La mirada del tit¨¢n
Pronto se dio cuenta de s¨ª misma, se enorgulleci¨® de sus progresos y empez¨® a tener una voluntad propia. [...] Lejos de lo que se esperaba, la China no mostr¨® intenciones guerreras ni sue?os napole¨®nicos, sino que se dedic¨® al cultivo de las artes de la paz, y tras alg¨²n tiempo de inquietud, el mundo acab¨® por convenir en que no hab¨ªa que temerla en los campos de batalla, sino en las pac¨ªficas esferas comerciales". En su terror¨ªfico relato La invasi¨®n, escrito en 1910, Jack London sit¨²a casualmente la colonizaci¨®n occidental del imperio amarillo (previamente ha descrito una escalofriante guerra bacteriol¨®gica que ha eliminado a toda la poblaci¨®n) en 1976, el a?o en el que falleci¨® Mao y comenz¨® a fraguarse la apertura al mundo exterior. Desde entonces, tal como tem¨ªa Napole¨®n, China ha despertado y el mundo la contempla fascinado y tembloroso.
En tres d¨¦cadas el arte contempor¨¢neo chino ha cubierto casi tantas etapas como el arte occidental en un siglo
Predomina la autocensura provocada no tanto por el miedo al Gobierno como a no agradar al pujante mercado
Tras los sucesos de Tiananmen, muchos fueron al exilio y los otros descubrieron que el arte no cambiar¨ªa la historia
No es extra?o que miremos con tanta atenci¨®n lo que pasa en China. La llevamos puesta y nos maravilla la velocidad con la que parece haberse adaptado a una econom¨ªa y a una cultura en teor¨ªa ajenas a su tradici¨®n. Nos llegan im¨¢genes de los paisajes de ciencia-ficci¨®n del Pudong, en Shanghai, con edificios dorados que por la noche se transforman en gigantescas pantallas de v¨ªdeo, o informaciones de las nuevas ciudades que se multiplican en un pa¨ªs antes rural en el que el sue?o de muchos de sus 1.300 millones de habitantes es ahora instalarse en una gran urbe. Nos preguntamos qu¨¦ piensan y sienten porque sabemos que lo que les afecta tambi¨¦n nos implica a nosotros, no s¨®lo como humanos, sino tambi¨¦n como efectos colaterales de su desarrollo.
La literatura primero y despu¨¦s el cine han abierto las primeras ventanas, pero el arte, especialmente el contempor¨¢neo, parece convertirse en el espejo m¨¢s adecuado para intuir algo de lo que all¨ª se cuece. Es un espejo deformado y m¨²ltiple, casi un caleidoscopio (?puede hablarse hoy de arte europeo?) que refleja sensibilidades y miradas muy diversas pero que, tal vez, tienen en com¨²n que lo humano, el individuo, adquiere un papel central. Si en su tradici¨®n la sensibilidad del artista se refleja casi siempre a trav¨¦s de la representaci¨®n de la naturaleza -el g¨¦nero del desnudo no existi¨® en la pintura tradicional china aunque hoy sea un tema omnipresente en la obra de muchos de los j¨®venes-, ahora el paisaje, casi siempre urbano, es s¨®lo el tel¨®n de fondo con el que el artista refleja las heridas, inquietudes y sue?os de unos individuos enfrentados a una historia dram¨¢tica y a un futuro perturbador al que miran, sin embargo, con esperanza.
Desde que el pa¨ªs entr¨® en la Organizaci¨®n Mundial del Comercio en 2001, la velocidad del crecimiento y la modernizaci¨®n china se ha acelerado. Y el "arte experimental", como se denomina all¨ª lo que aqu¨ª llamamos "contempor¨¢neo", ha sido uno de sus grandes beneficiarios. Aunque a¨²n hay censura, algunos artistas y cr¨ªticos denuncian en entrevistas y escritos que lo que predomina es una autocensura provocada no tanto por el miedo a desagradar al Gobierno como a no agradar al pujante mercado, el nuevo "gran timonel" de la sociedad china.
Una de las obras que mejor expresa este choque entre tradici¨®n y modernidad es la urna de la dinast¨ªa Han sobre la que el artista y arquitecto Ai Weiwei, colaborador de Herzog & De Meuron en el estadio ol¨ªmpico de Pek¨ªn, dibuj¨® el logotipo de Coca-Cola. Lo radical de esta pieza realizada por Ai Weiwei en 1995, al poco de regresar a su pa¨ªs tras casi una d¨¦cada de exilio, est¨¢ en la verdad de lo que muestra. No s¨®lo porque es verdad la urna y lo es el logo, sino tambi¨¦n porque es verdadera la violencia que el consumismo global est¨¢ ejerciendo sobre la tradici¨®n y la sociedad china. Y este tema, la entrada masiva de un capitalismo salvaje en una sociedad a¨²n regida pol¨ªticamente por una dictadura comunista, para la que el patrimonio s¨®lo ha tenido un papel instrumental, se refleja en la obra de los artistas con formas que van desde la revisi¨®n austera y valiente de la tradici¨®n propia a la glorificaci¨®n del kitsch pasando por la revisi¨®n del pop en clave pol¨ªtica o por una radicalidad conceptual que parece marca de la casa y deja en pa?ales a algunos de los m¨¢s provocadores "chicos malos" del arte occidental. Sun Yuan y Peng Yu utilizan cad¨¢veres en sus instalaciones y erigen monumentos con las cenizas de los crematorios; Chen Liangyang fotograf¨ªa, con un esteticismo espectacular, la sangre de su menstruaci¨®n en diferentes recorridos, y Xu Zhen se vanagloria de haber cortado 1,86 metros de la cima del Everest en una haza?a que parece un montaje pese a las dudas por creerle capaz.
Las cosas han cambiado mucho en muy poco tiempo. Hace s¨®lo treinta a?os que termin¨® la dram¨¢tica Revoluci¨®n Cultural -una sistem¨¢tica operaci¨®n de desprestigio y destrucci¨®n de la cultura y los intelectuales que dej¨® dolorosas secuelas- y en estas tres d¨¦cadas el arte contempor¨¢neo chino ha cubierto casi tantas etapas como el arte occidental en un siglo. Lo cierto es que pese a lo cerrado en s¨ª mismo que ha estado el pa¨ªs a lo largo de su historia, la influencia del arte occidental viene de lejos.
La pintura al ¨®leo, por ejemplo, que fue el principal medio de expresi¨®n de los artistas durante los largos a?os del mao¨ªsmo con su brillante adaptaci¨®n del academicismo del realismo socialista ruso, la introdujeron en China los jesuitas a finales del siglo XVI. Durante mucho tiempo se desarroll¨® s¨®lo en las escuelas de las misiones, pero es famoso el caso de Giusseppe Castiglione, que a mediados del siglo XVIII fue pintor de corte de tres emperadores de la dinast¨ªa Qing gracias al sincretismo entre la t¨¦cnica y perspectiva occidental con los temas chinos.
En el siglo rococ¨®, por otra parte, el gusto por las chinoiseries hac¨ªa furor y abundaron los artistas y artesanos que, aun manteniendo las t¨¦cnicas cl¨¢sicas en la cer¨¢mica o en la pintura en acuarela o tinta sobre papel, se dejaron influir por la demanda extranjera, promovida por las colonias comerciales establecidas en la costa del pa¨ªs, y realizaron infinitud de piezas al gusto occidental en las que los temas chinos eran pura decoraci¨®n ex¨®tica. En cierta manera, algo parecido a lo que ha sucedido estos ¨²ltimos a?os con el alud de pinturas de pop pol¨ªtico con la imagen de Mao que han inundado las galer¨ªas y casas de subastas occidentales.
En la cosmopolita Shanghai del siglo XIX y principios del XX, dominada por las potencias coloniales, las novedades art¨ªsticas europeas encontraban su eco entre los artistas y marcaron tambi¨¦n a los tradicionales, como demuestra el innovador arte de Ren Xiong. El debate entre tradici¨®n e innovaci¨®n, o la discusi¨®n sobre c¨®mo adaptar la est¨¦tica propia a los nuevos tiempos (que hoy tambi¨¦n es uno de los grandes ejes de la discusi¨®n de cr¨ªticos y artistas), surgi¨® ya entonces, acentuado por la introducci¨®n de las nuevas t¨¦cnicas que, como la fotograf¨ªa o el cine, iban a cambiar el imaginario cultural del mundo. De todas maneras, fue la entrada progresiva en la econom¨ªa de mercado promovida desde 1978 por Den Xiaoping lo que dio pie al surgimiento de artistas experimentales que durante los ochenta fueron ajustando cuentas con el pasado al tiempo que incorporaban temas y t¨¦cnicas anta?o consideradas decadentes o burguesas. Esta primera ¨¦poca heroica de la vanguardia china -primero con lo que se denomin¨® "el arte de la herida", que denunciaba la reciente barbarie vivida, y despu¨¦s con el llamado Grupo Star, que realiz¨® su primera exposici¨®n en 1979- fue fruct¨ªfera en creaciones y debates, pero estuvo marcada por una semiclandestinidad que motiv¨® el exilio de no pocos creadores y que culmin¨® de forma dram¨¢tica en 1989. Pocos meses antes de la matanza de Tiananmen, en lo que es un nuevo ejemplo de c¨®mo el arte adelanta el signo de los tiempos, un grupo de artistas y cr¨ªticos consigui¨® permiso para organizar una exposici¨®n de vanguardia en la Galer¨ªa Nacional de Pek¨ªn. El d¨ªa de la inauguraci¨®n, uno de los participantes, Xiao Lu, acab¨® su pieza titulada Di¨¢logo disparando con una pistola contra su propia obra. La exposici¨®n fue clausurada.
Ya en aquel momento la performance, que en tiempos de escasos recursos no requer¨ªa m¨¢s material que el propio cuerpo y una c¨¢mara para documentar la acci¨®n, hab¨ªa entrado con fuerza en un ambiente de vanguardia que poco a poco iba teniendo m¨¢s informaci¨®n de las corrientes for¨¢neas y manten¨ªa su propio discurso cr¨ªtico sobre los modernismos y posmodernismos del arte occidental. Tras los sucesos de Tiananmen, muchos escogieron el exilio y los que se quedaron descubrieron en carne propia que el arte no cambiar¨ªa la historia. Al pop pol¨ªtico se uni¨® lo que el cr¨ªtico Li Xianting denomin¨® "realismo c¨ªnico" y la marginalidad volvi¨® a ser una de las se?as de identidad de unos artistas que en muchos casos se agruparon en destartalados barrios aislados -es famoso el East Village, en Pek¨ªn, aunque hubo colectivos repartidos en todo el pa¨ªs- haciendo de su propia experiencia y sus reflexiones sobre el individuo el eje de sus obras. Como recuerda Gao Minglu en la presentaci¨®n sobre la m¨¢s desconocida abstracci¨®n de esta ¨¦poca que defiende en la exposici¨®n que podr¨¢ verse en el centro cultural de la Fundaci¨®n La Caixa de Palma de Mallorca, no hay una sola l¨ªnea en el complejo y rico panorama de las vanguardias chinas. En cualquier caso, lo que primero se conoci¨® y valor¨® m¨¢s en Occidente fue el arte pop y c¨ªnico de aquellos a?os en los que muchos artistas se beneficiaron del inter¨¦s de los diplom¨¢ticos, empresarios y corresponsales extranjeros que compraron y dieron a conocer estas obras en el exterior.
Aunque se considera que la primera entrada de este nuevo arte chino en Europa fue la seminal exposici¨®n Magiciens de la terre en el Pompidou de Par¨ªs, precisamente en 1989, que fue seguida de otras muestras en otras ciudades europeas y estadounidenses (en Espa?a destaca la muestra organizada en 1995 por Inma Gonz¨¢lez Puy en el Centro de Arte Santa M¨®nica, en Barcelona), la gran explosi¨®n popular y comercial se produjo a ra¨ªz de la introducci¨®n de una veintena de artistas chinos en la exposici¨®n central de la Bienal de Venecia de 1999 dirigida por Harald Szeemann.
En todo caso, volvemos a la velocidad. Desde 1999 han cambiado mucho las cosas. Muchos artistas han pasado de la marginalidad al star system internacional; lo que antes era precariedad ahora se ha convertido en un despliegue de medios que permite a algunos, como al fot¨®grafo Wang Qingsong, emplear a decenas de personas para realizar sus impactantes im¨¢genes. Varias galer¨ªas internacionales han abierto sucursal en China y tambi¨¦n han empezado a surgir salas propias; se organizan bienales y ferias al tiempo que es constante la apertura de nuevos museos o centros de arte en todo el pa¨ªs que, esto s¨ª, carecen en general de colecciones y medios para poder situarse al nivel de sus hom¨®logos occidentales. Todo ha ido r¨¢pido, tambi¨¦n en el mercado. "Si no hubi¨¦ramos vendido nada durante estos cinco a?os, ahora ser¨ªamos multimillonarios", comenta Bertrand Chevreux, responsable del Espai Ample de Barcelona, galer¨ªa especializada en arte chino. Y pone un ejemplo: "Hace tres a?os vendimos una obra de Liu Xiaodong por 15.000 euros; al poco se vendi¨® en una subasta en Nueva York por 300.000".
Los j¨®venes artistas que surgen de las academias -la formaci¨®n sigue siendo estricta y la competencia es dura; Menene Gras, responsable de exposiciones de Casa Asia, cifra en cinco millones el n¨²mero de estudiantes de artes, arquitectura y dise?o- miran menos hacia atr¨¢s y m¨¢s hacia este mundo cambiante que transforma sus valores de un d¨ªa a otro.
La cr¨ªtica al sistema tal vez no sea expl¨ªcita, pero su reflejo de lo que les rodea transpira una desaz¨®n que es global. Y tambi¨¦n puede verse all¨ª. En Pek¨ªn, en el estimulante espacio de The Long March, en el art¨ªstico complejo 798 del distrito de Danzhai, Zhang Lianxi presentaba el pasado verano un v¨ªdeo en el que una oruga se repliega sobre s¨ª misma varias veces ante el ruido infernal del tr¨¢fico de una carretera que de manera suicida se dispone a cruzar. Casi es divertida la manera en que el artista narra esta triste historia del gusano y de otros insectos engullidos por el progreso. Muchos kil¨®metros m¨¢s al sur, Liu Jianhua transformaba por las mismas fechas la Shanghai Gallery of Art, situada en un hist¨®rico y exclusivo edificio del Bund, en un gran basurero con toneladas de los desechos de ordenadores que Occidente traslada a China para "reciclarlos" provocando la contaminaci¨®n a gran escala de tierras y cuerpos. Para el artista, "el opio del pasado es la basura extranjera de hoy".

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.