"La econom¨ªa de mercado no es suficiente para crear una civilizaci¨®n"
Es capaz de llenar grandes auditorios hablando de filosof¨ªa, y sus libros, con t¨ªtulos tan expresivos como Peque?o tratado de grandes virtudes, ?Es moral el capitalismo? o La felicidad, desesperadamente, se han vendido como best sellers. En su casa de Par¨ªs, muy cerca de la Gare de Lyon y del Sena, en el ¨²ltimo piso de una vetusta casa se?orial, Andr¨¦ Compte-Sponville se deja llevar por el caudal de su pensamiento. Se muestra c¨¢lido y acogedor, pero guarda una educada distancia hasta que la grabadora se enciende. Entonces se sienta en el extremo de la butaca, se inclina sobre el aparato y permanece as¨ª la mayor parte del tiempo. Es un hombre atractivo, y ¨¦l lo sabe. Alto, delgado, de pelo lacio e ind¨®mito, el corte que lleva le da el aire de un adolescente inconformista, aun cuando ya est¨¢ en mitad de la cincuentena. Tiene dos hijos a los que adora, pero que no le han seguido ni en su amor por la filosof¨ªa ni en la pasi¨®n intelectual.
Se acaba de editar en Espa?a La vida humana, ilustrada con dibujos de su mujer, la pintora Sylvie Thybert. En 1998 dej¨® la universidad para dedicarse exclusivamente a escribir. Cuando comenz¨® a ense?ar filosof¨ªa no pod¨ªa imaginar que se producir¨ªa este renacer. Lo atribuye al declive de las respuestas prefabricadas que en los a?os cincuenta daban las grandes religiones y las grandes ideolog¨ªas, como el marxismo. "Como la gente ten¨ªa muchas respuestas y pocas preguntas, no necesitaba de la filosof¨ªa. Ahora hay muchas preguntas y pocas respuestas, y eso es bueno para la filosof¨ªa", dice. Pero hay otra raz¨®n: la filosof¨ªa se ha hecho m¨¢s asequible. ?l fue uno de los primeros fil¨®sofos en escribir libros sin notas a pie de p¨¢gina, es decir, para el gran p¨²blico. En 2006 apareci¨® El alma del ate¨ªsmo. Introducci¨®n a una espiritualidad sin dios. Por ah¨ª empezamos.
En 'El alma del ate¨ªsmo', usted confiesa que ha tenido como una necesidad imperiosa, una especie de urgencia de hablar de espiritualidad. ?Por qu¨¦? Tuve una urgencia personal, de tipo existencial, porque la vida es corta y pens¨¦ que ser¨ªa una pena esperar a estar muerto para tener una vida espiritual, sobre todo si, como yo, crees que despu¨¦s de la muerte no hay nada. Pero tambi¨¦n hay una urgencia social porque creo que estamos amenazados por dos peligros sim¨¦tricos: por un lado, el fanatismo, el integrismo y el oscurantismo, y por otro, el nihilismo. Y tengo la impresi¨®n de que la civilizaci¨®n occidental no sabe muy bien qu¨¦ hacer ante estos dos peligros.
Sabemos bien qu¨¦ es el fanatismo religioso, pero ?qu¨¦ es hoy el nihilismo? Como sabr¨¢, nihil en lat¨ªn significa nada, as¨ª que los nihilistas, para m¨ª, son las personas que no creen en nada, que no respetan nada, que no tienen ni valores, ni principios, ni ideales. Hay un novelista, Michel Houellebecq, un autor con talento aunque bastante s¨®rdido y antip¨¢tico, que me parece interesante porque hace una descripci¨®n nihilista de una sociedad nihilista. En su ¨²ltima novela, por ejemplo, el personaje principal, que es el propio autor o al menos se le parece mucho, dice (es una expresi¨®n vulgar; lo siento mucho): "A m¨ª s¨®lo me interesa mi polla, nada m¨¢s". Un nihilista es eso: alguien al que no le interesa nada m¨¢s que su peque?a trivialidad, sea el sexo, el dinero, el lujo. Lo que nos tiene que dar m¨¢s miedo es que no tengamos nada que poder oponer al fanatismo de unos y al nihilismo de los otros. Combatir a Bin Laden o al Opus Dei con las posiciones de una sociedad como la que describe Houellebecq nos lleva al desastre. Por eso he decidido luchar contra los dos adversarios: contra el fanatismo, obviamente, pero tambi¨¦n contra el nihilismo.
El nihilismo renuncia a los valores, pero el fanatismo intenta apropi¨¢rselos. Frente a ambos defiende usted una espiritualidad laica. ?En qu¨¦ consiste? En la defensa de los grandes principios que la historia ha seleccionado como valores de progreso, desde el "no matar¨¢s" del cristianismo hasta los valores de igualdad y libertad de la Ilustraci¨®n. No se trata de inventar una nueva moral, sino de transmitir la moral que hemos recibido y que se ha ido elaborando a lo largo de milenios. Han sido milenios de historia acumulada en los que cada generaci¨®n ha transmitido a sus hijos lo que en su opini¨®n era lo mejor de aquello que hab¨ªan recibido, y esto ha terminado por conformar una civilizaci¨®n.
En una de sus conferencias hizo un s¨ªmil que me gust¨® especialmente: "La moral es a la civilizaci¨®n lo que los genes a la biolog¨ªa". As¨ª es. Yo cuando leo los evangelios, estoy de acuerdo en lo esencial con sus postulados morales, igual que cuando leo a Plat¨®n, Arist¨®teles, Epicuro o a los estoicos. Lo que ser¨ªa una pena es que, por el hecho de no creer en Dios, como es mi caso, prescindamos de esa herencia, porque eso conduce al nihilismo y echa le?a al fuego de los fan¨¢ticos, que dir¨¢n que la ¨²nica manera de escapar del nihilismo es la religi¨®n. No es necesario creer en Dios para estar ligados a unos valores morales.
Las diferentes iglesias est¨¢n muy enfrentadas, pero hay algo en lo que coinciden y se apoyan: hacer frente al laicismo. ?El nuevo fanatismo religioso es una demostraci¨®n de debilidad o de fuerza? Creo que ambas cosas. Primero, una demostraci¨®n de debilidad, de angustia ante la idea de que algo est¨¢ a punto de terminar, obviamente la influencia masiva de la religi¨®n. Pero tambi¨¦n es una reacci¨®n de fuerza, porque est¨¢ claro que nos hemos equivocado al pensar que el problema hab¨ªa desaparecido. En mi ¨¦poca universitaria se consideraba que la religi¨®n era una vieja luna que se hab¨ªa dejado atr¨¢s. Cuarenta a?os despu¨¦s, la vieja luna sigue ah¨ª. Es cierto que esta forma de fanatismo se da especialmente en el mundo musulm¨¢n, pero tambi¨¦n, aunque menos grave, en ciertas reacciones integristas de la Iglesia cat¨®lica.
En Espa?a las sufrimos mucho ¨²ltimamente. ?No cree que con esta actitud la Iglesia corre el riesgo de resucitar el anticlericalismo? Ser¨ªa un error basarse en esto para declararle la guerra a la religi¨®n, porque para m¨ª el adversario no es la religi¨®n. Que la gente crea o no en Dios, a m¨ª no me molesta en absoluto; de hecho, muchos de mis amigos son cristianos. Los adversarios son el fanatismo y el nihilismo. Y es muy importante no equivocarse de adversario, porque si se lucha contra la religi¨®n en general, se est¨¢ metiendo a todos los creyentes en el mismo saco que los fan¨¢ticos, que es lo que quieren estos ¨²ltimos, obviamente. Yo lucho contra los fan¨¢ticos y contra el oscurantismo, pero me considero aliado de todos los esp¨ªritus libres, abiertos y tolerantes, crean o no en Dios.
Desde el materialismo hist¨®rico inicial, ?c¨®mo ha evolucionado su pensamiento? Sigo siendo materialista, y tambi¨¦n racionalista y humanista, si quiere calificarme con palabras terminadas en ista. ?Qu¨¦ significa ser materialista? Significa que pienso como Epicuro y como Marx tambi¨¦n, que todo lo que existe es material, que no hay un Dios inmaterial ni un alma inmaterial, y que lo que piensa en m¨ª es el cerebro. Pero tambi¨¦n soy humanista, no un humanista especulativo que celebra la grandeza de la naturaleza humana, en la que no creo, sino un humanista convencido de que, dado que no existe un Dios, la humanidad es lo m¨¢s preciado que tenemos y hay que preservarla a pesar de sus debilidades.
Me sorprendi¨® mucho la parte de su libro en la que habla del sentimiento oce¨¢nico. ?Narra usted una experiencia trascendente que tuvo en un bosque! ?C¨®mo se llega a ese estado? Desde que se public¨® el libro he recibido much¨ªsimas cartas y he hablado del tema con mucha gente. Hay dos categor¨ªas de personas: unas que me han dicho que se han alegrado mucho porque hab¨ªa descrito con palabras unas experiencias que ellos tambi¨¦n hab¨ªan vivido, pero no sab¨ªan c¨®mo expresar, y otras que me han dicho que nunca han experimentado nada parecido. As¨ª que saqu¨¦ la conclusi¨®n de que este sentimiento oce¨¢nico es una experiencia que no es ¨²nica ni excepcional, pero que tampoco es universal, porque hay millones de personas que la han experimentado y millones que no.
?Y qu¨¦ es exactamente? La expresi¨®n "sentimiento oce¨¢nico", como usted sabe, ya la utilizaba Freud, quien a su vez la tom¨® prestada de su amigo el escritor Romain Rolland, para describir experiencias m¨ªsticas, esto es, lo que ahora los psic¨®logos definen como estados modificados de la conciencia. Este sentimiento oce¨¢nico se caracteriza por una sensaci¨®n de misterio y de naturalidad indisociables, una sensaci¨®n de plenitud, de unidad, de simplicidad, de eternidad, de serenidad. Pero esto no tiene lugar en el encuentro con un ente superior, no estoy hablando de la trascendencia. Es lo que yo denomino "m¨ªstica de la inmanencia", la sensaci¨®n de ser uno con la naturaleza, uno con el todo. Romain Rolland lo denomi?n¨® sentimiento oce¨¢nico porque somos uno con todo, como la ola o la gota de agua son uno con el oc¨¦ano.
A las personas educadas en el materialismo les pone nerviosas o¨ªr hablar de espiritualidad, y m¨¢s en estos t¨¦rminos, ?no? S¨ª, s¨ª que suele pasar. En mi caso, quiz¨¢ he tenido la suerte de haber sido primero cristiano y luego ateo, y estoy m¨¢s familiarizado. Algunos amigos m¨ªos son materialistas, por as¨ª decirlo, desde que nacieron, suelen ser hijos de comunistas. Y cuando veo a mis amigos ponerse nerviosos hablando de estas cosas, pienso que les falta algo: una dimensi¨®n po¨¦tica. No hay que confundir religi¨®n con espiritualidad. ?se es un error que cometen a veces tanto los creyentes como los ateos: pensar que s¨®lo si se profesa una religi¨®n se puede tener espiritualidad.
Usted conoci¨® a Louis Althusser, que fue una autoridad del pensamiento marxista. Tambi¨¦n lo fue Nikos Poulantzas. Algunos de los intelectuales que pertenecen a esa generaci¨®n tuvieron un final tr¨¢gico, como el propio Althusser. Poulantzas se arroj¨® desde lo alto de un edificio, y Gilles Deleuze se suicid¨® tambi¨¦n. Algunos han visto en estas muertes tr¨¢gicas una met¨¢fora sobre el ocaso de un pensamiento. Yo no comparto esta idea, porque es cierto que Poulantzas se suicid¨® como usted dice, pero Gilles Deleuze se suicid¨® porque estaba muy, muy en??fermo: le dol¨ªan mucho los pulmones y ya no pod¨ªa respirar. Y cuando la vida se vuelve demasiado dif¨ªcil, el suicidio puede ser una reacci¨®n saludable. ?l se suicid¨® muy viejo y muy enfermo, lo que no fue el caso de Poulantzas, que se suicid¨® joven y, por lo que s¨¦, a causa de una depresi¨®n. Y tambi¨¦n es diferente el caso de Louis Althusser, que estrangul¨® a su mujer y tuvo un final de vida extremadamente infeliz.
?C¨®mo recuerda la figura de Althusser? Fui alumno y amigo suyo y sent¨ªa mucho afecto por ¨¦l. Creo que su principal m¨¦rito fue intentar explorar lo que result¨® ser un punto muerto, tomarse totalmente en serio la idea de que el marxismo era una ciencia y que a partir de ¨¦l se pod¨ªa elaborar una filosof¨ªa. Althusser lo intent¨®, con el talento que todos sabemos que ten¨ªa, y no lo consigui¨®. Resulta tr¨¢gico pensar que se ha estado trabajando 50 a?os para llegar pr¨¢cticamente a nada. En Althusser conflu¨ªa adem¨¢s otra dimensi¨®n, que era su enfermedad. Como usted sabr¨¢, sufr¨ªa un trastorno maniaco-depresivo?
Lo que ahora se catalogar¨ªa como un trastorno bipolar. ?Se lo trataban? S¨ª, estaba en tratamiento, pero ten¨ªa una desventaja muy grande: que no reaccionaba a las sales de litio, que era entonces el ¨²nico medicamento eficaz. No s¨¦ si le sometieron adem¨¢s a electrochoques, creo que s¨ª, pero el caso es que el tratamiento no surti¨® efecto y no impidi¨® que matara a su mujer en una fase maniaca aguda. Ni le impidi¨® tampoco ser consciente de ese horror durante los diez a?os que sobrevivi¨® al asesinato.
Usted le acompa?¨® hasta el final? S¨ª, nos ve¨ªamos muy a menudo. Y de hecho tuvimos una relaci¨®n m¨¢s cercana despu¨¦s de que asesinara a su mujer que antes, porque antes era mi profesor, nos tute¨¢bamos y sent¨ªa mucha admiraci¨®n por ¨¦l, pero hab¨ªa cierta distancia. Despu¨¦s nos acercamos mucho. Era un amigo maravilloso y el hombre m¨¢s triste que jam¨¢s he conocido.
El propio Althusser escribi¨® despu¨¦s un libro con uno de los t¨ªtulos tambi¨¦n m¨¢s tristes, 'L'avenir dure longtemps'. La idea de que el futuro no se acaba nunca es terrible, ?no cree? S¨ª, es cierto. El hecho de que se encontrara en un punto muerto filos¨®fico no era la causa de su patolog¨ªa mental, est¨¢ claro; no era infeliz s¨®lo por eso. Pero creo que la sensaci¨®n de haber fracasado en la filosof¨ªa debi¨® de acrecentar mucho su sufrimiento.
Usted se define a s¨ª mismo como un hijo de Mayo del 68. ?Qu¨¦ queda de todo aquello? ?C¨®mo lo ve ahora? La verdad es que tengo una postura bastante ambivalente. Guardo un recuerdo maravilloso porque fue una gran suerte vivir aquel momento con 16 a?os. Me siguen fascinando esos meses de mayo y junio que vivimos, pero no tanto los 40 a?os que les siguieron. A m¨ª me gustar¨ªa decir que Mayo del 68 estuvo bien, pero que ya se ha terminado. Nicolas Sarkozy se ha propuesto erradicar, abolir, todo lo relativo a Mayo del 68, pero yo digo que lo que hay que hacer es superarlo. Porque, en el fondo, fue una crisis de adolescencia de la sociedad francesa. Y podemos decir que hemos tenido suerte, porque la mayor¨ªa de estas crisis son tristes y l¨²gubres, mientras que la nuestra fue festiva y alegre. Pero hay que superarla, y s¨®lo hay dos formas de hacerlo: volver a la infancia, al infantilismo, o seguir creciendo para alcanzar la madurez.
La verdad es que no se vislumbra un pensamiento tan fuerte, capaz de despertar tantas ilusiones? Yo no creo que aquel pensamiento fuera tan fuerte. La paradoja es que se basaba en categor¨ªas pol¨ªticas del siglo XIX, porque Marx es un escritor del XIX, y los de la generaci¨®n del 68, que eran m¨¢s bien libertarios, acabaron adorando a dictadores como Lenin, Stalin, Mao? Aquel pensamiento ha fracasado porque era malo, es as¨ª de simple: Marx se equivoc¨®, Lenin se equivoc¨® y Stalin a¨²n m¨¢s, o al menos de una forma m¨¢s criminal.
Si estas ideolog¨ªas han fracasado, ?qu¨¦ significa hoy ser de izquierdas? Fundamentalmente estar del lado de los m¨¢s pobres y de los m¨¢s d¨¦biles. Pero ?qu¨¦ hace que mejore la situaci¨®n de los m¨¢s pobres? ?El Estado, como suele decir la izquierda, o la econom¨ªa de mercado? Pues depende: en Francia, curiosamente, tenemos la idea de que ser de izquierdas es estar a favor del Estado, y ser de derechas, a favor del mercado. Pero, ?ojo!, si el mercado favorece a los pobres m¨¢s que el Estado, ser de izquierdas es estar a favor del mercado.
?Usted c¨®mo se define? Como liberal de izquierdas: de izquierdas porque he llegado a la conclusi¨®n de que el objetivo de la pol¨ªtica es ayudar a los m¨¢s d¨¦biles, a los m¨¢s desfavorecidos; pero liberal, porque incluso para los m¨¢s pobres, la econom¨ªa de mercado es m¨¢s favorable. Ahora bien, no se puede contar con el mercado para que haga justicia: es el Estado el que tiene que regular el mercado para conseguir que los m¨¢s pobres tambi¨¦n tengan su oportunidad. Creo que la econom¨ªa de mercado ha triunfado, pero aunque sea fant¨¢stica para crear riqueza, nunca ha sido suficiente para crear una civilizaci¨®n, ni siquiera para crear una sociedad que sea humanamente aceptable. Necesitamos que el Estado se ocupe de lo que no se puede vender, es decir, de lo esencial.
En su libro 'La felicidad, desesperadamente' defiende que para ser feliz es mejor desear ¨²nicamente lo que depende de nosotros mismos. Los estoicos distingu¨ªan entre lo que depende de nosotros y lo que no. Y es mejor desear aquello que depende de nosotros, porque en ese caso querer significa actuar, que desear aquello que no depende de nosotros, porque entonces hay que contentarse con esperar. Obviamente, uno encuentra m¨¢s felicidad en la acci¨®n que en la esperanza, porque si deseas lo que no depende de ti, tendr¨¢s miedo de que no suceda. El camino hacia la felicidad es el camino de la acci¨®n, del amor.
Comparto lo que dice en 'La vida humana' cuando afirma que el amor m¨¢s fuerte que hay es el amor por el hijo. S¨ª, es verdad, ese amor es el que est¨¢ por encima de todos. Al menos es lo que yo he vivido. Uno puede estar enamorado, querer a sus amigos, a sus padres, pero creo que el amor m¨¢s fuerte es el que sentimos por nuestros hijos, el ¨²nico que es incondicional. Y desde este punto de vista, que Dios sea padre en la tradici¨®n cristiana no es una casualidad, aunque en mi opini¨®n, si hubiera sido madre, habr¨ªa sido a¨²n mejor. Pero no hay nada como el amor por el hijo, y creo que la humanidad debe su supervivencia a cinco mil a?os de amor maternal.
Tambi¨¦n ensalza el amor de la madre, aun cuando esa madre no sea, como la suya misma, perfecta; "incluso cuando sea una madre patol¨®gica", dice en el libro. ?A qu¨¦ se refiere? Mi madre era depresiva y alcoh¨®lica. Sufr¨ªa un tipo de histeria -bueno, yo esto no lo supe hasta mucho m¨¢s tarde- que se convierte en depresi¨®n al entrar en los 40 o los 50, cuando la seducci¨®n aparece ya como algo imposible. Al volverse depresiva, como la relaci¨®n con mi padre tampoco iba bien, empez¨® a beber. El alcoholismo es en s¨ª mismo un s¨ªntoma neur¨®tico, y la mezcla histeria-depresi¨®n-alcohol define un cuadro claramente patol¨®gico. Pero al mismo tiempo nos quer¨ªa -al menos a mi hermano y a m¨ª, porque mi hermana era una persona m¨¢s dif¨ªcil- con pasi¨®n.
?Pod¨ªa percibir ese amor por encima de todos los problemas? Claro, me pas¨¦ toda la infancia temiendo morir antes que ella porque no sab¨ªa c¨®mo podr¨ªa sobrevivir sin m¨ª. Se intent¨® suicidar dos veces cuando ¨¦ramos peque?os, y en la tercera, cuando ya ¨¦ramos mayores, lo consigui¨®. Nos ocup¨¢bamos mucho de ella, pero estaba enferma. Y al final se suicid¨®.
Cuando me oyen hablar del amor maternal, la gente me dice: "T¨² has debido de tener una madre maravillosa". Yo he tenido una madre que me ha querido m¨¢s que a nadie, aparte de mi hermano. Y eso es algo que pasa casi siempre: las madres quieren a sus hijos m¨¢s que a cualquier otra persona. Eso es lo que m¨¢s me conmueve de este amor: que es el amor m¨¢s excepcional que hay, porque nadie me ha querido nunca como ella, y al mismo tiempo es el m¨¢s banal, porque hay miles de millones de mujeres que quieren a sus hijos del mismo modo.
En su libro dice que cuando ten¨ªa 20 a?os cre¨ªa que le hab¨ªa pasado todo...pero lo peor a¨²n estaba por llegar. ?A qu¨¦ se refer¨ªa? A los 20 a?os yo era muy, muy desgraciado porque aprend¨ª a amar en el marco de la infelicidad de mi madre. No soportaba que mi madre fuera infeliz, pero lo era, y por tanto, yo tambi¨¦n, y adem¨¢s mis padres se llevaban horriblemente mal. As¨ª que pensaba que lo peor ya hab¨ªa pasado porque cre¨ªa que lo peor hab¨ªa sido mi infancia. Pero me equivoqu¨¦ porque de mayor perd¨ª a mi primer hijo, una ni?a, a las seis semanas, y eso fue mucho peor que lo que hab¨ªa vivido en mi infancia. Luego perd¨ª a mi madre de aquella manera. Cuando te ocurren estas cosas, sientes una pena atroz. Quiz¨¢ por la familia tan dif¨ªcil en la que crec¨ª, he sido siempre m¨¢s sensible que otros a la fragilidad de la existencia. Pero en general vivo en lo que en t¨¦rminos filos¨®ficos denomino "la alegre desesperanza": una vez que hemos entendido que hay cosas que no podemos controlar y que s¨®lo nos espera la muerte, nos damos cuenta de que lo mejor que podemos hacer es disfrutar al m¨¢ximo de la vida que tenemos.
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