C¨®mo ser un fil¨®sofo famoso (y no perecer en el intento)
Gianni Vattimo se?ala el ¨²nico camino posible para la filosof¨ªa hoy: poner a los grandes pensadores al alcance de la mayor¨ªa
Conozco a varios colegas -a estas alturas, casi sexagenarios todos- que se han pasado la mayor parte de su vida profesional despotricando de la Academia (cosa que no les ha impedido, por cierto, desarrollar su propia carrera dentro de ella, en alg¨²n caso con el argumento de que era la ¨²nica forma de conseguir transformarla en el sentido adecuado). Hay que convenir que la instituci¨®n ha ido proporcionando a lo largo del tiempo sobrados motivos para la cr¨ªtica y el denuesto (incluido el m¨¢s radical), pero, con la misma l¨®gica, tambi¨¦n habr¨¢ que acordar que semejantes m¨¦ritos no hacen buena, autom¨¢ticamente, cualquier forma de combatirla.
Y es que hay formas y formas. Una es la de quienes la emprenden con todo lo que huela a conocimiento de la tradici¨®n historiogr¨¢fica correspondiente, familiaridad con las fuentes, y dem¨¢s rasgos que componen lo que se suele llamar, no sin cierto apresuramiento, erudici¨®n. Ya he apuntado que esta forma parece atravesada por una querencia hacia la autocontradicci¨®n notable. A?ado s¨®lo un rasgo para no demorarme mucho m¨¢s con quienes probablemente no merezcan tanta atenci¨®n. Es curioso el modo en que algunos sustituyen tics de tufillo inequ¨ªvocamente academicista por otros en el fondo de id¨¦ntico signo. Porque, seg¨²n parece, resulta imperdonable citar a Arist¨®teles o a Kant por sus ediciones can¨®nicas, o al especialista m¨¢s acreditado en un tema por la ¨²ltima edici¨®n corregida de su mejor obra, pero es de muy buen tono mencionar en su lengua original fragmentos de las memorias de alg¨²n noble franc¨¦s (preferiblemente, anti-ilustrado), citar alguna frase suelta de Gombrowicz o localizar en el urinario de Marcel Duchamp el punto de no retorno de la filosof¨ªa contempor¨¢nea. Ustedes me disculpar¨¢n la simplificaci¨®n, pero me da en la nariz que, en el fondo, de seguir este presunto modelo, estar¨ªamos sustituyendo un tipo de intelectuales highbrow (cejas altas) por otros de an¨¢logo gesto, por no decir rictus.
"Me siento libre. Puedo decir que D'Alema est¨¢ para el desguace o contar a 'Vanity Fair' que me he enamorado de un go-go"
Pero luego hay otra forma de intentar pensar apart¨¢ndose de los cauces establecidos por los c¨¢nones acad¨¦micos. Es la forma que, en mi opini¨®n, representa de manera ejemplar Gianni Vattimo. Quien quiera componerse una idea de conjunto, amena, brillante y a ratos francamente divertida de esta forma, no ya s¨®lo diferente, sino radicalmente propia, de vivir el pensamiento, har¨¢ bien en aproximarse a esa peculiar autobiograf¨ªa a cuatro manos (las del mismo autobiografiado m¨¢s las del escritor Piergiorgio Paterlini) titulada No ser Dios. En dicho texto, el fil¨®sofo turin¨¦s va pasando revista a diferentes momentos, particularmente significativos, de su trayectoria vital, destacando de ellos aquel elemento que en su opini¨®n m¨¢s ha contribuido a ese resultado final que es la figura p¨²blica de Gianni Vattimo.
Figura p¨²blica que, hasta donde depende de ¨¦l, es mostrada con una veracidad ciertamente inusual en el medio intelectual -y ya no digamos en el filos¨®fico-. Los momentos en los que el autor se maneja con un desparpajo sin reserva alguna se multiplican a lo largo del texto. As¨ª, no se recata en declarar, para previsible esc¨¢ndalo de muchos: "Me siento libre de decir lo que pienso. Puedo decir que D'Alema est¨¢ para el desguace o contar a Vanity Fair que me he enamorado de un go-go veintea?ero". Conviene apresurarse a puntualizar que no hay en esta declaraci¨®n -como tampoco la hay en sus desternillantes comentarios a la obra de Massimo Cacciari, o en las puyas jocosas que lanza a la rigidez en el porte de Claudio Magris- la m¨¢s m¨ªnima ansia de provocaci¨®n, ni el menor rastro de exhibicionismo. Es otra cosa la que est¨¢ en juego tras su desvergonzada actitud.
Vattimo, como dir¨ªa un castizo, se pone el mundo por montera desde -o como resultado de- un entramado de profundos convencimientos. De entre todos los cuales valdr¨¢ la pena destacar, a los efectos de lo que se pretende se?alar en la presente glosa, los referidos a la propia filosof¨ªa y al lugar del fil¨®sofo. En corto y por derecho: Vattimo ha percibido con absoluta claridad que la Academia ha dejado de ser un polo de discurso. No ha abandonado, por supuesto, su condici¨®n de instancia concreta, material, institucional, que, en cuanto tal, genera efectos de realidad inmediatos (a id¨¦ntico t¨ªtulo que los genera la Agencia Tributaria, el Ministerio de Fomento o la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico, por decir otras), pero ha perdido su capacidad para generar efectos de discurso. En ella se reproduce supuestamente el saber, pero en el fondo apenas se hace ya mucho m¨¢s que preparar a futuros profesionales en diferentes ¨¢mbitos y especialidades.
Hubo un tiempo, es verdad, en que se hablaba mucho de filosof¨ªa acad¨¦mica, y el asunto dio mucho de s¨ª, especialmente por parte de quienes la utilizaban para definir su identidad te¨®rica a contrapelo de ella. Pero todo eso, como coment¨¢bamos al principio, ha quedado definitivamente atr¨¢s y lo presuntamente antiacad¨¦mico ha pasado a formar parte, como uno de los ¨²ltimos cap¨ªtulos del temario, de lo acad¨¦mico mismo. Pues bien, la totalidad de los fil¨®sofos acad¨¦micos (quiero decir: incluidos los que se ocupan a tiempo completo en desde?ar a la instituci¨®n) deber¨ªan erigir un monumento a Gianni Vattimo. Hoj¨¦ese el volumen introductorio al proyecto de sus Obras completas que ha puesto en marcha la editorial Meltemi, de Roma. Se comprobar¨¢ hasta qu¨¦ punto estamos ante un raro fil¨®sofo que conjuga una solid¨ªsima formaci¨®n cl¨¢sica (impecables desde un punto de vista t¨¦cnico sus monograf¨ªas sobre Nietzsche o Heidegger), y una capacidad, del todo excepcional, para la divulgaci¨®n filos¨®fica.
El recientemente fallecido intelectual argentino ?scar Ter¨¢n manifestaba en cierta ocasi¨®n que "no siempre se puede pensar lo que uno quiere pensar". No siempre, es cierto, pero hay quien, en ocasiones, lo consigue. Vattimo piensa lo que quiere pensar y, podr¨ªa a?adirse a continuaci¨®n, lo piensa bien. Frente a una reseca y escler¨®tica Academia, reivindica la mejor mundaneidad para la actividad filos¨®fica (no se pierdan los ep¨ªgrafes de la autobiograf¨ªa dedicados a Gadamer o al pensamiento d¨¦bil) y, frente a los ajados fr¨ªvolos de anta?o, aspirantes a constituirse en la nueva Academia, se?ala el ¨²nico camino posible para el filosofar hoy: poner a los pensadores eminentes al alcance de los m¨¢s. Vattimo ha salvado a la gran filosof¨ªa del naufragio de la instituci¨®n que desde siempre la acogi¨®. Por eso, dec¨ªa hace un instante, se merece un monumento. Aunque, bien mirado, hace tiempo que lo tiene. Es el monumento vivo de sus innumerables lectores. -
Revista Anthropos, n¨²mero 217. Barcelona, 2007.
No ser Dios. Una autobiograf¨ªa a cuatro manos. Gianni Vattimo con Piergiorgio Paterlini. Traducci¨®n de Rosa Rius. Paid¨®s. Barcelona, 2008. 256 p¨¢ginas. 18 euros. Opere complete. Gianni Vattimo. 11 vol¨²menes al cuidado de Mario Cedrini, Alberto Martinengo y Santiago Zabala. Meltemi editores. Roma. Hermeneusis e historicidad. Gianni Vattimo.

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