David Mamet, ese monstruo
En la retorcida y contundente El ¨²ltimo golpe, alguien preguntaba sobre la personalidad del g¨¢nster que interpreta Gene Hackman. La respuesta es memorable: "F¨ªjate si es duro, que para dormirse las ovejas le cuentan a ¨¦l". Cosas de David Mamet, sabor aut¨¦nticamente americano, un lujo inc¨®modo, provocador y a contracorriente, un director de cine distinto, una inconfundible voz propia del teatro, una escritura original, sarc¨¢stica y demoledora se ocupe de lo humano o de lo divino, hablando de las personas y las cosas, del aqu¨ª y ahora o del ayer. Si entras en el mundo de este brillante y perturbador artista, vas a seguirle la pista eternamente, te crear¨¢ adicci¨®n, independientemente de que sus criaturas le hayan salido redondas o torcidas, pero nunca planas ni as¨¦pticas.
Es imposible no disfrutar con su inteligencia y su mordacidad
Hace demasiado tiempo que comprob¨¦ que a los mitos conviene mirarlos de lejos y dedicarse exclusivamente a los placeres que te procura su obra. Por si no est¨¢n a la altura de lo que te imaginas, para evitar su derrumbe, para evitar desencuentros entre la imagen y la realidad. Por supuesto, evito asistir a las casi siempre muy previsibles, fatigosas y tontas ruedas de prensa en los festivales. Pero me asom¨¦ a jipar el careto y escuchar la voz de Mamet en un Cannes muy lejano. Y el pavo era lo m¨¢s lejano al dise?o del intelectual de moda. Ten¨ªa pinta de un profesional de territorios peligrosos, pod¨ªa haber salido de sus pel¨ªculas m¨¢s negras, pose¨ªa un aura inquietante sin propon¨¦rselo, sin impostura, sin tirarse el rollo.
Devorando su ¨²ltimo, corrosivo y esplendido libro Bambi contra Godzilla, temible ajuste de cuentas con los mercaderes necios y depredadores (aunque forrados) de Hollywood, con los guionistas al dictado, con las estrellas sin cimientos y desp¨®ticas, con los cr¨ªticos que ejercen de publicistas, con la estulticia poderosa.
Puedes compartir o disentir de esa ferocidad tan l¨²cida, pero es imposible no disfrutar con la inteligencia y la mordacidad de esa prosa, con un pensamiento gen¨¦ticamente incorrecto, con las facultades polemistas de alguien que te puede defender con el mismo talento y mala leche una cosa y la contraria.
Es deslumbrante su condensaci¨®n de las tres preguntas m¨¢gicas para escribir una historia. Son ¨¦stas: ?Qui¨¦n quiere qu¨¦ de qui¨¦n? ?Qu¨¦ pasa si no lo consigue? ?Por qu¨¦ ahora? O el paradigma fundamental para la narraci¨®n de cuentos: "?rase una vez, y de pronto un d¨ªa, y justo cuando todo iba bien, y justo en el ¨²ltimo momento, y despu¨¦s todos vivieron felices y comieron perdices. Y punto final". Hablando de mis amados Lee Marvin, Sterling Hayden y Gene Hackman, de esa raza de actores y de t¨ªos, se atreve a una definici¨®n especialmente osada: "Estos hombres, y sus interpretaciones, se caracterizan por la falta del deseo de complacer. En la pantalla no tienen nada que demostrar y, por tanto, nos atraen de manera extraordinaria. No son sensibles, no son antih¨¦roes; son, empleando un t¨¦rmino hist¨®rico, supermachos. ?Qu¨¦ refrescante!".
David Mamet siempre apuesta fuerte. Por el placer y el v¨¦rtigo del juego, como demostr¨® en la perturbadora y magn¨ªfica Casa de juegos y en un relato sobre el p¨®quer publicado en su libro Escrito en restaurantes. Ahora anda encantado con su retorno al juda¨ªsmo militante. Tambi¨¦n ha decidido hacerse de derechas. Y te lo imaginas perversamente divertido con el rasgamiento de vestiduras que ha provocado su art¨ªculo, publicado en la revista The Village Voice y titulado '?Por qu¨¦ ya no soy un izquierdista de encefalograma plano?'. Que se haga lo que quiera, pero que no deje nunca de escribir y de hacer cine.
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