Las relaciones de Estados Unidos y Europa
Por qu¨¦ no est¨¢ presente Europa como tema en las elecciones presidenciales de Estados Unidos? La senadora Hillary Clinton es incapaz de pronunciar el nombre del nuevo presidente de Rusia. El senador Barak Obama preside el Comit¨¦ del Senado sobre Asuntos Europeos pero no ha hecho ninguna visita oficial a Europa. El senador John McCain escribe sobre la necesidad de que Estados Unidos y Europa vuelvan a ser amigos pero el lenguaje militarista que emplea al hablar de Irak no coincide con el de una Europa que considera Irak, en palabras de Talleyrand, algo peor que un crimen: un error.
En esta situaci¨®n, ?qu¨¦ politica deber¨ªa adoptar el pr¨®ximo presidente norteamericano con respecto a Europa? Estamos ante una buena oportunidad para empezar de cero. Los arquitectos de la hostilidad europea hacia el derrocamiento de Sadam Husein, como Jacques Chirac en Francia y Gerhard Schr?der en Alemania, se han retirado. Los l¨ªderes actuales de Gran Breta?a, Francia y Alemania, Gordon Brown, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, est¨¢n encantados de declararse proamericanos.
Ahora que Bush se va, ?puede Europa proponer una nueva relaci¨®n trasatl¨¢ntica?
El pr¨®ximo presidente de EE UU debe aprender a hablar europeo
En 2007, la econom¨ªa de la Uni¨®n Europea creci¨® m¨¢s deprisa que la de Estados Unidos. El crecimiento de la productividad fue superior, la inflaci¨®n inferior, y la capitalizaci¨®n de acciones en Europa super¨® a la de Estados Unidos por primera vez desde 1945. Los a?os de Bush han representado un descenso de la riqueza y la posici¨®n de Estados Unidos respecto al resto del mundo que no tiene precedentes en la historia de su pa¨ªs.
Si Estados Unidos es un pa¨ªs d¨¦bil, aislacionista y proteccionista, eso es malo para Europa. Y una Europa que juzgue a Estados Unidos desde la perspectiva del gaullismo o el izquierdismo del siglo XX -como rival y amenaza- no conseguir¨¢ m¨¢s que causar divisiones en el mundo democr¨¢tico que beneficiar¨¢n al mundo no democr¨¢tico.
As¨ª, pues, ahora que Estados Unidos entierra la era de Bush, ?puede hacer Europa la oferta de comenzar una nueva etapa en las relaciones euroatl¨¢nticas?
Para Alemania, significa convertirse en una naci¨®n del siglo XXI con arreglo a los principios de Clausewitz: aceptar la necesidad no s¨®lo de estar presente sino tambi¨¦n de actuar. Eso supone eliminar las condiciones que, desde Kosovo hasta Afganist¨¢n, han impedido que los soldados alemanes interviniesen.
Para Gran Breta?a, representa que el aparato militar de Londres, obsesionado con la OTAN, tiene que abandonar su suspicacia instintiva ante la UE y dejar de ser un rezagado para convertirse en l¨ªder del desarrollo europeo de la PESC y el ESOP.
Para Francia, connota la plena reintegraci¨®n en la OTAN, con el fin de demostrar al mun
do que el hecho de que la UE tenga un papel militar cada vez mayor no va en contra de la OTAN, con su sugerencia de paralelismo y disociaci¨®n.
Para Espa?a, significa aceptar que no es posible construir una alianza de civilizaciones con buenas palabras y una visi¨®n generosa, sino que es preciso derrotar a los enemigos de la civilizaci¨®n democr¨¢tica.
En Estados Unidos, todo apunta a un nuevo paradigma post-Irak de una alianza euroatl¨¢ntica de democracias dispuesta a actuar en inter¨¦s de la estabilidad y la seguridad, las dos condiciones necesarias para que haya paz, prosperidad y progreso.
Lo que hay que saber es si la clase pol¨ªtica de Londres, Berl¨ªn, Par¨ªs y Madrid est¨¢ a la altura del reto. El Tratado de Lisboa ofrece mayores posibilidades, pero los gobiernos nacionales son los ¨²nicos que pueden marcar la diferencia.
Como es natural, Europa tiene sus propios problemas que resolver. Si Estados Unidos necesita una pol¨ªtica de sanidad factible, Europa necesita una estrategia de crecimiento econ¨®mico cre¨ªble, basada en un desarrollo empresarial que se gu¨ªe por el mercado. Europa necesita tener un debate maduro sobre la inmigraci¨®n y los retos demogr¨¢ficos, en la medida en que los europeos nativos han dejado de reproducirse. Europa debe despertar a los desaf¨ªos de la ideolog¨ªa del islamismo con una clara distinci¨®n entre el islam -la fe-, los musulmanes -los seguidores de la fe- y el islamismo, la ideolog¨ªa conservadora y reaccionaria que proponen los islamistas. La pol¨ªtica de los ide¨®logos islamistas contra las mujeres, contra la democracia, contra los homosexuales, contra la libertad de expresi¨®n, es una gran amenaza para los valores europeos. Y los islamistas, adem¨¢s, apoyan el nuevo antisemitismo, que se ha convertido en un problema europeo importante.
?Ha llegado, por tanto, el momento de que el Marte estadounidense y la Venus europea se vayan juntos a la cama para engendrar una nueva pol¨ªtica que fusione el poder duro y el poder blando? No puede haber paz sin seguridad, ni en Oriente Pr¨®ximo, ni en Colombia, ni en Pakist¨¢n, ni en ?frica.
Si sumamos los pa¨ªses europeos y norteamericanos que son miembros de la OTAN, y otros pa¨ªses aliados como Jap¨®n y Australia, hay m¨¢s de mil millones de personas que viven dentro de un marco de valores comunes como el imperio de la ley, el relevo de los dirigentes mediante elecciones, la libertad de expresi¨®n, el derecho de las mujeres a ser mujeres, de los homosexuales a ser homosexuales, y as¨ª sucesivamente.
Ha llegado la hora de que Europa, Norteam¨¦rica y otras democracias del mundo defiendan y promuevan esos valores. Para ello es precisa la pol¨ªtica de contenci¨®n de un George Kennan, no la pol¨ªtica de confrontaci¨®n de un Donald Rumsfeld. Es precisa una postura com¨²n frente a las intimidaciones de un Putin que est¨¢ desarrollando en Rusia una pol¨ªtica autoritaria que, por desgracia, aleja a su pa¨ªs cada vez m¨¢s de su sitio natural como gran naci¨®n europea.
Es precisa una inversi¨®n mundial en una pol¨ªtica keynesiana modernizada, basada en el comercio libre y la justicia social. Y es preciso que reexaminemos c¨®mo consumimos los recursos energ¨¦ticos mundiales.
La Europa del siglo XX vivi¨® su propia tragedia, al ser la regi¨®n que dio a luz el comunismo, el hitlerismo, el franquismo, el racismo imperialista y el acontecimiento ¨²nico que fue el Holocausto. Pero eso fue en el siglo XX. La nueva Europa se basa en unas complejas obligaciones mutuas definidas por las leyes del tratado de la Uni¨®n Europea, por su capacidad de difundir la democracia como por ¨®smosis y por su negativa a supeditar los derechos sociales a los econ¨®micos.
Estados Unidos puede dar la vuelta a la p¨¢gina de su pasado sin volver la vista atr¨¢s. Europa es como Jano, mira hacia el pasado y hacia el futuro de forma simult¨¢nea, pero nunca est¨¢ verdaderamente segura de qu¨¦ presente ocupa. No le faltan ideas, pero s¨ª un liderazgo capaz de convencer a las orgullosas naciones europeas de que deben pensar como potencia continental, no como un aglomerado de vanidades nacionales rivales.
Tal vez el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos sepa comprenderlo e invite a Europa a tener confianza y entablar una nueva relaci¨®n euroatl¨¢ntica que pueda ayudar al mundo a tener paz, hogares, empleo y derechos para todos, y por medios m¨¢s inteligentes que los que emple¨® Europa en el siglo pasado y ha empleado Estados Unidos hasta el momento en el actual. El pr¨®ximo presidente estadounidense debe aprender a hablar europeo como lo hicieron otros anteriores, desde Truman hasta Clinton. Ser¨¢ la mejor forma de restablecer el lugar de Estados Unidos en el mundo.
Denis MacShane es miembro laborista del Parlamento brit¨¢nico y fue ministro para Europa entre 2002 y 2005. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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