La vida pasa por el malec¨®n de la playa de Zarautz

"Una vez encontr¨¦ una moneda de dos pesetas del Gobierno de Euskadi". El paseo, de tres kil¨®metros, que comunica el pueblo con Getaria es otra de las visitas obligadas para Zulaika en sus ratos libres. El Asador Izeta es su ¨²ltima recomendaci¨®n y hacia all¨ª nos dirigimos. Por una estrecha carretera se accede a este "santuario" de la gastronom¨ªa. Un chulet¨®n y un revuelto de hongos culminan la ruta.

Daniel Zulaika (Zarautz, 1951) no recuerda en toda su vida 20 d¨ªas seguidos con tan buen tiempo y tanto sol como los que se llevan del mes de febrero. "Es estupendo ver el cielo tan azul", comentaba el pasado martes al recibir al periodista en la sociedad gastron¨®mica que comparte con otros amigos en el malec¨®n de Zarautz. All¨ª tiene la sociedad gastron¨®mica, aut¨¦ntico centro neur¨¢lgico de su vida social; all¨ª disfruta poteando con sus amigos en los tres o cuatro bares que han ganado la competencia al centro urbano y all¨ª conserva los recuerdos. "Mi vida ha sido y es de cara al mar".

Al ver la arena, recuerda sus a?os de f¨²tbol. A la tercera escayola dijo basta

En la sociedad Galtzagorri, fundada en 1980, comienza esta ruta con el coordinador del plan auton¨®mico contra el sida, a cuyo frente lleva 20 a?os, y presidente de la Sociedad Espa?ola de Sida. No pod¨ªa ser menos como buen guipuzcoano. Sentados en los bancos de su particular refugio, a¨²n recuerda con cierta emoci¨®n su primer caso de sida: "El 28 de febrero de 1975. Era una chica. La supervivencia entonces era de 72 d¨ªas desde que les diagnostic¨¢bamos hasta que mor¨ªan. Aquellos eran unos pobres desgraciados que se murieron por ignorancia, porque les toc¨® la mala suerte de nacer en aquella generaci¨®n de la droga".

En el caso de Zulaika, varios aspectos resumen la importancia de la sociedad gastron¨®mica en su vida. "Vienes los s¨¢bados con los amigos y, aunque yo soy regularcillo cocinando, siempre hay un amigo al que se le da muy bien". Despu¨¦s, la inevitable partida de mus. "No soy bueno, pero me gusta mucho". Lo malo es que le ven enseguida la jugada, as¨ª que apenas juega de farol. La sociedad, creada por parejas j¨®venes, tambi¨¦n supone agrupamiento familiar. "Soy el mayor de ocho hermanos. Las comidas familiares siempre las hacemos aqu¨ª".

Su afici¨®n por su querida sociedad le lleva a compartirla con los numerosos profesionales que llegan a Euskadi invitados a congresos y jornadas sobre el sida. Cuando quiere ense?arles cosas distintas les muestra tres: las pescader¨ªas del mercado de la Bretxa, en San Sebasti¨¢n; el bar Bergara, en el barrio de Gros, tambi¨¦n en la capirtal guipuzcoana, que "tiene unos pinchos espectaculares", y su sociedad. Les pone el delantal y se crea un ambiente muy distendido. Tanto que se permite alg¨²n truquito. "Le pido a mi mujer, que cocina muy bien, que prepare bacalao al pil-pil o a la vizca¨ªna. Traigo las cazuelas, las caliento y quedo fenomenal". Al final, eso s¨ª, confiesa que no es obra suya.

Cuatro bares jalonan el paseo, que culmina en el restaurante Karlos Argi?ano. "Es un aut¨¦ntico lugar de peregrinaci¨®n". Sentados frente al mar, Zulaika charla animadamente con un surfero uruguayo. "Mis hermanos construyeron las primeras tablas de surf de Zarautz", apunta. Al ver la arena, rememora los a?os que jug¨® all¨ª al f¨²tbol playero. A la tercera escayola dijo basta. Era de defensa de cierre, y ya se sabe: "Si pasa el bal¨®n, no pasa el hombre". Tambi¨¦n recuerda cuando siendo un ni?o recog¨ªa las monedas que devolv¨ªan las mareas vivas, aquellas monedas que perd¨ªan los turistas.