El porno se queda en casa
Los cines X apenas si logran sobrevivir en la edad de oro de la industria pornogr¨¢fica
Rafael S¨¢nchez acaricia las latas de pel¨ªcula con solemnidad cinematogr¨¢fica. Una m¨¢quina de bobina que lleva a?os apagada preside la sala de proyecciones. Ahora Rafael resuelve todo a base de DVD. "Y no es lo mismo", suspira. Aun as¨ª, todav¨ªa se estremece al sentir que el haz de luz azul inunda el patio de butacas. Reflejos de 30 a?os de profesi¨®n. Le gu¨ªa un modelo: Alfredo, el proyeccionista de Cinema Paradiso. Pero entre su vida y el gui¨®n de su pel¨ªcula favorita, Rafael reconoce sutiles diferencias. Todas se hacen evidentes cuando la cabina comienza a vibrar al ritmo de una banda sonora de jadeos. En la pantalla, dos mujeres se besan... mucho.
En 1984 se legalizaron los cines pornogr¨¢ficos en Espa?a. A los tres a?os alcanzaron la cifra r¨¦cord de 85; hoy s¨®lo quedan nueve, y lejos de su mejor momento. Seg¨²n datos provisionales del Ministerio de Cultura, en 2007 recibieron a 300.000 espectadores, 20.000 menos que en 2002, cuando resist¨ªan 13. La decadencia del sector es en cierta medida un reflejo de las dificultades por las que atraviesa la distribuci¨®n cinematogr¨¢fica nacional, que entre 1999 y 2006 perdi¨® diez millones de espectadores. Los enemigos a los que se enfrentan salas generalistas y de pel¨ªculas para adultos son id¨¦nticos: Internet, la televisi¨®n y el DVD. Pero el caso de la pornograf¨ªa encierra una paradoja ¨²nica: la decadencia de las salas coincide con la edad de oro del sector. Seg¨²n la web de an¨¢lisis de consumo ToptenReview, Estados Unidos, la patria del porno, dio a luz 13.600 t¨ªtulos en 2006, diez veces m¨¢s que en 1988.
"No todos vienen a las salas por lo del sexo", explica un proyeccionista. "Esto es un poco club social"
La sala Alba, en la que trabaja Rafael, es una de las tres de Madrid. Quedan otras tantas en Valencia, y una en Andaluc¨ªa, Canarias y las islas Baleares. La Alba proyecta porno desde 1986. Antes, como tantas, era un cine de barrio. Cuando Rafael empez¨® a trabajar, cortaba las bobinas de pel¨ªculas de vaqueros y de kung-fu. Los ni?os se sentaban en las primeras filas; las parejas j¨®venes, en las ¨²ltimas. La platea ha cambiado mucho. Los espectadores salen ahora embozados como esp¨ªas. Unos 300 pasan al d¨ªa por taquilla. Pagan 6,50 euros por la sesi¨®n continua: pornograf¨ªa de 10 de la ma?ana a 11 de la noche.
"Algunos vienen un ratillo y se marchan", explica la taquillera del cine Postas, otro cl¨¢sico de Madrid, "pero la mayor¨ªa pasa aqu¨ª el d¨ªa". El grueso de los usuarios est¨¢ formado por hombres mayores de 50, fieles de a diario. El Cuenca 64, en Valencia, incluso celebra los jueves el d¨ªa del jubilado. Las visitas de mujeres o parejas no representan ni un 2%, en estimaciones de Adan, taquillero del cine de Las Palmas. A pesar de conocer a clientes felizmente casados -"abogados que se esconden porque en casa no les dejan"- define al espectador tipo como "un homosexual de edad media en busca de roce". Aparte de los profesionales de la prostituci¨®n, fantasmas que pululan entre las butacas buscando comprador para sus encantos, Rafael avanza un tercer prototipo de espectador: "Gente muy sola" que busca cualquier tipo de contacto. "No todos est¨¢n aqu¨ª por lo del sexo", musita el proyeccionista, embutido en su elegante traje gris. "Esto es un poco club social. En Navidad incluso damos alg¨²n regalo con la entrada: un relojito o algo".
Pero el patio de butacas del Alba dif¨ªcilmente se podr¨ªa confundir con una pe?a recreativa. Unas veinte personas siguen la pel¨ªcula. Se levantan, intercambian sitios... "Y a los palcos suben los que quieren estar m¨¢s c¨®modos, porque los sillones son dobles", explica Rafael deslumbrando con su linterna a un hombre con gafas de sol. Figuras silenciosas suben por la elegante escalera de baranda. Recorren los pasillos de terciopelo rojo y se detienen frente a las m¨¢quinas de chocolatinas y preservativos. Junto a una botella de whisky vac¨ªa, la ¨²nica del ambig¨², se refugian siluetas que intercambian susurros. Rafael supervisa discretamente la decoraci¨®n: desempolva las latas de pel¨ªcula arrumbadas en los rincones y repasa las esquinas de los affiches de cl¨¢sicos de Hollywood. En los ratos muertos rotula los cartelones de las pel¨ªculas en exhibici¨®n. Los anuncios manuales son una r¨¦mora de la ley de 1982, que prohib¨ªa las promociones con fotos. Rafael es especialista en colar alg¨²n dibujo aleg¨®rico entre las letras de colores. Esta semana le resulta dif¨ªcil no ser expl¨ªcito: Hacerlo con mucha gente. Es uno m¨¢s de los tics de clandestinidad de los que no ha sabido desprenderse el mundo X. "No queremos publicidad. A los clientes no les gusta que les molesten", explica Adan. Lo confirma con su mirada agresiva un joven rumano que descansa dentro del cine de la Corredera Baja de Madrid. Se rasca la desali?ada cabeza y ense?a los dientes a los curiosos que se asoman a la taquilla.
No a todos los aficionados al porno les convence la receta crapulosa. Hace diez a?os, Mari Jose, una empresaria de Granada, apost¨® por reunir cabinas de v¨ªdeos y productos er¨®ticos en un cine con interiores renovados. Lo llam¨® sala Cinema. "Aqu¨ª s¨ª vienen parejas o j¨®venes. El ambiente es menos s¨®rdido y te puedes beber una copa a gusto, no como en algunos sitios, que da asco sentarse", sentencia orgullosa. Una nueva receta para enfrentarse a una competencia invencible. Casi produce ternura comparar el mill¨®n de euros que facturaron las salas en 2007 con los 60.000 millones en que la revista Forbes cifra el negocio de los audiovisuales er¨®ticos. Sorprendentemente, estudios de la Adult Video News, publicaci¨®n de referencia en el sector, demuestran que no es la Red quien est¨¢ drenando las salas. Basta con considerar que s¨®lo el 34% de los varones espa?oles de 45 a 64 a?os, su nicho de mercado, utiliza Internet, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica. El gran rival sigue siendo el DVD: el a?o pasado, el 23% de los t¨ªtulos que se comercializaron en Espa?a eran para adultos, seg¨²n Cultura. La televisi¨®n tambi¨¦n aprieta: desde los canales de pago hasta las cadenas de barrio recurren al millonario reclamo del porno.
Los empresarios creen que la posibilidad de encuentros casuales entre espectadores es su garant¨ªa de supervivencia. Mari Jose no se cree que las salas puedan desaparecer: "A nosotros lo de Internet nos ha hecho da?o hasta cierto punto. Continuaremos, porque la emoci¨®n de conocer a alguien y compartir el placer carnal no se compara al cibersexo". Internet se convierte entonces en c¨®mplice m¨¢s que en rival. La Red es el nuevo medio para que hombres y mujeres de toda orientaci¨®n se citen en los cines. Apoyado en un cartel de Lo que el viento se llev¨®, Rafael explica cu¨¢l es el elixir de la vida en los tiempos del sexo 2.0: "Aqu¨ª, como en todo negocio tradicional, la diferencia la marca la calidez de la atenci¨®n personal". -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.