La repetici¨®n
Se repetir¨¢ el 2 de marzo, casi 14 a?os despu¨¦s de la primera vez, el encuentro televisado entre Manuel Chaves y Javier Arenas, si llegan a ponerse de acuerdo en los asuntos de los que hablar, en el sitio donde hablar, y en el moderador que los acompa?e. Aunque estos detalles, aparentemente triviales, son fastidiosos, parece probable que el pasado se repita dentro de dos domingos como una serie inacabable de televisi¨®n. Hace 14 a?os, la corrupci¨®n socialista fue el argumento de Arenas, seg¨²n recordaba ayer Lourdes Lucio en estas p¨¢ginas, y hasta la corrupci¨®n es un tema pol¨ªtico viejo y reiterativo: los almohades ya se presentaban en el siglo XII como regeneraci¨®n contra los corrompidos almor¨¢vides. Ahora habr¨¢ cambios. Creo que en 2008 Arenas usar¨¢ como maza el puesto de la regi¨®n en las clasificaciones econ¨®micas nacionales, y que Chaves responder¨¢ con los datos oficiales que repite en los actos oficiales, y de paso aludir¨¢ a alguna de las barbaridades de clase dominante rancia que peri¨®dicamente suelta alg¨²n jefe del PP a prop¨®sito de Andaluc¨ªa.
Es como el cine de ¨¦xito, como las novelas folletinescas, como los videojuegos: lo fundamental es la repetici¨®n de situaciones y personajes, la contraposici¨®n melodram¨¢tica y absoluta entre el bien y el mal, lo blanco y lo negro, el h¨¦roe y el monstruo, el amor y el odio, el PSOE y el PP, o el PP y el PSOE, separados tajantemente, definitivamente, irreversiblemente. Esto cansa a muchos, pero gusta a los partidarios de unos y otros, que se enardecen bastante. La repetici¨®n sin fin es un placer para los amantes de los videojuegos, que machacan sin cesar a los mu?ecos enemigos, y agradecen lo inesperado y lo extraordinario siempre que encaje con lo familiar y lo previsible. Arenas lanzar¨¢ un ¨²ltimo dato sobre el hundimiento andaluz bajo el PSOE, y Chaves remachar¨¢ con el ¨²ltimo dato sobre el esplendor de la Andaluc¨ªa socialista.
La encuesta del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS) detectaba entre el 21 de enero y el 4 de febrero un casi empate entre el PSOE y el PP nacionales, y otorgaba en Andaluc¨ªa la mayor¨ªa absoluta a Chaves, pero tambi¨¦n apuntaba hacia una subida de los abstencionistas. Definitivo e irremediable como la enemistad entre los dos partidos complementarios, el bipartidismo aburre cada vez a m¨¢s gente, que no encuentra demasiado fruct¨ªfero ese estado de irritaci¨®n perpetua entre partidarios socialistas y populares, felices cuando alg¨²n accidente atiza la indignaci¨®n mutua, o alguien da un paso que exacerba la sensaci¨®n de que el adversario es perverso. Trabajan con sentimientos b¨¢sicos, y la moda es remarcar la bondad propia, retrat¨¢ndose con ancianos, mujeres y ni?os, esos seres contra los que el enemigo legendario demostraba su falta de coraz¨®n.
A la mayor¨ªa absoluta, complemento ideal del bipartidismo, le veo un defecto: saca, antes o despu¨¦s, lo peor de cada partido. Cuando el PP gan¨® absolutamente las elecciones generales de 2000, no esper¨® mucho para metamorfosearse en un partido autoritario de derecha radical. Hab¨ªa ganado en 1996 present¨¢ndose como centrado, y Arenas estuvo entre sus ministros. En aquel tiempo, antes del voto, Aznar fue por las provincias, y en todas partes se presentaba como heredero de Aza?a y fervoroso lector de Cernuda, y, por lo menos en Granada, seg¨²n me han contado, convenci¨® a sus interlocutores, entre los que hab¨ªa gente de izquierdas, que, ahora lo s¨¦, suele ser ingenua, o inconsistente, o simplemente amante de las modas.
Puesto que los partidos son el espejo de su auditorio, me preocupa que el PSOE pregone la caridad y el sentimentalismo patriarcal hacia los d¨¦biles, y que el PP ya no necesite fingirse admirador de Luis Cernuda, quien, con su visi¨®n de la familia y de la vida en general, hoy pondr¨ªa nerviosos a casi todos los enardecidos del PP que conozco.
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