La buena idea de Sarkozy
La cooperaci¨®n franco-brit¨¢nica es imprescindible para que Europa tenga influencia
Francia y el Reino Unido pueden presumir, seguramente, de tener la rivalidad m¨¢s antigua de la historia mundial. Con breves interrupciones, los dos pa¨ªses mantienen una dura competencia desde hace casi siete siglos, desde la guerra de los Cien A?os. La propia identidad brit¨¢nica, de la que tan entusiasta es el primer ministro Gordon Brown, se forj¨® en el conflicto de los siglos XVIII y XIX con Francia. El Reino Unido se invent¨® a s¨ª mismo como el anti-Francia.
Est¨¢ bien que esta grandiosa rivalidad contin¨²e durante otros siete siglos en el campo de f¨²tbol y en el de rugby. En pol¨ªtica se ha quedado anticuada y debe ser sustituida por una colaboraci¨®n estrat¨¦gica. Es lo que, lleno de ardor y elocuencia, propuso el presidente franc¨¦s Nicolas Sarkozy al Reino Unido el mi¨¦rcoles, durante un discurso pronunciado en la que calific¨® con iron¨ªa como la s¨¦ptima ciudad francesa del mundo: Londres. Los brit¨¢nicos no hemos recibido jam¨¢s una oferta tan buena del otro lado del Canal: un presidente franc¨¦s angl¨®filo, empe?ado en incorporar el Reino Unido al eje franco-alem¨¢n de la UE; proamericano y dispuesto a acercar a Francia a las estructuras militares de la OTAN, entre otros sitios en Afganist¨¢n; decidido a buscar principios de acci¨®n comunes en materia de inmigraci¨®n, cambio clim¨¢tico, desarrollo y seguridad. Estar¨ªamos locos si no aceptamos el ofrecimiento.
Est¨¢ bien que contin¨²e la grandiosa rivalidad entre Francia y Reino Unido en f¨²tbol; en pol¨ªtica est¨¢ anticuada
A toda Europa debe interesarle que se forje una colaboraci¨®n estrat¨¦gica entre Par¨ªs y Londres
Las visitas de Estado son tambi¨¦n cuesti¨®n de simbolismo, sentimiento y estilo, y ninguna tanto como ¨¦sta, con el emotivo discurso de Sarkozy ante las dos c¨¢maras del Parlamento en el que elogi¨® los sacrificios brit¨¢nicos por la libertad de Francia durante la guerra y sus reformas econ¨®micas de los ¨²ltimos 30 a?os, y despu¨¦s evoc¨® una nueva fraternit¨¦ franco-brit¨¢nica, una entente amicale en vez de la entente cordiale de principios del siglo XX; para no hablar del culebr¨®n de su nueva esposa, Carla, code¨¢ndose con los Windsor. Pero el argumento fundamental se puede defender sin el menor atisbo de sentimiento, en el lenguaje del fr¨ªo an¨¢lisis del poder y los intereses, que es algo que franceses y brit¨¢nicos tienen en com¨²n y les distingue de casi todos los dem¨¢s europeos.
El argumento es el siguiente: Francia y el Reino Unido, una detr¨¢s de otra, las mayores potencias europeas. Ambos pa¨ªses tuvieron imperios y persiguieron intereses en casi todos los rincones del globo. A lo largo del siglo XX, el poder relativo de Francia y el Reino Unido declin¨®, del mismo modo que declin¨® el poder relativo de Europa en el mundo. Ahora, con la ascensi¨®n de China e India, es el poder relativo de Occidente el que est¨¢ en declive.
Al mismo tiempo, cada vez m¨¢s factores que afectan de manera directa a sus intereses nacionales -el cambio clim¨¢tico, la seguridad energ¨¦tica, las pandemias, la pobreza en ?frica, las migraciones masivas- son retos mundiales que ninguna naci¨®n puede afrontar por s¨ª sola. Un grupo de Estados, por ejemplo como la Uni¨®n Europea, es quiz¨¢ la m¨ªnima unidad necesaria para ejercer un impacto significativo; e incluso en ese caso, s¨®lo si encabeza una acci¨®n colectiva en la que colaboren otros.
Durante los ¨²ltimos 50 a?os, el proyecto europeo ha estado fundamentalmente encerrado en s¨ª mismo, desde la reconciliaci¨®n entre Francia y Alemania tras la II Guerra Mundial hasta la reunificaci¨®n del este y el oeste de Europa tras la guerra fr¨ªa. Durante los pr¨®ximos 50 a?os tendr¨¢ que consistir, sobre todo, en abordar las relaciones de Europa con el resto del mundo, empezando por los vecinos que previsiblemente no van a ser nunca miembros de la Uni¨®n. Para tratar con el resto del mundo, los dos pa¨ªses europeos m¨¢s importantes son Francia y el Reino Unido, precisamente porque poseen la experiencia y hablan el lenguaje del poder mundial. Si est¨¢n en desacuerdo -como ocurri¨® hace cinco a?os a prop¨®sito de Irak-, Europa no existe como fuerza m¨¢s all¨¢ de sus fronteras. Francia y el Reino Unido se convierten en los polos junto a los cuales se alinean los dem¨¢s Estados de una Europa dividida. Y el resultado es una cacofon¨ªa de impotencia.
Incluso aunque Francia y el Reino Unido est¨¦n de acuerdo, Europa puede no ser una fuerza m¨¢s all¨¢ de sus fronteras -para ello es necesaria la participaci¨®n de Alemania y otros Estados europeos-, pero tiene posibilidades de serlo. La cooperaci¨®n franco-brit¨¢nica es una condici¨®n necesaria, pero no suficiente, para que Europa tenga influencia en cualquier asunto importante dentro de un mundo cada vez menos europeo. Por eso debe interesarle a toda Europa que se forje una colaboraci¨®n estrat¨¦gica, un compromiso hist¨®rico, entre Par¨ªs y Londres.
Si se acepta esta l¨®gica, surgen dos preguntas: ?c¨®mo puede llevarse la teor¨ªa a la pr¨¢ctica? Y ?est¨¢n los dos pa¨ªses preparados para hacerlo? Tengo m¨¢s confianza en mi respuesta a la primera que a la segunda. Para llevar la teor¨ªa a la pr¨¢ctica hay que ponerse. Examinamos la lista de los problemas a los que nos enfrentamos, comparamos nuestros an¨¢lisis, nuestros intereses y los instrumentos de los que disponemos, y vemos lo que se puede hacer. En ocasiones, la respuesta podr¨¢ ser unilateral o bilateral. A veces quiz¨¢ est¨¦ en una acci¨®n conjunta a trav¨¦s de la ONU -en la que Francia y el Reino Unido son los dos miembros europeos permanentes del Consejo de Seguridad- y otros organismos, como la OTAN. Sin embargo, nueve veces de cada diez, la respuesta tendr¨¢ una dimensi¨®n europea. Tal vez la UE actuando como una entidad, o las principales potencias europeas trabajando de manera concertada, como en las negociaciones del E3 (Francia, el Reino Unido y Alemania) con Ir¨¢n.
La presidencia francesa de la UE, que ocupar¨¢ la segunda mitad del presente a?o, ofrece posibilidades, sobre todo ahora que la Uni¨®n Mediterr¨¢nea de Sarkozy se ha convertido en algo medio sensato. El a?o pr¨®ximo, es de esperar que el Tratado de Lisboa facilite la coordinaci¨®n de la pol¨ªtica exterior europea. Si quieren, el Reino Unido y Francia pueden dar forma al previsto servicio exterior europeo, asignando sus mejores funcionarios a la tarea de descubrir soluciones comunes en los ¨¢mbitos en los que tenemos intereses europeos compartidos. Pero hay que trabajar sin pausa y desarrollar los h¨¢bitos cotidianos de la cooperaci¨®n, de modo que franceses y brit¨¢nicos colaboren en todos los niveles de las pol¨ªticas p¨²blicas. De esa forma se construy¨® la especial relaci¨®n entre Francia y Alemania, trabajando para salvar las diferencias, seguramente amplias, entre las respectivas concepciones del mundo y tradiciones en pol¨ªtica exterior. El ejercicio recuerda la definici¨®n de pol¨ªtica de Max Weber -hacer agujeros a trav¨¦s de gruesas planchas-, pero puede hacerse.
La aut¨¦ntica duda es si los dos pa¨ªses est¨¢n verdaderamente a la altura de las necesidades. Me temo que el Reino Unido no lo est¨¢. Si Sarkozy hubiera hecho esta oferta hace 10 a?os a un Tony Blair reci¨¦n salido de su primera victoria electoral, las cosas habr¨ªan sido distintas. Pero el Brown de 2008 no es el Blair de 1998, ni en sus instintos personales ni en sus posibilidades pol¨ªticas. Sin embargo, los que m¨¢s probabilidades tienen de destruir la visi¨®n de Sarkozy son sus colegas de derechas en la orilla inglesa del Canal. Porque, en este aspecto, la mayor¨ªa de los conservadores brit¨¢nicos niega la evidencia. Si se habla con ellos en privado, quiz¨¢ acepten a rega?adientes la l¨®gica del argumento que he expuesto aqu¨ª. Ahora bien, como pol¨ªticos, se niegan a seguir ese argumento hasta su conclusi¨®n l¨®gica: si queremos cambiar el mundo, hay que hacerlo a trav¨¦s de Europa y, como dijo Sarkozy en una entrevista en el programa Today de la BBC, "si queremos cambiar Europa, hay que tener los dos pies dentro para hacerlo".
Se dar¨¢n cuenta de que es as¨ª al final, despu¨¦s de unos cuantos a?os en el cargo, como hicieron todos sus predecesores; pero ¨¦sos ser¨¢n a?os perdidos, es posible que Sarkozy ya no est¨¦ ah¨ª para poder cooperar, y el poder relativo del Reino Unido, Francia, Europa y Occidente ser¨¢ a¨²n menor. Los conservadores tienen l¨ªderes muy inteligentes, pero en este asunto, tan importante para el futuro no s¨®lo del Reino Unido, est¨¢n mereci¨¦ndose su viejo apodo: el Partido Est¨²pido. -
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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