La crisis del 'star system'
La arquitectura en la actualidad corre el peligro de degenerar en un juego que se desarrolla con formas excesivamente complicadas e im¨¢genes generadas por ordenador, cuando dise?adores y clientes atraen la atenci¨®n sobre s¨ª mismos con los llamados edificios "ic¨®nicos". Todo se hace para conseguir un efecto r¨¢pido y seducir a los pol¨ªticos e inversores con gestos sensacionalistas en sinton¨ªa con la econom¨ªa de la mercadotecnia, con la privatizaci¨®n, con los intereses fugaces del capitalismo global y con la "sociedad del espect¨¢culo". Como es habitual, la arquitectura tambi¨¦n se emplea para ocultar e idealizar las maniobras y maquinaciones del poder pol¨ªtico y financiero. Pero los grandiosos proyectos resultantes a veces no funcionan adecuadamente, chocan con su contexto y cuestan una fortuna en mantenimiento. Ahora tenemos el juego "ic¨®nico" en el que promotores y arquitectos intentan arg¨¹ir que sus proyectos sobredimensionados aportan "identidad" a esta o aquella ciudad, una afirmaci¨®n absurda cuando se trata de lugares centenarios. El lenguaje de los gabinetes estrat¨¦gicos se usa para comunicarnos que ahora la arquitectura es una "marca" para vender una cosa u otra en el mercado global: todo, vino, arte, moda o propaganda de dictaduras. En este ambiente de promoci¨®n sorprende poco que se haga tanto hincapi¨¦ en la imagen seductora y virtual a costa de la realidad construida. Muchas operaciones de construcci¨®n a gran escala no son m¨¢s que paquetes de inversi¨®n internacional. Aportan pocos indicios de preocupaci¨®n social o local, aunque est¨¦ de moda limitarse a unos pocos molinos de viento para demostrar que se piensa en el medio ambiente. Como las im¨¢genes ef¨ªmeras que titilan en la pantalla de un ordenador, el proyecto arquitect¨®nico corre el riesgo de verse reducido al nivel de las superficies y los efectos fugaces.
El llamado "efecto Bilbao" ha sido una bendici¨®n de doble filo para la arquitectura. Los alcaldes est¨¢n ahora sometidos a la ilusi¨®n ingenua de que sus ciudades s¨®lo tienen que construir grandes proyectos de manos de arquitectos estrella para garantizar el "prestigio". Lamentablemente, en lugar de producir edificios funcionales, s¨®lidos y bellos, varios miembros del star system, algunos de ellos ganadores del Premio Pritzker (al que absurdamente se hace referencia como el Nobel de la arquitectura) generan dise?os arbitrarios y ostentosos sin sustancia perdurable: una arquitectura de gestos vac¨ªos y formas complicadas en exceso que no entra?an un verdadero significado. El mismo Pritzker se usa como una "marca" que supuestamente garantiza superioridad, pero esto sucede en el mismo momento en que la cantidad se impone a la calidad. La arquitectura contempor¨¢nea sufre de una hiperinflaci¨®n que combina una deliberaci¨®n precipitada del dise?o, estudios excesivamente grandes y una producci¨®n de v¨ªa r¨¢pida. Hay un riesgo real de que los arquitectos produzcan caricaturas de su propio trabajo en el "mercado". En este sistema, la arquitectura pierde el alma y se vulgariza como una forma de publicidad. ?Necesitamos de verdad m¨¢s museos como parques tem¨¢ticos, aeropuertos fara¨®nicos que no funcionan o rascacielos con formas vagamente f¨¢licas? La arquitectura tiene objetivos m¨¢s serios que perseguir, ya que debe servir a la sociedad y a la cultura a largo plazo, contribuyendo de manera positiva tanto a la ciudad como a la naturaleza. -
? William J. R. Curtis, 2008. Traducci¨®n de News Clips. William J. R. Curtis (Birchington, Reino Unido, 1948) es autor de La arquitectura moderna desde 1900 (Phaidon).
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