?Qu¨¦ es lo que yo espero?
Los pol¨ªticos ofrecen la luna en las campa?as. Los ciudadanos, poco dados a las fantas¨ªas, nos conformamos con menos. Por eso, muchos espectadores que siguieron los debates en televisi¨®n desconectaban mentalmente cuando llegaba el momento rid¨ªculo de los gr¨¢ficos o cuando se hac¨ªan promesas econ¨®micas que se estimaban de dif¨ªcil cumplimiento. Contaba Felipe Gonz¨¢lez que en la primera legislatura socialista el PSOE prometi¨® un mill¨®n de puestos de trabajo. La mala fortuna fue que los sindicatos tomaron nota y la legislatura se les llen¨® de huelgas y reivindicaciones laborales. En el siguiente mandato, dec¨ªa Felipe Gonz¨¢lez con sorna, ya fuimos m¨¢s modestos, por la cuenta que nos tra¨ªa. Los votantes siempre somos modestos por naturaleza, por eso, cuando los candidatos compiten por ver qui¨¦n es el que nos promete un futuro econ¨®mico m¨¢s boyante, nos encogemos de hombros. En realidad, nos basta con que las personas nos ofrezcan la confianza suficiente como para pensar que nos ayudar¨¢n a pasar mejor una crisis y que aumentar¨¢n, en la medida de lo posible, el bienestar de los m¨¢s desfavorecidos.
Hay algo, sin embargo, algo muy concreto que s¨ª que se le puede pedir al partido que resulte vencedor en estas elecciones, algo simple en su formulaci¨®n pero complejo en la pr¨¢ctica, dada la apabullante maquinaria en la que se han convertido los partidos pol¨ªticos. Ese algo que se debe exigir es que el nuevo presidente sea el presidente de todos los espa?oles. Ya, ya s¨¦ que esa intenci¨®n ha sido expresada por los dos candidatos, pero perm¨ªtanme un cierto nivel de escepticismo. En los ¨²ltimos a?os, los pol¨ªticos se han afanado en exagerar de tal manera las diferencias entre el electorado que ahora aquel que tenga la misi¨®n de dirigir este complicado pa¨ªs habr¨¢ de ponerse a la tarea de generar confianza, no ya entre los suyos, sino en aquellos que jam¨¢s le votar¨ªan. Presidente de todos. ?C¨®mo se hace eso? Seguramente algo que puede ayudar a recuperar ese respeto perdido a las instituciones ser¨¢ que los partidos pol¨ªticos acepten que se rebaje su nivel de visibilidad, que dejen a la sociedad civil respirar y crecer durante un tiempo, que prediquen con el ejemplo de un verdadero comportamiento democr¨¢tico, que no beneficien s¨®lo a sus ac¨¦rrimos, que escuchen sin desprecio la voz de los cr¨ªticos, que no intenten meter las narices all¨ª donde no les llaman (por ejemplo, en los medios de comunicaci¨®n), que tengan la voluntad de generar un ambiente de ciudadanos libres en donde se pueda hablar libremente de pol¨ªtica, porque ¨¦se es el ejercicio que fortalece el m¨²sculo de una sociedad abierta. A ello podemos contribuir los periodistas, los opinadores, a veces tan peligrosamente cercanos a la clase pol¨ªtica, exponiendo sin sectarismo nuestra visi¨®n de las cosas que pasan. Un presidente para todos, digo. Lo podemos exigir y el ganador tiene el deber de intentarlo.
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