"Hasta que no leo el peri¨®dico no se me serena el d¨ªa"
Pas¨® un cliente, un amigo suyo, y pag¨® el desayuno; a su lado quedaron el zumo de naranja, las porras, los cruasanes, todo, incluso el caf¨¦ con leche. Pudo haber pasado cualquiera y le hubiera pagado ese desayuno, el almuerzo, cualquier cosa, porque Jes¨²s Ayuso, que va a cumplir 68 a?os en octubre, es como Kim, el personaje de Rudyard Kipling, el amigo de todo el mundo.
Le ha dado el Ministerio de Trabajo, con Antonio Fraguas Forges y con Rafael Azcona, la medalla de oro al M¨¦rito del Trabajo, pero le pudieron haber dado la medalla a la amistad.
El librero fue multado por vender libros prohibidos. Su receta fue vender m¨¢s
Jes¨²s Ayuso es acaso el m¨¢s antiguo de los libreros espa?oles, y hay libreros muy antiguos. Su oficio, dice, "es un instrumento de la libertad". Le apasiona. Es el fundador de Fuentetaja, en Madrid, ah¨ª cre¨® una escuela de letras, ah¨ª sigue. Llega al desayuno, a dos pasos de donde ha hecho su vida, como si ya hubiera vivido la mitad del d¨ªa.
Se levanta a las seis de la ma?ana, lee fren¨¦ticamente, inventa. Fue as¨ª siempre, por eso sigue siendo as¨ª. Empez¨® vendiendo libros prohibidos, tarea en la que recibi¨® muchas veces la ayuda de Forges, que los llevaba a la universidad. A Forges lo multaron una vez, con 1.500 pesetas, por tr¨¢fico peligroso "de libros para aclarar mentes obtusas". Y le pregunt¨® a Ayuso: "?Qu¨¦ hacemos para pagar la multa?". "Muy f¨¢cil", le dijo el librero clandestino, "vende m¨¢s".
Entre los libros prohibidos estaban Lenin, Marx, Simone de Beauvoir, Sartre, Serge Vilar... A Ayuso le da igual el desayuno; le interesan los libros, y la miel. ?Y si los libros fueran comestibles? Pues a lo mejor comer¨ªa m¨¢s. "F¨ªjate, yo soy tan lector que si no leo una l¨ªnea es como si no hubiera desayunado". Aunque sea el peri¨®dico, leer, leer siempre: "Hasta que no leo el peri¨®dico, noticias ciertas o inciertas, no se me serena el d¨ªa".
?La dieta de leer? "Un combinado de ensayo, ciencia y novela. Y lo que me importa es que el escritor maneje bien el idioma, que sea creativo. Para m¨ª, la palabra es el principal elemento de la comunicaci¨®n. Cuando salgo del palacio de la lectura me gusta encontrarme con el empleado de la palabra". ?Para desayunar? "Poes¨ªa, Pessoa. Es un comunicador ¨ªntimo, lo leo a sorbos, interiorizo su magia". ?Y para almorzar? "Dem¨®crito. O Her¨¢clito, porque me gusta que las cosas tengan movimiento, que sean din¨¢micas... Y acaso, antes degustar¨ªa un entrem¨¦s con Galileo, me hacen gracia sus discusiones con la Iglesia... Para cenar leer¨ªa algo m¨¢s ligero, una novela que me ayude a la enso?aci¨®n...".
Mientras tanto, no toca ni el zumo de naranja. Al final, Ayuso recoge la servilleta como si se hubiera manchado, se limpia los labios y desgrana algunas definiciones sobre algunos de sus compa?eros de medalla laboral: "Azcona, una persona imprescindible para entender a trav¨¦s de sus guiones la historia social de Espa?a. Forges, el historiador gr¨¢fico del humor, toma el pulso de los acontecimientos. Un periodista genial".
Su sue?o de agricultor, y de apicultor, plantar ¨¢rboles que den libros. El alimento m¨¢s nutritivo. Pero el desayuno ni lo ha tocado. Al final le dice al camarero: "Venda las porras otra vez, est¨¢n intactas".
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