El naufragio de IU
El derrumbamiento electoral de Izquierda Unida ha suscitado dos tipos de comentarios. El primero, la lamentaci¨®n por la agon¨ªa de una fuerza hist¨®rica que prest¨® un constante apoyo al Gobierno durante la ¨²ltima legislatura. El segundo, animado en especial por el propio l¨ªder de la formaci¨®n, Gaspar Llamazares, apuntaba como responsable del desastre al tsunami provocado por la intensificaci¨®n del bipartidismo, con la complicidad de una Ley Electoral injusta que puso el precio de medio mill¨®n de votantes a cada uno de sus diputados.
Este segundo aspecto merece una consideraci¨®n particular, siempre teniendo en cuenta que no es Espa?a el ¨²nico pa¨ªs de Europa occidental donde el objetivo de estabilidad prima a los grandes partidos y se aleja de la proporcionalidad pura. En el Reino Unido, desde hace muchas d¨¦cadas, el tercer partido social-liberal cuenta con un electorado que luego se traduce en una proporci¨®n menor de esca?os y en Francia, por aquello del distrito uninominal y del ballotage el Frente Nacional ha sido casi siempre una fuerza extraparlamentaria. Llamazares es m¨¢s simp¨¢tico que Le Pen, pero el grado de injusticia es el mismo, incluso superior en el segundo caso.
La cuesti¨®n es saber si una IU como la de Llamazares tiene un sentido pol¨ªtico
No obstante, a la vista de la configuraci¨®n del mapa electoral espa?ol, ser¨ªa ¨²til pensar en una modificaci¨®n limitada que permitiera, con alg¨²n diputado m¨¢s, utilizar los restos nacionales.
Pero la cuesti¨®n de fondo es saber si una Izquierda Unida como la dirigida por Llamazares tiene un sentido pol¨ªtico en nuestro pa¨ªs. Cuando en 1986 fundamos IU en torno al eje del PCE surgieron inmediatamente dos posibilidades: una, la utilizaci¨®n con vistas a crear una nueva izquierda de los recursos procedentes del PCE al cual ya no se le ve¨ªa, y con raz¨®n, un sitio en los sistemas pol¨ªticos occidentales; otra, que IU se convirtiera en una etiqueta que sirviese para todo lo contrario, favorecer la supervivencia pol¨ªtica del comunismo bajo su m¨¢scara. Desde 1983 aquella hab¨ªa sido la idea motriz para su proyecto a¨²n sin nombre por Nicol¨¢s Sartorius, s¨®lo que en la pr¨¢ctica fue la segunda variante la que se impuso, y no sin un considerable ¨¦xito. A mediados de los noventa IU hab¨ªa recuperado casi el nivel de presencia parlamentaria de su mejor momento en los inicios de la democracia. Parec¨ªa tener sentido una formaci¨®n m¨¢s rigurosa a la izquierda del PSOE.
El espejismo se desvaneci¨® pronto, por la aplicaci¨®n sectaria de la pol¨ªtica de las dos orillas por Julio Anguita, e IU inici¨® un declive ahora culminado, al mismo tiempo que el PCE perd¨ªa presencia en su interior. Hasta convertirse hoy en una fuerza de oposici¨®n interna que ¨²nicamente aporta dificultades a la pol¨ªtica de la coalici¨®n. Frutos y Alcaraz no son precisamente agentes de modernidad.
Es dif¨ªcil saber hasta qu¨¦ punto esa tensi¨®n interna ha intervenido a la hora de generar una permanente oscilaci¨®n entre un discurso radical y la l¨ªnea pragm¨¢tica de apoyo cr¨ªtico al Gobierno de Zapatero. A este respecto, conviene recordar que el procedimiento seguido por Mitterrand en los a?os 80 para destruir al PCF fue precisamente su inserci¨®n subalterna en el Gobierno. Quedaba as¨ª atado, sin identidad ni alternativas, pues su salida ser¨ªa interpretada, y as¨ª lo fue, como un ataque a la izquierda en su conjunto. IU se ha visto atrapada en esa misma pinza.
M¨¢s graves son otras contradicciones. Hubo en IU una constante pretensi¨®n de ortodoxia radical, en temas como Afganist¨¢n o la inmigraci¨®n, y un visible intento de siempre ir m¨¢s all¨¢ de las propuestas del PSOE. Faltaron en cambio la cr¨ªtica de una pol¨ªtica econ¨®mica fundada en el "enriqueceos" y en la p¨¦rdida de poder adquisitivo de los trabajadores. Sumemos la vacilaci¨®n a la hora de elegir entre una democracia siempre en los labios y las preferencias por reg¨ªmenes antiimperialistas de Am¨¦rica Latina, como el de Ch¨¢vez, tan querido por muchos ius, Llamazares incluido, que poco ofrece de "avances democr¨¢ticos".
?ltimo ejemplo, nada irrelevante: la cuesti¨®n vasca. IU proclama como su meta pol¨ªtica el Estado federal y habla de la unidad de los dem¨®cratas en la "repulsa de la violencia terrorista". Muy bien. Pero de inmediato alza el estandarte del "derecho a decidir", l¨¦ase la autodeterminaci¨®n que mal encaja con el camino al federalismo. Mucha unidad de los dem¨®cratas, y al mismo tiempo rechazo no razonado de la Ley de Partidos. Ni una palabra acerca de la subalternidad respecto del nacionalismo asumida por Ezker Batua en Euskadi, apoyo a la consulta de Ibarretxe incluido. As¨ª, mientras Llamazares condenaba el asesinato de Isa¨ªas Carrasco, EB de Mondrag¨®n secundaba el juego de la alcaldesa de ANV con su retirada y regreso para no condenar. Conclusi¨®n: con o sin tsunami, ?por qu¨¦ votar a la inconsecuencia?
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