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Reportaje:SOBREVIVIR AL 'CORREDOR DE LA MUERTE'

Inocentes

Quino Petit

Como suele ocurrir en Arizona, el 8 de abril de 2002 fue un d¨ªa soleado. Pero lo que ceg¨® a Ray Krone a las cuatro de la tarde fueron los flashes de los fot¨®grafos y los focos de las c¨¢maras de televisi¨®n. A las puertas del centro penitenciario de Florence (Phoenix, Arizona), reporteros de medio mundo se peleaban por cazar el mejor plano de la salida del condenado a muerte n¨²mero 100 puesto en libertad en Estados Unidos desde la reinstauraci¨®n de la pena capital en 1976. A¨²n tuvo que esperar veinte d¨ªas para que el juez de la Corte Suprema de Arizona ratificase su inocencia. Fue entonces cuando la madre de la v¨ªctima del crimen que ¨¦l no hab¨ªa cometido se acerc¨® a pedirle disculpas entre sollozos. Ray le dijo que ella no ten¨ªa culpa de nada, a pesar de haber estado mir¨¢ndole como si fuera el terrible asesino de su hija durante m¨¢s de una d¨¦cada. A pesar de haberle llamado animal en alguna sesi¨®n del proceso. Ella no me dec¨ªa eso a m¨ª; se lo dec¨ªa al asesino.

Ray parece hoy un hombre normal que intenta llevar una vida normal tras sobrevivir al corredor de la muerte. Cuida a diario, con ayuda de su novia, la granja que ha instalado junto a su casa en Pensilvania. Desde all¨ª cuenta que ha vuelto a jugar a los dardos y a pasear en moto. No tiene hijos. Es una de las cosas m¨¢s dolorosas del calvario que he sufrido. Creo haber perdido la oportunidad de ser padre. Tengo 51 a?os y no me gustar¨ªa convertirme en un abuelo para mi hijo.

Los que han dado con sus huesos en el corredor de la muerte en Estados Unidos suelen decir que es en lo primero que se piensa nada m¨¢s llegar: el men¨² de la ¨²ltima cena. Pero Ray no pod¨ªa concebir algo semejante el 3 de diciembre de 1992, cuando entr¨® en la celda 3C8 del centro penitenciario de Florence. Se negaba a creer que el Estado de Arizona estuviera dispuesto a asesinarle por un crimen que no hab¨ªa cometido. Hasta ese momento, su historia pod¨ªa haberse escrito como la de un veterano de las Fuerzas Armadas metido a cartero sin antecedentes penales. Ray Krone naci¨® en Pensilvania en enero de 1957. Criado en un apacible poblado al sur del Estado, vivi¨® una infancia normal en el seno de una familia normal, que acostumbraba a hacer cosas tan normales en Estados Unidos como ir a misa los domingos.

El mayor de los tres hermanos Krone se enrol¨® en las Fuerzas Armadas tras su paso por el instituto. Durante seis a?os aprendi¨® todo lo que un buen cadete debe saber. Abandon¨® el domicilio familiar y se traslad¨® a Tejas para recibir la instrucci¨®n. Despu¨¦s viaj¨® a Misisipi y se instal¨® definitivamente en Phoenix en el oto?o de 1980, un a?o antes de abandonar el ej¨¦rcito en busca de otras oportunidades. Ten¨ªa 24 a?os y para continuar con su carrera militar habr¨ªa tenido que continuar estudiando. Prob¨® suerte con algunos trabajos de mec¨¢nico y cinco a?os despu¨¦s ingres¨® en la oficina de correos. Por aquella ¨¦poca, Ray no era ning¨²n playboy, pero ten¨ªa algunas novias. Viv¨ªa en una casita baja de dos dormitorios y disfrutaba de 340 d¨ªas de sol al a?o. Tambi¨¦n participaba en competiciones de balonvolea y acud¨ªa con los compa?eros del equipo a jugar a los dardos en el bar que les patrocinaba las camisetas, el CBS Lounge. El mismo lugar donde la ma?ana del domingo 29 de diciembre de 1991 el due?o del establecimiento encontr¨® la puerta abierta y el cad¨¢ver de Kim Ancona en el cuarto de ba?o de caballeros.

El crimen tuvo lugar, conforme a las pruebas periciales, entre la una y las dos de la madrugada del domingo. Durante ese intervalo, Ray llevaba m¨¢s de tres horas durmiendo. Fue algo que nunca se cans¨® de repetir durante los dos juicios que se siguieron contra ¨¦l. Y as¨ª qued¨® demostrado. Las pruebas de ADN probaron su versi¨®n e inculparon a otro hombre, un asesino habitual de Arizona. Pero diez a?os, tres meses y ocho d¨ªas despu¨¦s. Con un inocente condenado a muerte y a cadena perpetua de por medio.

La madrugada anterior a la del asesinato de Kim Ancona, Ray sali¨® de farra con los amigotes del equipo de voleibol. Hicieron parada en el CBS y en otros bares aleda?os. Como de costumbre, Ancona, la atractiva camarera del CBS, se encargaba de regar la velada. Nunca tuve ning¨²n tipo de relaci¨®n con ella, m¨¢s all¨¢ de la que puede tener el cliente habitual de un garito con los camareros. Jam¨¢s pens¨¦ nada m¨¢s, a pesar de encontrarme soltero: ella viv¨ªa con su novio y ten¨ªa dos hijas adolescentes.

Ray volvi¨® a casa dando tumbos a las dos de la madrugada del s¨¢bado 28 de diciembre de 1991 y a las cuatro ya estaba en planta. Se fue a trabajar con una resaca del diablo, que le llev¨® de cabeza al catre pocas horas despu¨¦s de terminar la jornada. A eso de la una de la tarde del domingo, unos tipos trajeados llamaron al timbre de su casa.

?Es usted novio de Kim Ancona?

No. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando aqu¨ª?

Han encontrado su cad¨¢ver en el bar CBS Lounge.

Los peri¨®dicos locales publicaron que Ray llev¨® en su Corvette a la camarera de camino a una fiesta navide?a una semana antes del crimen. Este hecho, junto a la habitual presencia de Ancona con sus amigotes en el CBS Lounge y el n¨²mero de Ray en la agenda de tel¨¦fonos de ella, constitu¨ªa toda la evidencia con la que contaba la polic¨ªa para sustentar que ¨¦l pudiera ser un novio o amante de la camarera.

Los hombres trajeados regresaron a casa de Ray al d¨ªa siguiente de su visita y se lo llevaron a comisar¨ªa. Interrogatorios. An¨¢lisis de sangre, del cabello, de los dientes. Yo no la he matado, hasta la saciedad. Otra de las pruebas a las que se aferr¨® el juez de la corte de Arizona para condenarle a muerte fue la pedestre versi¨®n de un experto que relacion¨® las huellas dentales encontradas en el cuello de la v¨ªctima con los dientes que Ray llevaba cubiertos con fundas desde que se los rompi¨® en un accidente a los 17 a?os. El martes 31 de diciembre de 1991, dos d¨ªas despu¨¦s del levantamiento del cad¨¢ver, la polic¨ªa le arrest¨® por asalto sexual, secuestro y asesinato de Kim Ancona. Estuvo preso en Phoenix durante seis meses, hasta que se abri¨® un proceso contra ¨¦l. Apenas dur¨® tres d¨ªas y medio. El abogado del Estado asignado recibir¨ªa 5.000 d¨®lares por defenderle. ?Con eso no tienes ni para pagarte un divorcio en Estados Unidos!, apunta Ray. Habl¨® por tel¨¦fono con su hermana y le cont¨® lo que le estaba pasando. No te preocupes, no pasa nada. Soy inocente. En ese momento no quiso pedir dinero ni ayuda a sus familiares. Siempre pens¨¦ que saldr¨ªa en libertad, que era cuesti¨®n de tiempo que encontraran al verdadero asesino. En noviembre de 1992 fue condenado a muerte. Ten¨ªa 35 a?os.

Un mes m¨¢s tarde ingres¨® en el corredor de la muerte de Arizona, en el centro penitenciario de Florence. Los guardias del comit¨¦ de bienvenida le dispensaron un trato que le record¨® sus a?os en el ej¨¦rcito. Aqu¨ª mando yo, y a partir de ahora har¨¢s lo que yo diga. Los agentes guardaron sus escasas pertenencias en una caja y le brindaron unos pantalones vaqueros de color azul marino, dos pares de calzoncillos y de calcetines y un par de botas. Fue conducido con las manos esposadas hasta su celda, la 3C8, de alrededor de tres metros de largo por un metro y medio de ancho. La vida, a la espera de ser ajusticiado, quedaba reducida a esas dimensiones. En compa?¨ªa de una cama, un retrete y un peque?o lavabo.

S¨®lo pod¨ªa salir de all¨ª tres veces por semana, tomar una ducha el viernes y recibir tres comidas al d¨ªa en horarios no establecidos. Ning¨²n tipo de contacto f¨ªsico con el resto de internos estaba permitido. S¨®lo ten¨ªa posibilidad de hablar con ellos cuando sal¨ªa a uno de los 16 patios individuales contiguos a la galer¨ªa. Se refugi¨® en los cl¨¢sicos. Moby Dick o El conde de Montecristo visitaron su celda. Pero mi verdadera inspiraci¨®n fue la Biblia.

?Se puede tener fe cuando a uno le pasa algo tan kafkiano?

S¨ª. Se parece a la historia del santo Job.

Los libros empezaron a compartir el microespacio enjaulado con un televisor, una peque?a radio y una m¨¢quina de escribir. Cuando se encontraba con fuerzas, tecleaba a su familia frases como ¨¦sta: Todo va a ir bien. M¨¢s que rabia, Ray aprendi¨® a canalizar el formidable disgusto. En el corredor de la muerte no puedes actuar emocionalmente. Se parece a esas situaciones l¨ªmite en las que la vida te pone a prueba y no deben abordarse desde la emoci¨®n. Para sobrevivir all¨ª, tienes que pensar en positivo. Tambi¨¦n aprendi¨® a guardar las distancias. Si los internos ven que hablas mucho con los guardias, empiezan a pensar que les pasas informaci¨®n.

?Cu¨¢l es el peor momento que vivi¨® en el corredor de la muerte?

Cuando ve¨ªa que a un interno se lo llevaban al pabell¨®n donde esperas una semana para ser ajusticiado.

?Qu¨¦ hac¨ªan esos hombres? ?Lloraban? ?Gritaban?

No vi a nadie llorar cuando se lo llevaban al pabell¨®n de espera. Quiz¨¢ pensaran: Hazme un favor. Todo el mundo dec¨ªa que era mejor estar muerto que vivir de esa manera. Total, vas a palmarla de todas formas. En el corredor de la muerte te tratan como a un animal.

?Usted pensaba eso, que era mejor estar muerto?

Yo no, porque era inocente. Eso me hac¨ªa mantener la esperanza al amanecer.

As¨ª pas¨® tres a?os, aferrado al instinto de supervivencia. Sus familiares ten¨ªan derecho a visitarle una vez al mes durante dos horas. Junto a ellos gest¨® Ray el recurso de su caso ante la Corte Suprema de Arizona. Un primo de su madre coste¨® los honorarios de un buen abogado. Ya sabes c¨®mo funciona esto en Estados Unidos, sin pasta no consigues una buena representaci¨®n judicial. Y ya hab¨ªa tenido una mala experiencia que no estaba dispuesto a repetir. Si el proceso que le conden¨® a muerte dur¨® tres d¨ªas, el del recurso, bajo una buena defensa, se prolong¨® durante seis semanas y media. Se practicaron pruebas de ADN y Ray fue declarado de nuevo culpable, pero consigui¨® salir del corredor de la muerte. En enero de 1996 fue trasladado a la unidad central del penal de Florence, sentenciado a cadena perpetua. Empez¨® a trabajar en la librer¨ªa y recuper¨® m¨¢s libertad para jugar al balonvolea, su deporte favorito. Lo malo es que volv¨ª a tener contacto con la gente. La c¨¢rcel es el lugar m¨¢s racista del mundo que puedas imaginar. Los blancos andan con los blancos, y los negros con los negros. El ambiente parece una bomba a punto de estallar.

Su abogado reclam¨® en 2002 nuevas pruebas de ADN que inculparon a otro hombre del crimen por el que Krone hab¨ªa sido condenado. En 1992, cuando fue sentenciado, la pr¨¢ctica de este tipo de an¨¢lisis no era muy com¨²n en EE UU. En el Death Penalty Information Center aseguran que 127 condenados a muerte han sido puestos en libertad desde 1973 tras demostrarse su inocencia, de los cuales al menos 15 se libraron gracias a los an¨¢lisis de ADN, no siempre admitidos en juicio. Ray fue uno de ellos. A las doce del mediod¨ªa del 8 de abril de 2002 recibi¨® una llamada de su abogado: Te vas a casa.

Algo por dentro hab¨ªa estado 10 a?os y medio insufl¨¢ndole la confianza de que ese d¨ªa ten¨ªa que llegar. Ray orden¨® las escasas pertenencias de su celda y se despidi¨® de los internos antes de cegarse a la puerta de la prisi¨®n con los destellos de los flashes de los fot¨®grafos y los focos de las c¨¢maras de televisi¨®n. Un a?o despu¨¦s recibi¨® la disculpa de los agentes de polic¨ªa que aportaron las pruebas a su caso y del gobernador de Arizona. Tambi¨¦n recibi¨®, en 2005, una compensaci¨®n econ¨®mica de 4,4 millones de d¨®lares. Pero tras liquidar los gastos de mi abogado, me quedaron 2,4 millones de d¨®lares. Con parte de ese dinero compr¨® la casa donde hoy cuida de su granja en Pensilvania, no muy lejos de su familia.

?Ha buscado culpables entre quienes le llevaron al corredor de la muerte?

Si algo aprend¨ª durante aquellos a?os, es que la rabia te destruye. Prefiero pasar el resto de mi vida contando que lo que me pas¨® a m¨ª le puede pasar a cualquiera, que el sistema falla. Seguir¨¦ haci¨¦ndolo hasta el final, o hasta que se erradique la pena de muerte en Estados Unidos. Est¨¢ en nuestra mano cambiar las cosas.

?Cree usted en la justicia?

Creo en la justicia, pero no en el sistema judicial de mi pa¨ªs.

?Es cierto que estaba de acuerdo con la pena de muerte antes de que le sucediera todo esto?

S¨ª. Pero hoy creo que no sirve de nada responder a un crimen con el mismo castigo. Como le dije a un reportero nada m¨¢s salir de prisi¨®n: morir es f¨¢cil, lo dif¨ªcil es vivir.

?Qu¨¦ le dir¨ªa al pr¨®ximo presidente, o presidenta, de Estados Unidos?

Algo as¨ª: ?Puedes creer que esto ocurra en nuestro pa¨ªs? No tenemos que matar a nuestra gente. Debemos educarles, prepararles para que se conviertan en personas mejores en nuestra sociedad.

?Cree que es posible acabar con la pena de muerte en Estados Unidos?

No es algo tan descabellado. No hace tanto tiempo, si alguien hubiera dicho que las mujeres podr¨ªan votar o que la segregaci¨®n racial dejar¨ªa de existir, nadie le habr¨ªa cre¨ªdo. Quiz¨¢ haga falta otra generaci¨®n que tenga el valor de abolir la pena capital.

Lo cierto es que el 69% de los estadounidenses apoya todav¨ªa la pena de muerte, seg¨²n el ¨²ltimo sondeo Gallup relacionado con esta cuesti¨®n. Si bien los partidarios siguen constituyendo una mayor¨ªa, ese porcentaje alcanzaba el 80% en 1994 conforme al mismo estudio. Sin que pueda hablarse en absoluto de tendencia abolicionista en Estados Unidos, los datos reflejan que las ejecuciones se han reducido hasta en un 60% desde 1999, su aplicaci¨®n ha quedado limitada a 37 de los 50 Estados desde que a finales del a?o pasado Nueva Jersey anunciara su derogaci¨®n y, en la pr¨¢ctica, rige una moratoria de facto de los ajusticiamientos en todo el pa¨ªs a la espera de que el Tribunal Supremo resuelva un recurso sobre la constitucionalidad de la aplicaci¨®n de la inyecci¨®n letal para liquidar al reo (lo que se cuestiona es la crueldad del procedimiento, que podr¨ªa entrar en colisi¨®n con la octava enmienda de la Constituci¨®n, no la aplicaci¨®n de la pena capital).

Consciente de este panorama en su pa¨ªs, Ray dedica gran parte de su tiempo a insistir en la abolici¨®n de la pena de muerte. Convocado por Amnist¨ªa Internacional (AI), el 15 de octubre de 2007 viaj¨® a Nueva York para contar su caso ante los Estados miembros de la Asamblea General de la ONU, a cuyos representantes solicit¨® el apoyo a una resoluci¨®n a favor de la suspensi¨®n mundial de las ejecuciones que la Tercera Comisi¨®n de la Asamblea General aprob¨® un mes m¨¢s tarde, con el copatrocinio de 87 Estados, 99 votos a favor, 52 votos en contra y 33 abstenciones. El car¨¢cter no vinculante de esta resoluci¨®n, que considera la abolici¨®n de la pena capital como esencial para la protecci¨®n de los derechos humanos, no aminora su fuerte carga simb¨®lica, adem¨¢s de haber impuesto al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, la responsabilidad de informar sobre la aplicaci¨®n de la suspensi¨®n en el pr¨®ximo periodo de sesiones de la Asamblea General a lo largo de 2008, cuando se cumplen 60 a?os de la aprobaci¨®n de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos.

Lo que me pas¨® a m¨ª le puede ocurrir a cualquiera; no basta con saber que eres inocente, como yo cre¨ªa, insisti¨® Ray en la sede de la ONU. Junto a ¨¦l comparecieron, tambi¨¦n convocados por AI, el japon¨¦s Sakae Menda y el ugand¨¦s Mpagi Edward Edmary, otros dos inocentes liberados tras pasar muchos a?os en el corredor de la muerte de sus respectivos pa¨ªses. Estos tres hombres son una prueba patente de que la pena capital es administrada por sistemas viciados, con independencia de la cultura o los recursos del pa¨ªs en cuesti¨®n. Nadie sabe cu¨¢ntos hombres y mujeres inocentes han sido ejecutados a lo largo de la historia. Pero el riesgo de ejecutar inocentes constituye otro argumento de peso para aprobar una suspensi¨®n mundial de las ejecuciones, argument¨® Piers Bannister, experto de AI sobre cuestiones relativas a la pena de muerte, tras las intervenciones de Krone, Menda y Edmary.

Si 16 Estados eran abolicionistas de facto en 1977, hasta el momento 135 pa¨ªses han suspendido en la pr¨¢ctica el castigo de la pena capital, siendo Uzbekist¨¢n el ¨²ltimo en sumarse, a principios de este a?o. A la espera de la publicaci¨®n de los datos de 2007, los c¨¢lculos que AI maneja en relaci¨®n a 2006 revelan que durante ese a?o fueron asesinadas legalmente en el mundo al menos 1.591 personas. De todas ellas, casi el 65% fueron ajusticiadas en China aunque otras fuentes elevan la cifra en el gigante asi¨¢tico entre 7.500 y 8.000 personas, dato dif¨ªcil de confirmar porque en China las ejecuciones son secreto de Estado, donde han arreciado las cr¨ªticas por la falta de libertades p¨²blicas tras la represi¨®n policial de las recientes manifestaciones en T¨ªbet que pueden empa?ar la imagen del pa¨ªs ante la inminente celebraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos. Mientras tanto, seg¨²n AI, entre 19.000 y 25.000 personas siguen condenadas a muerte en todo el mundo.

Desde Irak, el cuarto pa¨ªs con mayor n¨²mero de ejecuciones, pudimos presenciar a principios del a?o pasado la retransmisi¨®n en diferido del paso por el cadalso de Sadam Husein a finales de 2006, mediante la grabaci¨®n llevada a cabo por uno de sus verdugos con la c¨¢mara de un tel¨¦fono m¨®vil. Un paso por el pat¨ªbulo, el de Sadam, al que pr¨¢cticamente fue empujado por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, como consecuencia de su ansiada invasi¨®n militar iraqu¨ª, de la que acaban de cumplirse cinco a?os con resultados m¨¢s que desconcertantes. No en vano, Bush, hijo, nunca ha ocultado su entusiasmo por la pena capital: bajo su mandato con pu?o de hierro como gobernador de Tejas, entre 1995 y 2000, se llevaron a cabo hasta 152 ejecuciones en dicho Estado.

Precisamente a ra¨ªz de la ejecuci¨®n de Sadam Husein, el Parlamento Europeo aprob¨® en febrero de 2007 una resoluci¨®n de condena del ajusticiamiento del depuesto dictador iraqu¨ª, que a su vez se sum¨® a la iniciativa italiana de promover en las Naciones Unidas la suspensi¨®n de la pena de muerte en los pa¨ªses que la mantienen. En el continente europeo donde por una parte ostentamos hist¨®ricamente una interminable lista de ejecutados y por otra se gest¨® el origen del movimiento abolicionista en el siglo XVIII con la obra De los delitos y de las penas, de Cesare Beccaria, la pena de muerte ni se aplica ni se puede aplicar en la pr¨¢ctica actualmente. Todos los Estados, salvo Rusia, que ha iniciado una moratoria, han ratificado el Sexto Protocolo de la Convenci¨®n Europea de Derechos Humanos. Excepto en Bielorrusia, puede hablarse de un territorio sin apenas pena de muerte. Si bien Espa?a mantiene la excepci¨®n para el estado de guerra en el art¨ªculo 15 de la Constituci¨®n de 1978, la ley 11/1995, de 27 de noviembre, la declar¨® plenamente derogada.

Lejos del paraguas abolicionista europeo, los dos ¨²nicos miembros del G-8 que mantienen la pena capital son Estados Unidos y Jap¨®n. En el corredor de la muerte nip¨®n tuvo la desgracia de recalar Sakae Menda por un crimen que, del mismo modo que el estadounidense Ray Krone, no hab¨ªa cometido. Si hay lugares donde no conviene estar en el momento menos oportuno, uno de ellos es sin duda el burdel cercano a la ciudad de Hitoyoshi donde este japon¨¦s pas¨® la noche del 29 de diciembre de 1948. All¨ª conoci¨® la lamentable situaci¨®n de una menor cuya madre obligaba a ejercer la prostituci¨®n. Mi desgracia fue enterarme de aquello. Su madre quer¨ªa mantenerlo en secreto. Menda tiene hoy 83 a?os y una paciencia de santo que le ayuda a contar una y otra vez su injusta historia para exigir la abolici¨®n de la pena de muerte. Nadie est¨¢ capacitado para condenar a otro de forma totalmente justa.

Desde su casa en la isla de Kyushu recuerda c¨®mo durante aquella fat¨ªdica noche, a medio kil¨®metro del prost¨ªbulo donde pernoctaba, alguien entr¨® por la fuerza en un domicilio, rob¨® lo que pudo, asesin¨® a sangre fr¨ªa al matrimonio habitante y dej¨® malheridas a sus hijas. A la ma?ana siguiente, Menda lleg¨® a la casa de un amigo, donde se aloj¨® durante varios d¨ªas hasta que cinco fiscales se lo llevaron sin mediar palabra a una comisar¨ªa de la polic¨ªa aut¨®noma de Hitoyoshi. Seg¨²n Menda, uno de los fiscales ejerc¨ªa tambi¨¦n como proxeneta de la madre de aquella menor a quien falsificaron la edad en su documentaci¨®n para que pudiera ejercer la prostituci¨®n. Ante el temor de que revelase algo sobre la identidad de la joven, su madre le inculp¨® a ¨¦l del asesinato cometido cerca del burdel.

La polic¨ªa le arranc¨® una confesi¨®n mediante torturas indescriptibles, fue condenado a la pena capital e ingres¨® en el corredor de la muerte, tras la ratificaci¨®n de la sentencia por parte del Tribunal Supremo, el d¨ªa de Navidad de 1951. A lo largo de 11.315 d¨ªas de encierro, nunca le avisaron de cu¨¢ndo iba a ser ahorcado. Pod¨ªa haber sucedido en cualquier momento. Ning¨²n condenado a muerte en Jap¨®n conoce el instante de su ejecuci¨®n salvo cuando ¨¦sta va a llevarse a cabo. El miedo llegaba cada d¨ªa a las 8.30. Despu¨¦s de la revisi¨®n de celdas, si te dejaban salir al recreo, contabas con un d¨ªa m¨¢s de vida.

En 31 a?os, nunca recibi¨® una visita. Su primera esposa se divorci¨® de ¨¦l. En 1965, su padre le comunic¨® que en adelante pon¨ªa fin a todo tipo de relaciones paternofiliales. Aunque en su fuero interno pensaba que yo era inocente, estaba avergonzado ante el resto de la sociedad. La idiosincrasia del pueblo japon¨¦s es as¨ª. Te estigmatiza de por vida y la gente te da de lado. Lo peor de todo fue no permitirme probar mi inocencia. ?Por qu¨¦ ten¨ªa que aguantar aquella situaci¨®n sin ser culpable? Fui una v¨ªctima del sistema japon¨¦s, que se neg¨® a buscar la verdad.

Pero ¨¦l nunca se neg¨® a encontrar una declaraci¨®n de inocencia. El padre de un gobernador a quien enviaba libros transcritos al lenguaje braille, actividad que aprendi¨® de uno de los internos, le aconsej¨® que enviara un escrito de s¨²plica a la secci¨®n de Derechos Humanos de la Federaci¨®n Japonesa de la Abogac¨ªa. La sentencia fue revisada y el 10 de junio de 1983 fue declarado inocente de los cargos que le condenaron a la pena m¨¢xima. Ese d¨ªa pas¨® a ser una de las cuatro personas que han salido del corredor de la muerte en Jap¨®n tras la revisi¨®n de su caso.

Convertido en sexagenario, Menda contrajo matrimonio por segunda vez al recuperar la libertad y abri¨® una boutique con su mujer. Recibi¨® una indemnizaci¨®n de cerca de medio mill¨®n de euros, cantidad de la que tuvo que descontar los gastos de sus abogados. Pero cuando uno sale, el calvario contin¨²a. La cruel idiosincrasia japonesa sigui¨® estigmatiz¨¢ndome por haber sido condenado a muerte. A pesar de mi declaraci¨®n judicial de inocencia, la gente segu¨ªa pensando que era un asesino. De hecho, mi registro civil sigue estando en prisi¨®n.

Algo habr¨¢ hecho. El estigma del condenado a muerte tambi¨¦n persigue al ugand¨¦s Mpagi Edward Edmary desde el a?o 2000, cuando obtuvo la libertad. Hoy tiene 52 a?os, una esposa y seis hijos. Todav¨ªa hay personas que cuando escuchan mi nombre piensan que si estuve 18 a?os en el corredor de la muerte, debo ser culpable.

Edward fue sentenciado junto a su hermano el 29 de abril de 1982 por el atraco a un hombre a quien los jueces consideraron asesinado; 18 a?os despu¨¦s se comprob¨® que segu¨ªa con vida y que ellos no hab¨ªan cometido el atraco. En esa ¨¦poca imperaba la corrupci¨®n en muchos estamentos de mi pa¨ªs, y el judicial no iba a ser menos. Mi hermano falleci¨® en prisi¨®n, a causa de una enfermedad contra la que las autoridades de la c¨¢rcel se negaron a conceder una medicaci¨®n. Sabiendo que ¨¦ramos inocentes, nunca podr¨¢n reparar el da?o que me hicieron a m¨ª y a mi familia.

En octubre del a?o pasado, Edward contuvo la emoci¨®n como pudo, se aferr¨® a un micr¨®fono y declar¨® en la Asamblea General de la ONU: La pena de muerte no es ni tan siquiera un castigo. Un castigo sirve para reformar, y matando a una persona le niegas la posibilidad de reformarse.

Ugand¨¦s, estadounidense y japon¨¦s: los tres estuvieron a punto de pagarlo con sus vidas.
Ugand¨¦s, estadounidense y japon¨¦s: los tres estuvieron a punto de pagarlo con sus vidas.L. CARPENTER

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Sobre la firma

Quino Petit
Es redactor jefe de Comunicaci¨®n y Medios en EL PA?S. Antes fue redactor jefe de Espa?a y de 'El Pa¨ªs Semanal', donde ejerci¨® como reportero y public¨® cr¨®nicas y reportajes sobre realidades de distintas partes del planeta, as¨ª como perfiles y entrevistas a grandes personajes de la pol¨ªtica, las finanzas, las artes y el deporte

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