Camino a la bancarrota
Hace a?os, cuando se negociaba entre el Gobierno del PP y la oposici¨®n socialista lo que se llam¨® algo pomposamente Pacto de Estado por la Reforma de la Justicia, Perfecto Andr¨¦s Ib¨¢?ez llam¨® la atenci¨®n sobre la "cr¨®nica debilidad del Consejo General del Poder Judicial en la respuesta a los incumplimientos profesionales". Relacionaba el magistrado esta debilidad con una crisis de identidad del Consejo, causa de un modo de actuar inseguro, escasamente aut¨®nomo, mediatizado por los partidos y a remolque de los media. Podr¨ªa a?adirse: y con la conciencia de constituir una ¨²ltima instancia, libre por tanto de la exigencia de rendir cuentas ante nadie.
Lo menos que puede decirse hoy es que todos los trazos con los que el magistrado pintaba el cuadro han empeorado. Un Consejo ya entonces afectado en su legitimidad por el sistema de elecci¨®n de sus miembros ha agravado ese d¨¦ficit cada d¨ªa que pasa en situaci¨®n de permanente interinidad. Hoy se ha hecho ya evidente que la monta?a pari¨® un rat¨®n y que las negociaciones por aquel pacto no s¨®lo no han reformado lo que pretend¨ªan, sino que han acabado por degradarlo. La prolongaci¨®n indebida del mandato, la dejaci¨®n de los ¨²ltimos restos de autonom¨ªa, la obediencia a los partidos, ha acabado por llevar aquella cr¨®nica debilidad a una par¨¢lisis aguda.
Todo esto se ha puesto tr¨¢gicamente de manifiesto en la serie de negligencias culpables, de interminables demoras y de inspecciones bald¨ªas que han culminado en la muerte de una ni?a de cinco a?os a manos de un delincuente habitual en los juzgados, condenado a penas de prisi¨®n y sancionado en otras ocasiones con medidas perfectamente inadecuadas al objetivo que se persegu¨ªa. Lo grave, con todo, es que ni condenas ni sanciones se han cumplido, sin que ninguna inspecci¨®n haya sido capaz de detectarlo. Si esta criatura no hubiera encontrado la muerte, el delincuente seguir¨ªa tan campante detr¨¢s de otras ni?as, inscribi¨¦ndose en centros docentes, acos¨¢ndolas, recibiendo quiz¨¢ ¨®rdenes risibles de alejamiento. ?Cu¨¢ntos hay as¨ª ahora mismo? ?Cu¨¢ntas sentencias se quedan sin cumplir? Nadie lo sabe.
?sa es la cuesti¨®n: que nadie lo sabe. M¨¢s all¨¢ de las responsabilidades personales que cada cual va pasando al vecino, lo que importa para el funcionamiento de la justicia es el estado catat¨®nico en que se encuentra el gobierno de los jueces. Motivo de una permanente disputa, la interpretaci¨®n que se dio al art¨ªculo 122.3 de la Constituci¨®n, extendiendo a los 12 miembros elegidos entre jueces y magistrados el sistema establecido en ese art¨ªculo s¨®lo para abogados y juristas, ha convertido al CGPJ en una terminal de los partidos al abrigo de cualquier responsabilidad.
Y ¨¦ste es el grav¨ªsimo problema al que es preciso hacer frente de una buena vez. Hay que poner un l¨ªmite a las perversas consecuencias del crecimiento elefanti¨¢sico que entre nosotros ha adquirido el llamado Estado de partidos. Nadie ha inventado la f¨®rmula por la que los partidos pol¨ªticos dejen de ser principales y hasta ¨²nicos actores del poder estatal. Es dif¨ªcil que no sea as¨ª. Pero habr¨ªa que encontrar el medio por el que, siendo ¨²nicos, no pudieran ser excluyentes; es decir, que aquellos ¨¢mbitos definidos como aut¨®nomos e independientes por los mismos partidos que legislan, lo fueran realmente gracias, entre otras cosas, al proceso de elecci¨®n de sus titulares.
?Es posible? Por lo que respecta al gobierno del poder judicial, lo m¨¢s grave es que al corporativismo propio de la selecci¨®n entre pares se a?ade el partidismo propio de la elecci¨®n por partidos. As¨ª hemos dado con la f¨®rmula m¨¢gica para que los miembros de este organismo sean conocidos no tanto por su gesti¨®n como por su pertenencia militante al sector "progresista" o al "conservador": dime qui¨¦n te ha nombrado y te dir¨¦ c¨®mo act¨²as. Eso, por un lado; pero como adem¨¢s inspeccionan a compa?eros, el resultado es la lenidad o, por decirlo con la per¨ªfrasis eufem¨ªstica: la debilidad en la respuesta a incumplimientos profesionales. Para que un juez sea expulsado de la carrera es preciso que se comporte como un gran villano.
Es proverbial la irrefrenable tendencia de los partidos a controlar todo lo que se les pone por delante: medios de comunicaci¨®n, comisiones nacionales de tal o cual cosa, gerencias hospitalarias, lo que sea. Nos vamos acostumbrando. Pero el da?o es irreparable cuando el reparto de esferas de poder entre partidos se multiplica por los efectos perversos del corporativismo. Y eso es lo que pasa con el gobierno de los jueces: buen camino hacia la bancarrota. -
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