Cajas de hortalizas en el desierto

La geograf¨ªa de los sentidos incorpora desde hace tres meses un nuevo hito arquitect¨®nico en el desierto de las Bardenas Reales, cerca de Tudela. Al acometer este proyecto hotelero, Natalia P¨¦rez y su familia poco pod¨ªan imaginar el aluvi¨®n medi¨¢tico y clientelar que se les ha acabado viniendo encima gracias a haber depositado su confianza en los arquitectos M¨®nica Rivera + Emiliano L¨®pez, unos virtuosos del paisajismo.

La desnudez de una c¨¢rcava suger¨ªa la exaltaci¨®n del horizonte, y s¨®lo desde esta l¨ªnea ilusoria se comprende su propuesta de arquitectura fragmentada, a guisa de un campamento en medio de la nada, como una presencia sigilosa o casi inexistente, un no-lugar. El hotel en s¨ª no es m¨¢s que un conglomerado de cabinas t¨¦rmicas extruidas mediante una protuberancia dise?ada por los arquitectos como el encuadre ideal del paisaje a admirar desde la cama. Algo en el aire recuerda los preceptos constructivos del hotel Explora Patagonia, en el parque nacional Torres del Paine, en el sur de Chile.

La aproximaci¨®n al recinto ya informa de sus caracter¨ªsticas originales: una pista sin asfaltar sit¨²a al viajero frente a una extra?a empalizada de cajas apiladas, las mismas que unos metros m¨¢s all¨¢ sirven para almacenar las suculentas verduras de la huerta tudelana. Introito conceptual de esa liturgia de bienvenida que concelebran Natalia y su prima, Merche Salvatierra, resueltas a que ninguno de sus hu¨¦spedes soslaye la ubicuidad del paisaje desde cualquier ¨¢ngulo.

El trayecto hacia la habitaci¨®n resulta emocionante, ins¨®lito para la retina, a trav¨¦s de unas pasarelas de hormig¨®n parapetadas del cierzo mediante lamas de vidrio transl¨²cido. En semejante escenario sobran demasiadas servidumbres de hotel convencional. El mostrador de recepci¨®n, la barra del bar, las guirnaldas de bombillas en el exterior, el sal¨®n abstra¨ªdo de su condici¨®n chill out, ajeno a la luz exterior... T¨®picos funcionales que hacen previsible una arquitectura tan evanescente y singular.

Ba?era al aire libre

Lo mismo cabe inferir de las habitaciones, donde la tele de pantalla plana rivaliza torpemente con esa otra televisi¨®n abierta al paisaje que ofrecen entre cojines sus protuberancias acristaladas, especialmente en el caso de las suites 21 y 22, verdaderas proas que surcan el mar p¨¦treo y vegetal de las Bardenas. O donde las cortinas de ducha y otras franquicias dom¨¦sticas ensombrecen la perspectiva galante que obsequia la ba?era al aire libre en los patios privados. Afortunadamente, la due?a piensa enmendar estos detalles.

Mejor tratado ha sido el espacio del comedor, pavimentado de hormig¨®n pulido con incrustaciones de guijo a mano y cubierto por un artesonado de lamas paralelas que ejercen de carril para las luminarias, una sobre cada mesa. La cocina se sustenta en recetas de toda la vida apoyadas en un huerto visible a trav¨¦s de los cristales. Aire y tierra. Percepci¨®n del espacio y el tiempo. Apoteosis de los sentidos que parece anticipar una nueva generaci¨®n de hoteles emocionales.