El teatro de la imaginaci¨®n
El ¨¢cido y elegante ensayista, lexic¨®grafo y cr¨ªtico literario del siglo XVIII Samuel Johnson dijo que le afect¨® tan poderosamente el final de Rey Lear de Shakespeare que tuvieron que pasar a?os hasta que se atreviera una vez m¨¢s a leerlo. La carretera, de Cormac McCarthy, ha provocado en algunos una respuesta parecida. La atm¨®sfera de la novela, ganadora del Premio Pulitzer de 2006, evoca a Lear, lo m¨¢s grandioso del canon literario ingl¨¦s. En ambas el desgarrado protagonista, solo ante una naturaleza hostil, se cuestiona lo m¨¢s doloroso de su condici¨®n humana. La novela del magistral y apartado McCarthy es desoladora, como la tragedia de Lear, y m¨¢s dif¨ªcil de leer. Porque inspira, de principio a fin, terror.
Como tambi¨¦n lo inspira la novela anterior de McCarthy, No es pa¨ªs para viejos, convertida en la nueva pel¨ªcula de Javier Bardem, dirigida por los hermanos Coen. Pero ah¨ª acaban las diferencias entre una novela y otra. Al leer La carretera uno intuye que est¨¢ en manos de un genio, de lo m¨¢s cercano que tenemos a comienzos del siglo XXI (al menos en ingl¨¦s) a un Shakespeare l¨²cido, sabio y universal. Tambi¨¦n en Todos los caballos hermosos y Meridiano de sangre (pero m¨¢s todav¨ªa en La carretera, su obra maestra hasta el momento), McCarthy logra en su prosa una riqueza po¨¦tica que nos conmueve, y que al mismo tiempo nos instruye sobre la vida y la muerte con la fuerza invernal del Antiguo Testamento. Como si el escritor tuviera una conexi¨®n a un m¨¢s all¨¢ donde todo se percibe con intensa claridad. Eso, unido a un poder dram¨¢tico y una econom¨ªa de lenguaje lacerante, es lo que da miedo.
En cambio, lo que nos lo da en No es pa¨ªs para viejos es lo mismo que en cualquier thriller bien armado. Una s¨®lida estructura narrativa, un h¨¢bil manejo del suspense. Pero en el contexto mccarthyano es una obra menor, sin alma. Siempre maravillosamente bien escrita (?M¨¢s Shakespeare, eso s¨ª, que Dan Brown!), no aspira a ser alta literatura. Como si el poeta en McCarthy hubiera decidido tomarse unas vacaciones; o como si el objetivo de repente hubiera sido asegurarse el futuro de sus nietos. La sorpresa que provocan las primeras p¨¢ginas de No es pa¨ªs para viejos en un admirador de la obra de McCarthy s¨®lo se supera pensando precisamente esto: que escribi¨® la novela para que Hollywood le comprara los derechos cinematogr¨¢ficos.
Las buenas cr¨ªticas que han recibido los Coen y Bardem seguro que son merecidas, y la pel¨ªcula seguro que es digna de ver. Incluso para los forofos de McCarthy. Lo mismo no se puede decir de la versi¨®n que rodaron Matt Damon y Pen¨¦lope Cruz de Todos los caballos hermosos. Al menos no desde el punto de vista de los que nos quedamos boquiabiertos ante la potencia y la luminosidad de esa novela, la que dispar¨® a McCarthy a la fama y lo consagr¨® como un coloso de la literatura contempor¨¢nea, hace 15 a?os. Intentar traspasar aquello al cine fue un error. Peor que un error ser¨ªa intentar hacer lo mismo con La carretera. No se presta. Como tampoco se presta Rey Lear al cine, o -si lo que se busca es sacar el m¨¢ximo provecho al genio de Shakespeare- al teatro. Hay que leer Rey Lear. Y no hay que adaptar La carretera a ning¨²n otro escenario que no sea el libro. Es el triunfo de la palabra escrita; una obra que s¨®lo puede respirar dentro del teatro de la imaginaci¨®n.
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