuy¨® su nefasta gesti¨®n de la crisis a que no conoc¨ªa la denuncia previa y la actuaci¨®n de sus antecesores. La llamada a Casares demuestra que s¨ª lo conoc¨ªa. "Yo creo que se puso nervioso cuando la asociaci¨®n Defensor del Paciente le escribe y le dice que tambi¨¦n ha recibido la denuncia y que se la ha mandado al Ministerio de Sanidad. Teme que el Gobierno le acuse de taparlo todo porque ¨¦l recibi¨® la denuncia el 2 de marzo, y decide golpear primero", explica una persona que trat¨® al consejero esos d¨ªas.
El 11 de marzo, en el Bosque de los Ausentes en memoria de las 191 v¨ªctimas del 11-M, Lamela llama a un aparte al socialista Simancas y le advierte: "Tengo una denuncia de 400 eutanasias en Legan¨¦s muy documentada. Es muy gordo. Hablamos de eutanasia activa, masiva y continuada".
Montes llega a urgencias a las 7.45, como cada d¨ªa. "Me llam¨® el gerente, Adolfo Berm¨²dez de Castro, a media ma?ana y me dijo que me ten¨ªa que ir, que hab¨ªa una nueva denuncia de las sedaciones". Menos de media hora despu¨¦s, Montes paseaba nervioso por urgencias. Golpeaba un cigarrillo habanos contra el paquete. "Estoy muy tranquilo", dijo a este periodista. Se encerr¨® en su despacho y s¨®lo sali¨® despu¨¦s de las cuatro de la tarde, y escoltado por los guardas de seguridad. Comenzaba la purga.
Lamela hab¨ªa decidido que lo de Legan¨¦s era muy grave, que iba a destituir a toda la c¨²pula del centro. Es dif¨ªcil pensar que el consejero esperara tanta oposici¨®n: los m¨¦dicos del centro se alzaron, luego los sindicatos y los vecinos... El consejero comienza entonces una err¨¢tica huida hacia adelante. Primero denuncia el caso a la fiscal¨ªa, env¨ªa al centro a los inspectores de la consejer¨ªa para que revisen 25 casos de sedaciones que la comisi¨®n de mortalidad del hospital hab¨ªa encontrado dudosos. Los inspectores afirman que no ven mala praxis y que todos los pacientes eran terminales. Lamela pod¨ªa haber cerrado aqu¨ª el asunto, pero decide que sus inspectores est¨¢n contaminados y nombra a dedo un comit¨¦ de expertos para que analicen las historias. Ha nacido la comisi¨®n Lamela, con nombres sesgados hacia la derecha y el catolicismo.
Uno de esos d¨ªas, el doctor Javier Mart¨ªnez Salme¨¢n, amigo de Montes, reputado ginec¨®logo y jefe de servicio del Severo Ochoa, contacta con Lamela a trav¨¦s de Hern¨¢n Cort¨¦s Funes. ?ste es el l¨ªder de la comisi¨®n Lamela, onc¨®logo del hospital Doce de Octubre y compa?ero de golf de Aguirre. Quedaron una tarde en un reservado del hotel Ritz. Lamela y Salme¨¢n con Cort¨¦s Funes de testigo. "Lamela dec¨ªa que estaba todo clar¨ªsimo, que era muy grave y que estaba escrito. Se basaba en los informes de la comisi¨®n de mortalidad que hab¨ªa considerado 'irregulares, no indicadas, indebidas o en exceso' unas sedaciones. Yo le llev¨¦ la respuesta que los m¨¦dicos a esos casos mandaron por escrito a la comisi¨®n y ¨¦l comenz¨® a leerlos", recuerda Salme¨¢n.
En esas respuestas, de diciembre de 2004, los m¨¦dicos de urgencias detallan que los pacientes eran terminales, que uno de ellos hab¨ªa sido calificado en Getafe como "pron¨®stico infausto en breve" y el resto eran discrepancias m¨¦dica entre si era mejor usar tranxilium o dormicum. "Lamela los ley¨® muy atento y despacio, y me dio la impresi¨®n de que no conoc¨ªa esos documentos, pero cuando le pregunt¨¦ me dijo que ya los hab¨ªa visto", explica Salme¨¢n.
En esa larga conversaci¨®n, el m¨¦dico pide al consejero que reponga en su puesto al gerente, ya que s¨®lo lleva unos meses en el cargo y todo ocurri¨® con su antecesor, Jes¨²s Rodr¨ªguez. Ah¨ª, Lamela da una respuesta que explica mucho de su actuaci¨®n, tal vez todo: "Pol¨ªticamente, ya no puedo dar marcha atr¨¢s. No se entender¨ªa". Ya estaba metido en aquello hasta las cejas y no iba a dar marcha atr¨¢s. Si lo hac¨ªa, su carrera pol¨ªtica estaba terminada. El esc¨¢ndalo era ya el mayor de la sanidad p¨²blica y ¨¦l ya hab¨ªa declarado: "Las irregularidades en Legan¨¦s ten¨ªan resultado de muerte". Una acusaci¨®n demasiado grave. Este diario ha intentado, sin ¨¦xito, obtener la versi¨®n de Lamela, que se fue de vacaciones a Baqueira en pleno esc¨¢ndalo.
Los m¨¦dicos de Legan¨¦s est¨¢n convencidos de que Lamela dirig¨ªa una amplia campa?a contra la sanidad p¨²blica y los cuidados paliativos con motivaciones religiosas, que pretend¨ªa hacer frente a la demanda social que las pel¨ªculas Mar adentro y Million dollar baby hab¨ªan impulsado ese a?o y desgastar al PSOE. Pero esa hip¨®tesis s¨®lo encaja a martillazos. Lamela es un liberal, un hombre de Rodrigo Rato que ha acudido a matrimonios homosexuales, no es un legionario de Cristo. Es cierto que privatiz¨® los cuidados paliativos a domicilio en Madrid, pero, como explica el socialista Fern¨¢ndez, "lo hizo a los hermanos San Juan de Dios. Los paliativos no dan dinero ni hay grandes intereses, y la orden no se forr¨®". Es probable que todo fuese m¨¢s sencillo: que no pod¨ªa dar marcha atr¨¢s, y que luego se sumaron los grupos m¨¢s derechistas, la emisora de los obispos y el propio PP madrile?o.
Le va en el car¨¢cter. En 1996, nada m¨¢s llegar al Gobierno el PP, Lamela organiz¨® desde el Ministerio de Hacienda otro esc¨¢ndalo similar. Denunci¨® que el PSOE hab¨ªa perdonado 200.000 millones de pesetas a sus amigos mediante una amnist¨ªa fiscal encubierta. Nunca m¨¢s se supo de aquello.
Mientras Lamela maniobra con su comisi¨®n de expertos, la fiscal¨ªa encarga a la cl¨ªnica m¨¦dico-forense de Madrid que analice las historias cl¨ªnicas y le diga si ve algo raro. Pero no lo ve. Cuando el fiscal jefe de Madrid, Manuel Moix, nombrado con el PP, se dispone a archivar el caso, Lamela recibe el informe de sus expertos. ?stos, sin hablar con los m¨¦dicos ni los familiares, concluyen que hay 73 sedaciones "no indicadas, contraindicadas o inadecuadas".
El informe contiene errores de bulto y posiciones de partida err¨®neas, como demostr¨® la Sociedad Espa?ola de Epidemiolog¨ªa. La comisi¨®n Lamela justific¨® sus conclusiones en que los pacientes con m¨¢s dosis de sedantes fallec¨ªan antes. Los epidemi¨®logos replicaron: "Los pacientes m¨¢s graves, los que se mueren antes, reciben m¨¢s dosis de sedantes debido precisamente a la gravedad de su situaci¨®n".
Los expertos de la consejer¨ªa no lograban establecer la conexi¨®n causa-efecto, pero le dieron a Lamela tiempo. Con ese informe, la consejer¨ªa denunci¨® el caso al juzgado y desactiv¨® la investigaci¨®n del fiscal (a punto de archivarse), ya que cuando un juez se hace cargo de la investigaci¨®n, el ministerio p¨²blico se tiene que inhibir. El 24 de mayo de 2005, el viceconsejero de Sanidad Arturo Canalda presenta en el juzgado la denuncia contra sus m¨¦dicos. Canalda, hoy defensor del menor de Madrid, sostiene: "No me siento responsable de nada de nada". Ese escrito, de tres folios, es la prueba del bulo del PP, que ahora niega en su argumentario que judicializase el caso. S¨ª lo hizo, aunque lo nieguen Eduardo Zaplana y Esperanza Aguirre. La denuncia cay¨® en el Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 7 de Legan¨¦s, del juez Rafael Rosel, que en contra del criterio del fiscal comenz¨® a imputar.
De las historias quedaron 15 sospechosas, y llam¨® a los 11 m¨¦dicos que hab¨ªan firmado las sedaciones (en cada caso hac¨ªan falta dos firmas). Encarg¨® un nuevo informe, el en¨¦simo, al Colegio de M¨¦dicos, controlado por una persona pr¨®xima a la consejer¨ªa, Juliana Fari?as, y se emiti¨® un dictamen plagado de errores. Consideraron que una sedaci¨®n era indebida porque el paciente hab¨ªa fallecido minutos despu¨¦s de que le aplicaran la morfina. En realidad hab¨ªan confundido las 23.00 por las 11.00, y el paciente no hab¨ªa pasado minutos con la sedaci¨®n, sino 12 horas y minutos. M¨¢s de dos a?os despu¨¦s, el 22 de junio pasado, el juez no tuvo m¨¢s remedio que archivar el caso. Pero lo hizo dejando abierta la posibilidad de que se hubiese registrado en alg¨²n momento mala pr¨¢ctica.
El caso se hab¨ªa cerrado en falso, y Montes y L¨®pez Varas recurrieron a la Audiencia para eliminar esa referencia. Los otros nueve m¨¦dicos imputados no recurrieron porque les defend¨ªa una empresa de seguros que no quiso correr el riesgo. El resultado es conocido: la Audiencia Provincial considera que esa referencia fue un exceso del juez y ha ordenado retirar cualquier referencia a la mala pr¨¢ctica.
Montes est¨¢ ahora tranquilo. "No dej¨¦ de venir ni un d¨ªa a trabajar. Al d¨ªa siguiente de mi relevo me llam¨® Canalda al m¨®vil y me pregunt¨® si me interesar¨ªa irme a otro centro. Le dije que no. Era un pulso desde el primer momento. Al d¨ªa siguiente estaba a las 7.45 en mi plaza de anestesista. Estuve cuatro meses recicl¨¢ndome antes de entrar en quir¨®fano".
El m¨¦dico era un desconocido para la opini¨®n p¨²blica, pero no en el mundo m¨¦dico. En los a?os setenta milit¨® en un grup¨²sculo anarquista llamado Solidaridad y fund¨® la editorial ZYX. Su nombre de la clandestinidad era Felipe; el de Frutos del Nogal, jefe de la UVI hasta que fue relevado, era Macario. A principios de los ochenta, si una chica quer¨ªa abortar en Espa?a ten¨ªa que ir al hospital de M¨®stoles. Salm¨¦an era de los pocos que hac¨ªan abortos en Espa?a, y Montes era su anestesista. El grupo era conocido como Sendero Luminoso ,y juntos fueron a Legan¨¦s cuando abri¨® en 1985. Esto tambi¨¦n explica la inquina que el PP ha mostrado en el caso contra los m¨¦dicos.
En 2006, Lucas Fern¨¢ndez se reuni¨® con Lamela para acordar un pacto sanitario en la Comunidad. Cuando el socialista le pidi¨® que arreglara el caso del Severo Ochoa, el consejero respondi¨®: "Se arreglar¨¢ cuando haga lo que tengo que hacer: destituir a cinco jefes de servicio". Lo hizo en agosto. Del grupo de amigos, s¨®lo queda Salme¨¢n en el cargo.
Los represaliados no tienen ninguna duda de que hicieron lo correcto. Andr¨¦s Bernardo Aranda fue el ¨²nico que vivi¨® una instrucci¨®n por separado. La familia de C¨¢ndido Pesta?a fue la ¨²nica de las 151 fallecidas que se sum¨® a las denuncias. El juez archiv¨® el caso. Pesta?a ten¨ªa 78 a?os, un c¨¢ncer y una enfermedad pulmonar. Entr¨® terminal y la familia apoy¨® la sedaci¨®n. El juzgado alab¨® la actuaci¨®n del m¨¦dico.
Andr¨¦s, que hoy rota en unas pr¨¢cticas por varios hospitales, pasa unas semanas en el hospital Severo Ochoa. No tiene duda de que hizo lo correcto. "Hace seis meses muri¨® mi suegro, una persona joven, de un c¨¢ncer de pulm¨®n. ?l pidi¨® que cuando se fuera a morir lo sedaran. Lo hice en su casa y muri¨® tranquilo y dormido en lugar de hacerlo entre ahogos y dolores. Quiz¨¢ habr¨ªa podido vivir unas horas m¨¢s en la agon¨ªa. Pero eso no merece la pena. La gente en Espa?a muere mal, con dolor, sufriendo ellos y sus familiares, pero no hay necesidad".
De esto va el caso de las sedaciones de Legan¨¦s.
Una campa?a de acoso institucional y medi¨¢tico, abanderada por el consejero madrile?o Manuel Lamela, denigr¨® durante tres a?os a m¨¦dicos del hospital p¨²blico de Legan¨¦s por sedar a enfermos terminales. Todos han sido ahora exonerados judicialmente. Nadie les ha pedido perd¨®n. ?sta es la historia de la infamia. De sus autores. Y de sus v¨ªctimas
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