V¨ªsperas de Cuba
El alejamiento pol¨ªtico de Fidel Castro deber¨ªa abrir las puertas de la transici¨®n
La cesi¨®n provisional de poderes a Ra¨²l Castro se ha convertido en definitiva: tras medio siglo en el poder, Fidel Castro ha anunciado en el diario Granma su renuncia a la reelecci¨®n para la presidencia del Consejo de Estado y la jefatura del Ej¨¦rcito, aunque conserva la secretar¨ªa general del Partido Comunista.
Los motivos que Castro alega para comunicar ahora esta decisi¨®n son que, en el momento del relevo, en julio de 2006, no quiso dar la raz¨®n a quienes "en el exterior" entendieron que su alejamiento pol¨ªtico era irreversible. La explicaci¨®n no disipa las dudas acerca de su estado de salud, sino que las multiplica: las causas para rechazar los cargos de presidente y de comandante en jefe tambi¨¦n hubieran servido para declinar su elecci¨®n como parlamentario el pasado 20 de enero y, sin embargo, acept¨®.
El alejamiento de Fidel Castro pone al Gobierno de Cuba y, en particular, a su hermano Ra¨²l, quien previsiblemente le suceder¨¢ al frente del pa¨ªs el pr¨®ximo d¨ªa 24, ante la imperiosa necesidad de introducir cambios en el r¨¦gimen. Algunos de los pasos que Ra¨²l Castro ha emprendido parecen confirmar que, en efecto, no va a eludirlos. Pero falta por determinar el ritmo y, sobre todo, la direcci¨®n que pretende imprimir a las reformas. Cualquier f¨®rmula que no conduzca a la instauraci¨®n de una democracia plena en la isla se convertir¨¢ en un callej¨®n sin salida, en el que, a plazo, resultar¨¢ in¨²til cualquier intento de salvar los restos de la dictadura. Con todo el poder en sus manos, Ra¨²l Castro est¨¢ en condiciones de transformar la mortecina llama revolucionaria que recibe de Fidel en una renovada capacidad arbitral para que los cubanos accedan a las libertades democr¨¢ticas.
La apuesta del Gobierno espa?ol por restablecer el di¨¢logo con el r¨¦gimen castrista era acertada: la estrategia contraria hubiera conducido a la irrelevancia en momentos decisivos como los que se avecinan. Hasta ahora, ese di¨¢logo se ha limitado a la situaci¨®n de los derechos humanos, abordando las violaciones caso por caso. Es el momento de ir abriendo camino al di¨¢logo pol¨ªtico, y, para ello, convendr¨ªa que el futuro de Cuba no se convierta en arma arrojadiza entre partidos espa?oles por simple electoralismo.
Nuestra diplomacia es, tal vez, la mejor colocada de los pa¨ªses democr¨¢ticos para acompa?ar el proceso que se inicia en la isla, si no se ve entorpecida por una escalada de declaraciones altisonantes que, aunque destinadas al consumo interno, tendr¨ªan eco en el exterior. Es seguro que, entre los sectores inmovilistas del r¨¦gimen cubano, la Venezuela de Ch¨¢vez se considera una alternativa. Estos sectores ganar¨ªan posiciones si, por razones internas espa?olas, las relaciones con la isla se planteasen en t¨¦rminos que puedan confundirse con la intromisi¨®n.
Se trata de una grave responsabilidad, que exigir¨ªa aparcar las querellas dom¨¦sticas para estar a la altura de lo que los cubanos se merecen.
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