El asfalto, la Red y las aulas
Estas mismas p¨¢ginas vieron publicado el pasado d¨ªa 14 un excelente art¨ªculo de la rectora de la Universitat Oberta de Catalunya, Imma Tubella, con el t¨ªtulo siguiente: Bajo el asfalto estaba la Red. El estudio de la rectora confirma estad¨ªsticamente lo que algunos venimos defendiendo por intuici¨®n y observaci¨®n desde hace ya algunos a?os: el corte dr¨¢stico que se ha producido entre dos generaciones -la anal¨®gica y la digital- con consecuencias que o vemos y aplicamos o volveremos a perder otra oportunidad, la mejor de la historia, para avanzar por un camino nuevo e inimaginable hace s¨®lo una decena de a?os.
Ese art¨ªculo plasmaba las horas que un joven se pasa delante de la pantalla de un ordenador, los SMS que enviaba, los e-mails que contestaba o escrib¨ªa, etc¨¦tera. Puesto que mi acuerdo es absoluto con su contenido y con la conclusi¨®n obtenida, escribo estas l¨ªneas para a?adir algo que ayude a comprender a¨²n m¨¢s la realidad que nos inunda.
Los j¨®venes viven en un mundo digital, menos en la escuela o la universidad
La materia prima fundamental de la nueva sociedad es la inteligencia
Esos j¨®venes digitalizados pasan seis horas de cada d¨ªa, casi la mitad del tiempo que no duermen, imbuidos de una cultura anal¨®gica en los centros educativos espa?oles, sean ¨¦stos de primaria, secundaria o universitarios. En su casa, en su ocio, digitales; en la escuela o en la universidad, anal¨®gicos. No hay nada m¨¢s diferente que un hospital del Primer Mundo comparado con un hospital del Tercer Mundo, pero no hay nada m¨¢s id¨¦ntico que una escuela del Primer Mundo comparada con una escuela del Tercer Mundo. Si pudi¨¦ramos resucitar a un cirujano del siglo XIX y lo pusi¨¦ramos inmediatamente en un quir¨®fano de cualquiera de nuestros hospitales, con toda seguridad no sabr¨ªa d¨®nde se encontraba y con total certeza no se atrever¨ªa a realizar una intervenci¨®n quir¨²rgica consistente en un trasplante de coraz¨®n; pero si la misma operaci¨®n la realiz¨¢ramos con un maestro de aquel siglo y lo introduj¨¦ramos en una de nuestras aulas escolares, sabr¨ªa decir que est¨¢ en un centro educativo y que estar¨ªa capacitado para empezar a impartir all¨ª mismo sus clases magistrales. S¨®lo necesitar¨ªa su voz, su libro de texto, sus apuntes y su pizarra, es decir, como siempre, como ayer y como hoy. Y durante seis horas diarias ese profesor, y la inmensa mayor¨ªa, se enfrentan a un proceso educativo anal¨®gico teniendo delante de ellos a unos alumnos que nacieron en la era de la digitalizaci¨®n.
?Qu¨¦ est¨¢ sucediendo? Que la educaci¨®n espa?ola no est¨¢ dirigida a la creatividad innovadora en el desarrollo e investigaci¨®n de nuevas t¨¦cnicas, tecnolog¨ªas y productos, sino a la obtenci¨®n de unos titulados tendentes a trabajar por cuenta ajena para la obtenci¨®n de un beneficio comercial inmediato. Nosotros,
por ejemplo, vendemos equipos y componentes para la red inform¨¢tica, incluso estamos en condiciones de realizar la instalaci¨®n y puesta en marcha de esos equipos; pero la inteligencia que incorpora la tarjeta de red que transforma los impulsos el¨¦ctricos en datos la desarrollan en Estados Unidos, en Alemania, en Irlanda o en Finlandia.
En la nueva sociedad digital, que tan bien describe la se?ora Tubella, se impone la necesidad de dar un valor real a las personas m¨¢s que a las cosas, como consecuencia del proceso de digitalizaci¨®n que vivimos, donde la materia prima fundamental es la inteligencia. Hay que invertir en las personas porque son las que con sus capacidades pueden hacer crecer lo que se propongan. Esto puede parecer obvio y por lo tanto desgraciadamente lo obviamos. Estamos en esta nueva sociedad y todav¨ªa tenemos sistemas demasiado tradicionales. Los sistemas contables siguen contado como "gasto social" a las personas y como "inversi¨®n" a las cosas. En consecuencia, los primeros gastos que recorta una empresa cuando afronta una crisis afectan a las personas y no a las cosas. Esto ya no debe ser as¨ª en esta nueva sociedad, es un reto que se debe solucionar. No se puede seguir anclados en los sistemas de la sociedad industrial, donde era mejor invertir en m¨¢quinas que agilizasen el proceso, antes que en personas que lo reinventasen. Hoy el valor de la nueva sociedad es el capital humano.
Esa sociedad, esa nueva sociedad, ya no se basa en los par¨¢metros tradicionales de la era del vapor y de la sociedad industrial cl¨¢sica. As¨ª que tenemos la responsabilidad hist¨®rica de ir a otros sitios por otros caminos. Otros sitios donde el proceso no es lineal (compro un producto, lo transformo y lo vendo m¨¢s caro de lo que lo compr¨¦), sino que es un proceso biol¨®gico; otros sitios donde cuenta la formaci¨®n, la inteligencia, la imaginaci¨®n, la osad¨ªa, el riesgo, la diversidad y la emoci¨®n. ?se es el nuevo sitio, ¨¦sos son los factores que definen al nuevo sitio, a la nueva sociedad. ?Y qui¨¦nes re¨²nen esas caracter¨ªsticas para acometer esa aventura? La respuesta son los j¨®venes; ellos son los que tienen esas caracter¨ªsticas (osad¨ªa, imaginaci¨®n, formaci¨®n, diversidad, capacidad, riesgo). Y con ellos nos debemos proponer hacer una revoluci¨®n en Espa?a para llegar a un sitio nuevo, para llegar a la nueva sociedad. Tenemos millones de j¨®venes en Espa?a con edades comprendidas entre los 16 y 35 y que est¨¢n llamando a nuestra puerta esperando que esa sociedad nueva que ellos s¨ª ven, porque la imaginan, se pueda abrir y puedan tener su oportunidad.
Nuestros j¨®venes son tolerantes, solidarios, abiertos, flexibles a las diferencias culturales, generosos, tan inteligentes como cualquiera, responsables, trabajadores y con unas ansias enormes de vivir y de ser felices y con una predisposici¨®n enorme para asumir riesgos hasta l¨ªmites que pudieran, a los que no lo somos ya, parecernos insensatos; j¨®venes que hacen proyectos y que dicen: como no sab¨ªa que era imposible lo hice y lo logr¨¦. J¨®venes capaces de aprender y desaprender con facilidad. Ah¨ª est¨¢ el ejemplo del euro: los j¨®venes aprendieron la peseta y desaprendieron r¨¢pidamente la peseta y aprendieron el euro; los mayores no fuimos capaces de desaprender nunca la peseta. Frente a nuestra cultura anal¨®gica los j¨®venes de hoy d¨ªa tienen una cultura digital, y s¨®lo digital. Es innata en ellos su capacidad de experimentaci¨®n. Asumen con facilidad el riesgo sin temor al fracaso, precisamente porque son j¨®venes, porque tienen tiempo y est¨¢n en edad de aprender y probar de nuevo una y otra vez. Est¨¢n habituados a los cambios de la nueva sociedad y de la cultura digital: Internet, el euro, los tel¨¦fonos m¨®viles, los ordenadores, etc¨¦tera, son s¨®lo pasos que los asimilan con facilidad, a diferencia de las generaciones mayores. Para ellos el cambio constante y vertiginoso por el que circula la nueva sociedad no es una tragedia que los paralice, sino un paso m¨¢s en su proceso de formaci¨®n y de aprendizaje. Y, adem¨¢s, por si fuera poco, tienen la capacidad y la formaci¨®n para provocar ellos mismos los cambios, no necesitan de nadie. S¨®lo necesitan que sus gobernantes, sus profesores, los banqueros, sus familias no aspiren a que hagan lo mismo que sus padres pero mejor, y que entiendan que su mundo digital es el ¨²nico que pueden seguir para ir a sitios distintos y ganar el futuro nuevo y asequible para ellos.
Juan C. Rodr¨ªguez Ibarra ha sido presidente de la Junta de Extremadura.
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