El humillante voto del miedo
Las invitaciones a votar por miedo al adversario son el desenlace l¨®gico de una legislatura marcada por la estrategia de la crispaci¨®n. Lo extra?o ser¨ªa que, a estas alturas, los partidos reclamaran una adhesi¨®n de los ciudadanos a las pol¨ªticas que proponen, y no un rechazo frontal de las contrarias. M¨¢s confiados en los errores ajenos que en la propia capacidad de movilizaci¨®n, no se presta suficiente atenci¨®n a los problemas que se perfilan para la pr¨®xima legislatura. Ante una econom¨ªa internacional cuyas turbulencias acabar¨¢n por afectarnos, la respuesta s¨®lo ha sido discutir si la coyuntura espa?ola es o no es la de una crisis, adem¨¢s de anunciar medidas fiscales m¨¢s destinadas a fidelizar el voto que a reforzar la capacidad de intervenci¨®n del Estado. Tener una estrategia significa disponer de una respuesta para la peor de las hip¨®tesis y, en este sentido, resulta hasta cierto punto irrelevante preguntarse si el deterioro de los indicadores econ¨®micos en los ¨²ltimos meses son o no la evidencia de una crisis. Lo fundamental ser¨ªa conocer de qu¨¦ recursos se dispone y c¨®mo se emplear¨ªan en el caso de que, en efecto, esos indicadores fuesen signo de malos tiempos.
No tiene sentido votar por miedo al adversario, sino convencidos de suscribir un programa
El amplio super¨¢vit de las cuentas p¨²blicas llevar¨ªa a pensar que, en esta oportunidad, Espa?a no estar¨ªa en mala posici¨®n para amortiguar los efectos de una desaceleraci¨®n. Pero la improvisaci¨®n electoralista con la que se est¨¢n comprometiendo los recursos del Estado, ya por la v¨ªa de anunciar nuevos gastos de dudosa eficacia, o por la de prometer alegres rebajas de impuestos, hace suponer que nadie est¨¢ dispuesto a definir una estrategia. Si finalmente resultara que estamos ante una crisis, como tantos datos parecen indicar, la capacidad de reacci¨®n se habr¨ªa visto mermada en un vistoso ejercicio de p¨¢jaros y flores.
Otro tanto sucede en el terreno estrictamente pol¨ªtico, donde las dificultades e, incluso, las amenazas sobre el sistema siguen intactas. El bloqueo de los principales ¨®rganos judiciales, en gran parte debido a la trascendencia pol¨ªtica de algunas decisiones pendientes, como el recurso del PP contra el Estatuto de Catalu?a, no se resolver¨¢ por arte de magia pasadas las elecciones, sobre todo si los resultados no dan una mayor¨ªa clara a ninguno de los dos grandes partidos. La pretensi¨®n de convocar una consulta este mismo a?o, reiterada en cada ocasi¨®n por el lehendakari Ibarretxe, tampoco tiene por qu¨¦ encontrar una soluci¨®n autom¨¢tica despu¨¦s del 9 de marzo. Poco se ha escuchado sobre asuntos que, como ¨¦stos, han envenenado la legislatura hasta l¨ªmites inimaginables. Y aunque tal vez este silencio resulte explicable en el caso de la consulta de Ibarretxe, es m¨¢s dif¨ªcil comprenderlo cuando se trata del futuro de la Justicia.
Pero, en realidad, tampoco se han escuchado grandes cosas sobre tantos otros problemas que, a diferencia de los anteriores, y pese a su trascendencia, s¨®lo han reclamado una atenci¨®n espor¨¢dica en estos cuatro a?os, como la sanidad o la educaci¨®n. La transferencia del grueso de estas competencias a las autonom¨ªas parece haber actuado como una coartada de doble uso: cuando se avecinan elecciones locales, se recuerda que el Estado central tiene la llave ¨²ltima de la financiaci¨®n, y cuando son las generales las que se avecinan, entonces se argumenta que estas competencias son de las Comunidades Aut¨®nomas.
El caso Legan¨¦s no s¨®lo ha mostrado hasta d¨®nde est¨¢ dispuesto a llegar el Partido Popular en la lucha pol¨ªtica; adem¨¢s, ha dejado al descubierto que las listas de espera y la saturaci¨®n de los centros hospitalarios no son las ¨²nicas carencias del sistema sanitario espa?ol. En t¨¦rminos generales, la reacci¨®n ante la tropel¨ªa del Gobierno de Esperanza Aguirre ha sido pronunciarse sobre el derecho a la muerte digna. Otra manera de hacerlo hubiera sido comprometerse a dotar los hospitales con unidades de cuidados paliativos.
Si no otras virtudes, el Informe Pisa tuvo al menos la de servir de aldabonazo sobre el estado de la Educaci¨®n en Espa?a. Pero la preocupaci¨®n que desencaden¨® no parece haber encontrado por ahora un hueco en la precampa?a. No es que la escuela no haya aparecido, sino que lo ha hecho vinculada a propuestas sobre la lengua o, m¨¢s recientemente, sobre el velo, impulsada por el PP. Puede que una parte de las deficiencias de la educaci¨®n obedezca a la legislaci¨®n. Pero el problema principal siguen siendo los recursos. M¨¢s escuelas p¨²blicas, con m¨¢s profesores y mejor retribuidos es una promesa electoral preferible a nuevas leyes sobre la lengua o el velo.
Las invitaciones a votar por miedo al adversario equivalen, en el fondo, a exigir un cheque en blanco para la propia actuaci¨®n. Y eso es, precisamente, lo que desalienta a muchos ciudadanos. Quieren votar convencidos de suscribir el programa del partido al que votan, no convertir su voto en una humillante demostraci¨®n de cobard¨ªa.
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