Pasarela al poder
Llegar al El¨ªseo no figuraba en los planes de Carla Bruni, que se autodefine como "domadora de hombres", pero parece dispuesta a sacar el m¨¢ximo partido de su papel
Lo ¨²ltimo que pod¨ªa esperarse de Carla Bruni, una "domadora de hombres", seg¨²n definici¨®n propia, es que aceptara convertirse en primera dama de Francia, un papel encorsetado que espant¨® a su antecesora. ?Lo domar¨¢ tambi¨¦n a su gusto la nueva presidenta? Su boda con Nicolas Sarkozy (primera para ella, tercera para ¨¦l) tiene, en todo caso, la apariencia de ser una operaci¨®n de imagen urdida con la colaboraci¨®n de un publicitario, Jacques S¨¦gu¨¦la, hoy uno de los mejores amigos de Sarkozy.
El propio S¨¦gu¨¦la ha contado los pormenores de la cena, organizada por ¨¦l mismo, en la que se produjo el irresistible flechazo entre los dos protagonistas de la historia. Era urgente resta?ar la herida abierta en el coraz¨®n y en el orgullo del presidente franc¨¦s por la huida de su anterior esposa, C¨¦cilia Cyganer, hace apenas tres meses. Un triunfador como Nicolas Sarkozy ten¨ªa que recuperarse cuanto antes de un desaire tan grave hecho a la vista de todos, en el gigantesco escenario medi¨¢tico que ¨¦l mismo se ha encargado de ampliar. Conquistar a una belleza oficial como la ex modelo italiana le salva de esa ignominia, pero ?y Carla?, ?qu¨¦ gana ella con esta asociaci¨®n? Poder, desde luego. Y un nuevo trampol¨ªn desde el que reinventarse a s¨ª misma, votante declarada de izquierdas.
Al morir su padre, en 1996, se enter¨® de que era hija de otro hombre, un empresario italiano afincado en Brasil
"A Carla siempre le ha gustado jugar", dicen sus amigos. Y hasta ahora ha ganado en todos los juegos
Trece a?os m¨¢s joven que Sarkozy y varios cent¨ªmetros m¨¢s alta, con un patrimonio de casi 19 millones de euros frente a los poco m¨¢s de dos millones de que dispone el presidente, la nueva primera dama de Francia gana, efectivamente, notoriedad en la esfera p¨²blica al asumir un puesto de enorme relevancia. Aunque quienes la conocen de sus a?os de modelo rebajan un poco las expectativas. "A Carla siempre le ha gustado divertirse, jugar sin m¨¢s".
Y hasta ahora ha ganado todos los juegos en los que ha intervenido. Su primer triunfo fue como modelo internacional. Lleg¨® a las pasarelas con apenas 19 a?os y en el plazo de unos meses ya se hab¨ªa hecho un sitio entre las 20 mejores maniqu¨ªes, con ingresos anuales de unos siete millones de euros al a?o. Delgad¨ªsima, pero con formas femeninas y un famoso fondo schiena (trasero), Bruni desfil¨® para los mejores modistas y fue portada de m¨¢s de 250 revistas.
Sus conocidos de entonces recuerdan que nunca estaba sola en los agotadores pases de las semanas de la moda de Nueva York o Mil¨¢n. Sentado en primera fila hab¨ªa siempre alg¨²n novio m¨¢s o menos famoso: directores de cine; intelectuales como el abogado jud¨ªo Arno Klarsfeld; cantantes como el que ser¨ªa productor de su primer ¨¢lbum, Louis Bertignac. "Era una chica refinada, muy elegante. Conquistaba a los hombres con su belleza, pero tambi¨¦n con su inteligencia", comenta una persona que la trat¨® en aquellos a?os dorados, cuando Gianni Versace cre¨® el mito de las supermodelos. Un rango que algunos le disputan a Bruni.
"Era muy guapa, pero nunca estuvo entre las cuatro o cinco grandes; nunca fue como Lynda Evangelista, Naomi Campbell, Christie Turlington o Helena Christensen", opina una experta en moda que pide anonimato. La suya era una elegancia falsamente natural. Con sus p¨®mulos altos, su nariz de trazo quir¨²rgico, sus ojos rasgados y sus labios delicadamente dibujados, Bruni pose¨ªa la desenvoltura y el aplomo de quien lo ha tenido todo desde la cuna.
Guapa, rica y famosa aun antes de pisar una pasarela -por obra y gracia de su nacimiento, en el seno de una familia riqu¨ªsima de la burgues¨ªa piamontesa-, Carla lleg¨® al mundo en Tur¨ªn el 23 de diciembre de 1967. Era la tercera de los tres hijos del industrial Alberto Bruni Tedeschi y de Marisa Borini, una pianista discreta. Alberto era el heredero ¨²nico de Virginio Tedeschi, jud¨ªo convertido al catolicismo, que cre¨® el imperio Ceat (f¨¢brica de llantas de autom¨®vil de Tur¨ªn) a partir de la mediana empresa de su padre. Una familia ligada a la industria, pero volcada en el arte. El viejo patriarca, admirador de Richard Wagner, se dej¨® la piel en sus empresas. Alberto, el hijo, amante de la m¨²sica de Bela Bartok, era conocido no s¨®lo como empresario, sino por sus dotes de compositor de ¨®pera -lleg¨® a dirigir el teatro Regio de Tur¨ªn-, y su pasi¨®n coleccionista, en la que invirti¨® sumas fabulosas. Hace unos meses, los Bruni Tedeschi recaudaron m¨¢s de 18 millones de euros con la venta, en una subasta organizada por Sotheby's, de parte de los muebles, vajillas, cuberter¨ªas, cuadros y telas que abarrotaban los salones y alcobas del castillo familiar, una mansi¨®n del siglo XVIII en Castagneto Po, a las afueras de Tur¨ªn, adquirida en los a?os cincuenta. Parte del dinero ir¨¢ a engrosar los fondos de la fundaci¨®n dedicada a Virginio Bruno Tedeschi, el hijo mayor, muerto de c¨¢ncer en 2006, a los 46 a?os.
M¨²sico repleto de ambiciones art¨ªsticas el padre; concertista de piano la madre; actriz y realizadora de cine la hermana Valeria, de 43 a?os, y, mientras vivi¨®, aventurero aficionado al mar el hermano mayor, a Carla no le quedaba otra salida que ser artista. Aunque le cost¨® encontrar su propio lenguaje art¨ªstico. ?No hab¨ªa acaso heredado la sensibilidad musical de su padre? Quiz¨¢ s¨ª, pero no por la v¨ªa gen¨¦tica, por la sencilla raz¨®n de que Alberto Bruni Tedeschi no era su padre. Carla lo descubri¨®, como en un follet¨ªn dieciochesco, a la muerte, ya octogenario, del adorado patriarca, en 1996.
Su madre le cont¨® la verdad: era hija de Maurizio Remmet, un empresario italiano afincado en Brasil, con el que tuvo una aventura cuando era un apuesto joven de 20 a?os. Cuentan que la muerte del padre, unida quiz¨¢ a esta revelaci¨®n, tuvo un fuerte impacto emocional sobre Carla, aunque no le impidi¨® seguir activa un tiempo m¨¢s en las pasarelas.
"Lo hac¨ªa muy bien. Las sesiones de fotos se las tomaba con gran profesionalidad. Siempre estaba a la hora en punto. Adem¨¢s era simpatiqu¨ªsima", comenta una persona que trabaj¨® con ella en Mil¨¢n. Con su chic franc¨¦s y su calidez italiana, totalmente desprovista de la carga culpabilizadora cat¨®lica. "Lo pasaba bien con los chicos, no ten¨ªa complejos de ning¨²n tipo", dice la misma fuente.
Despu¨¦s de todo, Carla hab¨ªa salido de Italia con apenas cinco a?os. En 1972, la familia opt¨® por trasladarse a Par¨ªs, aterrada por la oleada de secuestros y las amenazas de las Brigadas Rojas. Como buenos representantes de la burgues¨ªa piamontesa, los Bruni Tedeschi, igual que los Agnelli, due?os de la Fiat, dinast¨ªa real en Tur¨ªn, se sent¨ªan m¨¢s cerca de la capital francesa que de Roma.
En Par¨ªs se instalaron en una casa suntuosa, cerca de la Torre Eiffel, atendida por mayordomos y camareros, seg¨²n cont¨® hace unos d¨ªas al Gazzetino de Venecia una ex ni?era de los Bruni Tedeschi, Maria Anna Parolin. La empleada aseguraba que era frecuente encontrarse en la mesa del almuerzo a personajes de la vida p¨²blica francesa, entre ellos al propio Jacques Chirac. Despu¨¦s de vender la Ceat, Alberto viv¨ªa s¨®lo para la m¨²sica y el coleccionismo. Una atm¨®sfera de familiaridad con la fama, la belleza y la cultura que forjar¨ªan el esp¨ªritu de Carla. En una entrevista a ra¨ªz de la presentaci¨®n de su segundo ¨¢lbum de m¨²sica, No promises, en febrero de 2007, la ex modelo contaba que aprovechaba las horas de espera en el backstage leyendo novelas de Dostoievski camufladas entre las p¨¢ginas de las revistas de moda.
Sus estudios no fueron nunca gran cosa: internados suizos y un inicio de curso en la Facultad de Arquitectura que no concluy¨®. La mujer que confesaba no hace mucho en una entrevista a la revista Figaro Madame ser mon¨®gama s¨®lo de vez en cuando -"prefiero la poligamia y la poliandria", declaraba- estaba decidida desde el principio a apurar la copa de la juventud y la belleza. Aunque, en su caso, diversi¨®n y aprendizaje parecen haber ido siempre de la mano.
Eric Clapton, uno de sus primeros amantes megafamosos, asegura en su reciente autobiograf¨ªa que la entonces joven modelo le ense?¨® "a diferenciar entre lujuria y amor y, m¨¢s tarde, entre placer y felicidad". El breve romance se desarroll¨® en 1989, en Nueva York, donde Clapton grababa su disco Journeyman. Y dur¨® m¨¢s o menos hasta que llegaron a la ciudad los Rolling Stones en una de sus giras. Carla quer¨ªa conocerles. Clapton la llev¨® hasta el camerino de Mick Jagger no sin antes advertir al cantante: "Por favor, Mick, ¨¦sta no; creo que estoy enamorado (...)", pero nada evit¨® que Jagger y Bruni iniciaran casi de inmediato un romance clandestino, que dur¨® siete a?os con altibajos y provoc¨®, a la larga, la ruptura del matrimonio del l¨ªder de los Stones con la millonaria tejana Jerry Hall.
Clapton qued¨® tambi¨¦n profundamente herido, y en el libro lanza una andanada contra la modelo a trav¨¦s de las opiniones de sus ex novios. "Me insinuaron que Carla ten¨ªa tendencia a cambiar r¨¢pidamente de hombre, a veces de manera bastante despiadada". Ella ha recordado despu¨¦s, en tono mucho m¨¢s desenfadado, los vertiginosos a?os de sus correr¨ªas con los Stones, a los que acompa?aba con frecuencia en sus giras, y de los que dice haber aprendido muchas cosas, tambi¨¦n en el plano musical. Y es que Carla se planteaba ya, en la segunda mitad de los noventa, abandonar las pasarelas; un trabajo divertido, pero enormemente exigente y siempre en permanente b¨²squeda de renovaci¨®n.
En 1998, la bella italiana se despide del mundo de la moda dispuesta a reinventarse como cantante. La m¨²sica forma parte de su vida desde la infancia. Toca la guitarra desde ni?a y en su casa parisiense custodia desde siempre un fabuloso piano Steinway de 200 a?os de antig¨¹edad. Por supuesto, su lista de conquistas no deja de aumentar. Carla mantiene una relaci¨®n con el fil¨®sofo Jean-Paul Enthoven que termina abruptamente, tras un inocente viaje a la mansi¨®n del consuegro de Enthoven, Bernard-Henri L¨¦vy, en Marraquech.
La historia es una de las m¨¢s osadas en la biograf¨ªa donjuanesca de Carla. En el palacio de los L¨¦vy se alojan tambi¨¦n la hija del fil¨®sofo, Justine, y su guapo marido, Rapha?l Enthoven, 10 a?os m¨¢s joven que Bruni, que lo conquista con velocidad felina. Al a?o siguiente, 2001, nace el hijo de ambos, Aur¨¦lien, y un a?o m¨¢s tarde, Bruni lanza al mercado su primer ¨¢lbum, Quelqu'un m'a dit, un fabuloso ¨¦xito comercial, del que vender¨ªa dos millones de copias.
Justine L¨¦vy no se qued¨® cruzada de brazos. Se sent¨® ante el ordenador y construy¨® una novela, Rien de grave (Nada grave), publicada en 2004, en la que describe a Carla -apenas oculta bajo el personaje de Paula, que roba el marido a la protagonista- como una "mujer bi¨®nica", de belleza artificial, con "una sonrisa de Terminator", que camina por la vida como si fuera la due?a del mundo. Una alusi¨®n tan clara mereci¨® una respuesta de la aludida en la revista Elle: "La ex mujer de mi marido me describe como una ladrona de maridos; pero todo el mundo sabe que los maridos no se roban, simplemente se saben conservar o no". Por supuesto, ella no pensaba quedarse con el de Justine L¨¦vy por mucho tiempo. Le esperaban nuevas metas, nuevas conquistas con las que divertirse y renovar su poder seductor.
"Es cierto que puede ser una persona demoledora", dice una periodista milanesa recordando su llegada triunfal al festival de Cannes, en mayo pasado. "Los fot¨®grafos reclamaban a su hermana Valeria, que acababa de recibir un premio por su pel¨ªcula Actrices, cuando apareci¨® Carla, deslumbrante, y todos empezaron a gritar su nombre, y todas las c¨¢maras se volvieron hacia ella". La relaci¨®n entre las dos hermanas parece, sin embargo, correcta, y en la pel¨ªcula que realiz¨® Valeria hace unos a?os, describiendo sus a?os de infancia, no hay asomo de ajuste de cuentas con Carla.
Sus carreras han discurrido por ambientes distintos, aunque se advierte en Carla una cierta obsesi¨®n por aparecer no s¨®lo como una belleza con cierto gusto musical, sino como una persona culta y con criterio. Prueba de esos deseos es su segundo ¨¢lbum, No promises, realizado con la ayuda de su amiga la cantante Marianne Faithfull, repleto de canciones sobre textos de poetas ingleses, desde W. B. Yeats hasta W. H. Auden o Emily Dickinson. Esta vez el ¨¦xito ha sido menor.
La cr¨ªtica brit¨¢nica considera imperfecta su dicci¨®n en ingl¨¦s, pese al loable esfuerzo de utilizar un material po¨¦tico de tanta altura. Carla no pareci¨® decepcionada. En su cabeza bull¨ªan ya otros proyectos, un tercer ¨¢lbum, adem¨¢s de sus trabajos publicitarios, como imagen del nuevo modelo utilitario de Lancia, o como protagonista de un reportaje fotogr¨¢fico para la revista espa?ola TD, en el que aparece retratada con unas botas altas por toda indumentaria. Y, por supuesto, le esperaba una crucial llamada para cenar con Sarkozy, que culmin¨® en la boda que la convierte en primera dama de Francia. ?C¨®mo interpretar¨¢ Carla Bruni este papel? De momento, los indicios apuntan a que se atendr¨¢ a su propio gui¨®n. Y la primera visita oficial de la pareja, prevista para marzo, no deja de ser un inquietante augurio. Viajar¨¢n al Reino Unido, cuna del mito Diana. Que se prepare Sarkozy, porque los paparazzi ya han marcado la fecha, y sus c¨¢maras apuntar¨¢n a Carla.
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