?Existe o no existe Al Qaeda?
Aunque algunos expertos consideran que hoy es m¨¢s una ideolog¨ªa que una organizaci¨®n, Al Qaeda sigue existiendo. A¨²n m¨¢s, est¨¢ potenciando su propaganda y alcanzando acuerdos con grupos afines
Desde hace algunos a?os se escucha o se lee con frecuencia, como si de un hecho irrefutable se tratara, que Al Qaeda ya no existe. Se aduce que ha dejado de ser una organizaci¨®n para convertirse en una ideolog¨ªa o que ha dejado de ser una organizaci¨®n para convertirse en un movimiento. Igualmente se afirma que el conjunto del terrorismo yihadista ha evolucionado hacia entidades amorfas e independientes. Que, como consecuencia, la amenaza ya no emana de Al Qaeda, sino de grupos locales independientes o de c¨¦lulas autoconstituidas, de precaria articulaci¨®n interna, que intentan emularla y que formar¨ªan un disperso entramado de yihad global sin liderazgo. Pero las cosas no son exactamente as¨ª.
El n¨²cleo de liderazgo se ha reconstituido y asentado en la frontera de Pakist¨¢n con Afganist¨¢n
Las capacidades operativas de Al Qaeda han vuelto a ser considerables
Esos argumentos invitan desde luego a que nos interesemos en una serie de cambios recientes por los cuales parece haber atravesado Al Qaeda, ahora parte de un conjunto m¨¢s amplio y diversificado de actores que, aunque heterog¨¦neos, en lo fundamental comparten sus mismos planteamientos. Pero al mismo tiempo tales argumentos adolecen de imprecisi¨®n y suscitan no pocos equ¨ªvocos, que a su vez pueden afectar, distorsion¨¢ndola, nuestra percepci¨®n sobre la actual urdimbre del terrorismo global. Como tambi¨¦n pueden distorsionar la valoraci¨®n que se haga sobre los retos para la seguridad nacional o la paz mundial inherentes a este fen¨®meno tan inusitadamente extendido dentro y fuera del mundo isl¨¢mico.
El caso es que Al Qaeda contin¨²a existiendo, si bien se ha transformado a lo largo de los ¨²ltimos a?os. M¨¢s concretamente, tras haber perdido el santuario del que disfrut¨® en Afganist¨¢n, al amparo de los talibanes, entre mediados de los a?os noventa y el oto?o de 2001. Entonces fue cuando tropas estadounidenses, con la aquiescencia de la comunidad internacional, invadieron dicho pa¨ªs, reaccionando con medios militares a los atentados ocurridos semanas antes en Nueva York y Washington. Hasta ese momento, aquella estructura terrorista dispuso en suelo afgano de una amplia infraestructura, incluyendo campos destinados al adoctrinamiento ideol¨®gico o la capacitaci¨®n en el uso de armas y explosivos.
Una vez que estas instalaciones fueron destruidas y buena parte de sus miembros cayeron muertos, fueron capturados o emprendieron la huida, Al Qaeda qued¨® seriamente debilitada. Pero consigui¨® reubicarse al otro lado de la frontera, m¨¢s concretamente en las ¨¢reas tribales de Pakist¨¢n y, por extensi¨®n, los territorios colindantes de Afganist¨¢n. All¨ª es desde donde sus m¨¢ximos dirigentes esperaban que, tras haber provocado a los Estados Unidos y una vez que tropas de este pa¨ªs hubiesen entrado en Afganist¨¢n, masas de musulmanes se movilizar¨ªan a su favor en todo el mundo isl¨¢mico. Las cosas no ocurrieron de ese modo, pero tampoco Al Qaeda desapareci¨®. M¨¢s bien se transform¨®, obligada por las nuevas circunstancias.
Pero no s¨®lo eso. Al Qaeda ha dado muestras de una gran resistencia, se ha regenerado y su situaci¨®n organizativa es en la actualidad de una relativa robustez. Aun cuando no pocos de sus dirigentes han sido detenidos o abatidos desde 2002, sobre todo pero no exclusivamente en Asia del Sur y Oriente Medio, el n¨²cleo de liderazgo se ha reconstituido en distintas ocasiones y permanece b¨¢sicamente asentado en la zona fronteriza de Pakist¨¢n con Afganist¨¢n. Incluidos Osama Bin Laden y el segundo en la jerarqu¨ªa de autoridad, Ayman al Zawahiri. Ambos estar¨ªan acompa?ados en esa misma demarcaci¨®n por otros destacados subalternos y, por debajo de ellos, entre algunos centenares o quiz¨¢ incluso unos pocos miles de miembros propios.
Al Qaeda dispone adem¨¢s de tramas y c¨¦lulas con capacidad operativa, as¨ª como de un rese?able elenco de intermediarios y colaboradores, fuera de aquella zona donde se localiza su nueva base de operaciones. M¨¢s concretamente, en Asia Central y el sudeste asi¨¢tico, Oriente Medio y la regi¨®n del Golfo, el este de ?frica o el norte del C¨¢ucaso, por ejemplo. La presencia de miembros destacados de aquella estructura terrorista en esas regiones obedece en parte al hecho de que muchos de ellos se dispersaron tras la p¨¦rdida del santuario afgano a finales de 2001. Durante los a?os 2006 y 2007, individuos con esas caracter¨ªsticas fueron detenidos o abatidos en pa¨ªses como Rusia, Turqu¨ªa, L¨ªbano, Jordania, Yemen o Kenia.
Eso s¨ª, a lo largo de los ¨²ltimos a?os, Al Qaeda ha venido subsanando su nuevo estado, como remanente de la estructura terrorista que exist¨ªa antes del 11-S, con una extraordinaria campa?a de propaganda a trav¨¦s de canales de televisi¨®n v¨ªa sat¨¦lite y sobre todo de internet. Lo cual no significa que haya dejado de ser una organizaci¨®n para convertirse en una ideolog¨ªa, como tan a menudo se sostiene. Se trata de una estructura terrorista hoy sustancialmente recuperada y que mientras tanto ha dedicado una atenci¨®n especial a tareas de producci¨®n y reproducci¨®n ideol¨®gica, como referencia para s¨ª misma, otros componentes insertos en las redes del terrorismo global y, por supuesto, la poblaci¨®n a la que se dirige.
Aunque las capacidades operativas de Al Qaeda no sean ahora las mismas que en el pasado, han vuelto a ser considerables. Sus dirigentes contin¨²an empe?ados en tareas de financiaci¨®n y reclutamiento, en la formaci¨®n de adeptos con muy diversos or¨ªgenes gracias a nuevos campos de entrenamiento, o en la consolidaci¨®n de alianzas y la difusi¨®n transnacional de tramas afines. Han logrado establecer extensiones territoriales en la Pen¨ªnsula Ar¨¢biga -a partir de sus propios elementos-, en Irak y m¨¢s recientemente en el Magreb -por medio de acuerdos con organizaciones preexistentes en esos dos ¨¢mbitos-. Asimismo, han logrado que Al Qaeda absorba algunos grupos yihadistas y estreche v¨ªnculos con cerca de una veintena de otros.
Pero esos mismos dirigentes contin¨²an tambi¨¦n empe?ados en la planificaci¨®n de atentados dentro y fuera de las zonas tribales de Pakist¨¢n o las ¨¢reas colindantes de Afganist¨¢n. En estas, para las que disponen de un mando espec¨ªfico de operaciones, a menudo act¨²an en colaboraci¨®n con los talibanes, colectivos for¨¢neos de yihadistas e incluso alg¨²n se?or de la guerra local que ha ofrecido sus servicios. Fuera de ese conflictivo escenario, el control que Al Qaeda ejerce sobre la planificaci¨®n y ejecuci¨®n de atentados parece ser mucho m¨¢s limitado, aunque mantenga otro mando para operaciones externas y contin¨²e aspirando a perpetrar algunos espectaculares, sobre todo, pero no exclusivamente, contra blancos occidentales.
Sin embargo, desde el 11-S se han registrado distintos episodios en los que esa estructura terrorista ha tenido una participaci¨®n que fue m¨¢s all¨¢ de la mera instigaci¨®n. Entre ellos, los de abril de 2002 en la isla tunecina de Yerba, noviembre de 2003 en Estambul o julio de 2005 en Londres, adem¨¢s de otras tentativas fallidas. Quiz¨¢ tambi¨¦n el 11-M, cuesti¨®n ¨¦sta que a¨²n no est¨¢ cerrada. Seg¨²n los casos, Al Qaeda puede implicarse bien para que en la realizaci¨®n de un atentado intervengan individuos bajo su inmediato control, bien para que lo hagan otros integrados en sus propias extensiones territoriales o en los grupos y las organizaciones afines, que a su vez pueden movilizar ret¨ªculas locales ad hoc para culminar sus intenciones.
En suma, Al Qaeda ha compensado su minoraci¨®n con la diseminaci¨®n de propaganda, pero no es una mera ideolog¨ªa. Ha compensado su fragmentaci¨®n mediante el establecimiento de extensiones territoriales y la intensificaci¨®n de lig¨¢menes con organizaciones afines, pero no se ha diluido en el movimiento yihadista global. Ha compensado sus restricciones operativas contribuyendo a las actividades de esos otros actores colectivos, que hoy perpetran la inmensa mayor¨ªa de los atentados atribuibles al terrorismo global, pero tiene renovadas capacidades. Conviene, claro est¨¢, no desde?ar el desaf¨ªo de grup¨²sculos y c¨¦lulas locales aparentemente independientes, especialmente en las sociedades occidentales. Ahora bien, sin tomar esta parte por el todo, olvidando que Al Qaeda no ha dejado de existir.
Fernando Reinares es director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano, catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos, y miembro del Council on Global Terrorism.
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