"El gui¨®n lo escriben ellos, yo paso las p¨¢ginas"
Se cierra el tel¨®n, un pasito p'alante. Se abre el tel¨®n, un pasito p'atr¨¢s. No es un chiste, ni el ¨²ltimo estribillo de Ricky Martin. Es el momento Olga Viza intentando conseguir una entrevista imposible con Montserrat Caball¨¦. En el Liceo de Barcelona, en medio del pasillo, con el p¨²blico aplaudiendo. Y ella esperando el cierre del tel¨®n para saltar al escenario y suplicar una entrevista.
La presentadora del segundo cara a cara electoral sue?a con pasar inadvertida
"Por aquel entonces, lo m¨¢s parecido que hab¨ªa visto yo a una ¨®pera era un neceser de mano". Eran los inicios profesionales de la periodista barcelonesa, uno de sus "momentos m¨¢gicos": subi¨® a escena, implor¨® y la Caball¨¦ la tom¨® de la mano, se la llev¨® al camerino y se quit¨® las pesta?as de cart¨®n.
Olga Viza llega hablando por el m¨®vil y, seg¨²n entra, pide al vuelo un caf¨¦ con leche y se enciende el primer cigarrillo. "Venga, dispara". Cuenta que pidi¨® cinco minutos para decidir si aceptaba moderar el cara a cara del lunes entre Zapatero y Rajoy. "Si hay cambios en el debate, no depender¨¢ de m¨ª. El gui¨®n lo escriben ellos, yo me limito a pasar las p¨¢ginas". Estamos en un restaurante de paredes con motivos alpinos -"soy una esquiadora modesta y moderada"-, en La Moraleja, a la entrada de Madrid, un lugar al que viene con frecuencia porque le pilla a mitad de camino entre su casa con vistas al campo y la urbe. Una cita aqu¨ª es un atasco menos.
Dice que lo suyo no es vocacional, pero a los 13 a?os -tiene 49- ya dirigi¨® su primer peri¨®dico: The Carmen. Destrozaba los ¨¢lbumes familiares para recortar caritas e ilustrar noticias, redactaba las cartas al director contando sus cosas, fustigaba a los suyos haci¨¦ndoles entrevistas por los pasillos y confeccionaba peri¨®dicos como regalo de cumplea?os. Ella iba para m¨¦dico, eso no era m¨¢s que un juego, pero cuando acab¨® COU se pregunt¨®: "?Y si nos pasamos la vida jugando?". La camarera trae una botella de agua y Viza se declara culpable de haber manchado el blanco mantel con ceniza.
"Soy di¨¦sel. Me gusta que la ma?ana sea tranquila y me levanto con pocas ganas de comunicaci¨®n". Le gusta tener una hora y media antes de salir de casa, tiempo que emplea en conectarse a Internet, escuchar la radio y ver la tele, todo a la vez: "Mi casa est¨¢ llena de noticias y yo deambulo entre ellas". Eso y encontrar unos minutos para colocarse frente al ventanal, con un caf¨¦ humeante, y mirar al campo. Juega al p¨¢del tres veces por semana, adora el trinomio manta + libro + chimenea y le gusta que Gus y Cleo, sus perros, la saquen cada noche a pasear.
Se cri¨® junto al parque G¨¹ell, el lugar de sus juegos imaginarios, pero luego la vida le fue dando lecciones -"mi hermana es sorda y yo me dedico a la comunicaci¨®n"- que le convirtieron en una persona pegada a la tierra, poco fantasiosa. "Corremos tanto que no miramos a nuestro lado. Las taras, incluso las est¨¦ticas, est¨¢n penadas".
Vive d¨ªas de vor¨¢gine, pero no quiere quejarse y reivindica que lo importante es que haya debates, a pesar de los cors¨¦s. "Espero poder disfrutarlo y pasar inadvertida". La profesi¨®n period¨ªstica, dice, le ha proporcionado vivencias ¨²nicas: "Me gustan esas sensaciones de privilegio, de estar en los sitios donde hay que estar". Pues si eso es lo que le gusta, el lunes por la noche, m¨¢s.
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