Todos los rostros de Moebius
El d¨ªa que le contact¨¦ para acordar la entrevista, Jean Giraud estaba en su segunda patria, en la segunda patria de todo autor de historietas franc¨®fono: en Bruselas. Hab¨ªa ido all¨ª para presentar un ¨¢lbum pero tambi¨¦n para prestarse a un juego que sin duda le divierte: el de ilustrar un diario -Le Soir-, el aceptar el reto de la urgencia, participando en la reuni¨®n de redacci¨®n para luego reaparecer ante el responsable de cada secci¨®n con casi una quincena de dibujos bajo el brazo que comentan la actualidad, ya sea pol¨ªtica, social, deportiva, econ¨®mica o art¨ªstico-cultural. Son dibujos que responden a la urgencia y que, al mismo tiempo, la trascienden. "Me gust¨® plegarme a las exigencias estrictas de la actualidad e intentar abordar ¨¦sta desde un prisma personal", resume.
"Es sorprendente la casi desaparici¨®n de la historieta en Espa?a, Italia o el Reino Unido. Son pa¨ªses con grandes creadores"
"El cine era mi cultura. Pero eso se acab¨®. De alguna manera puedo decir que se acab¨® con la muerte de Sam Peckinpah"
"El jazz me pareci¨® una s¨ªntesis perfecta de libertad y tema. Y ese equilibrio se rompi¨® con la muerte de John Coltrane"
"En Europa seguimos lo que se hace en EE UU, pero ellos s¨®lo se interesan por nosotros si vas all¨ª y te conviertes en americano"
En su casa-taller de Montrouge, en los alrededores de Par¨ªs, se comprende mejor que Jean Giraud, nacido hace 69 a?os en Fontenay-sous-bois, se embarque en aventuras como las de inventar quince dibujos distintos en cuesti¨®n de unas pocas horas. En una de las paredes se acumulan los ¨¢lbumes, tantos que me resulta incre¨ªble que todos hayan sido dibujados -o escritos y dibujados- por una misma persona, ese Jean Giraud que ha conocido varias vidas y, como m¨ªnimo, dos identidades: la de su pasaporte y la de Moebius, el seud¨®nimo con el que, desde 1963, ha realizado miles de dibujos, guiones, dise?os para cineastas o para videojuegos. Su mujer, Isabelle, me confirma que s¨ª, que todos esos estantes son obra de Moebius-Giraud, un gigant¨®n pl¨¢cido, de cr¨¢neo casi desguarnecido pero con una peque?a coleta en el cogote. "Ahora estoy embarcado en la publicaci¨®n de Inside Moebius, una serie de ocho libros que ya tengo hecha y que ir¨¢ saliendo a lo largo de dos o tres a?os. Son dibujos sin texto, comentarios personales que he ido haciendo de la actualidad a lo largo de unos a?os en que he tenido problemas f¨ªsicos. El protagonista, que soy yo, lleva una especie de nariz roja, de payaso, para facilitarme la distancia".
Inside Moebius o la autobiograf¨ªa visual del imaginario de Giraud tiene una tirada relativamente corta. "Del primer volumen se editaron 3.000 ejemplares y se agotaron enseguida. No est¨¢ nada mal porque se trata de un producto destinado a conocedores de mi obra. En cambio, de XIII se han vendido m¨¢s de un mill¨®n de ¨¢lbumes. En ese caso he retomado un personaje y una situaci¨®n que ya exist¨ªa, la de un agente secreto amn¨¦sico que no sabe qui¨¦n es. Permite expresar toda la fascinaci¨®n que inspira el mundo de la pol¨ªtica americana". Y ¨¦sa es una de las caracter¨ªsticas del sector de la historieta, el admitir proyectos destinados al gran p¨²blico sin renunciar a la existencia de los que tienen una audiencia casi confidencial. "Cada a?o se editan en Francia unos 4.000 ¨¢lbumes, una cifra que s¨®lo igualan los japoneses. Sus tiradas son superiores porque se trata, en su casi totalidad, de mangas mientras que aqu¨ª -y en B¨¦lgica y Suiza- son obras de autor, muy distintas entre ellas".
La buena salud de la industria de la historieta en Francia no le sorprende. "Lo que s¨ª me parece sorprendente es la casi desaparici¨®n de la historieta en Espa?a, Italia o el Reino Unido. Son pa¨ªses con grandes creadores pero la industria editorial no les respalda. Ahora los mejores dibujantes espa?oles publican en Francia. En Espa?a, como en Italia o en el Reino Unido, las ¨²nicas historietas son casi todas de origen o est¨¦tica estadounidense si van dirigidas a menores y de naturaleza nipona cuando es para una clientela de adultos".
Esa denuncia o comentario decepcionado de la colonizaci¨®n de los l¨¢pices europeos por el imaginario venido del otro lado del Atl¨¢ntico -o de mucho m¨¢s lejos- tiene su gracia pronunciada por el gran autor de la serie Blueberry, una prodigiosa traslaci¨®n del mundo del western al de la historieta. "Son las pel¨ªculas vistas de ni?o. El cine del Oeste era muy importante para quienes fuimos ni?os o adolescentes en los cuarenta y cincuenta". Cuando le hago notar que sin embargo su iconograf¨ªa del Oeste parece muy contaminada por el llamado spaghetti-western, es decir, las cintas del Oeste rodadas en Almer¨ªa por italianos y espa?oles, no comparte la opini¨®n: "Lo que yo quer¨ªa era que el lector encontrase en la historieta las sensaciones que le proporcionaba el cine. Es una transposici¨®n de lenguaje".
El cine ha sido uno de los grandes "alimentos" de Jean Giraud. "Iba a ver ocho o diez pel¨ªculas por semana. Era un aut¨¦ntico cin¨¦filo. El cine fue muy importante para m¨ª, sobre todo porque no soy universitario y no tengo una formaci¨®n bien ordenada. He le¨ªdo mucho, pero de manera dispersa, tarde, apasionadamente pero a menudo con mucho retraso. El cine era mi cultura. Pero eso se acab¨®. No se trata de que hoy no vaya al cine pero me conformo con una o dos pel¨ªculas al mes. Se trata de que el cine, para m¨ª, para mi uso, ha perdido importancia. De alguna manera, puedo decir que se acab¨® con la muerte de Sam Peckinpah".
No es extra?o que hable del inventor del western crepuscular, ¨¦se en el que los protagonistas pueden morir arrollados por un coche justo porque nunca hab¨ªan podido imaginar que las cuatro ruedas iban a suplantar las cuatro herraduras del caballo. De la misma manera, la m¨²sica tambi¨¦n parece tener un comienzo y un final: "Durante a?os la m¨²sica fue una fuente de inspiraci¨®n importante. No me interesaba por las variet¨¦s o la chanson de la misma manera que tambi¨¦n me sent¨ªa ajeno a la llamada m¨²sica cl¨¢sica, que no correspond¨ªa a mi nivel de formaci¨®n ni a mi mundo. El jazz me pareci¨® una s¨ªntesis perfecta de libertad y tema, de improvisaci¨®n respetando una melod¨ªa. Durante 30 o 40 a?os el jazz se me antoj¨® una s¨ªntesis sonora ideal para m¨ª. Y ese equilibrio se rompi¨® con la muerte de John Coltrane. Lo que ha venido despu¨¦s lo he vivido como algo ajeno".
Pero esa explicaci¨®n o dataci¨®n de la muerte de su cinefilia y pasi¨®n musical coincide en el tiempo con la progresiva implicaci¨®n de Moebius en diversas aventuras cinematogr¨¢ficas, como fue el elaborar el storyboard de Dune, un filme que realiz¨® por fin David Lynch a partir de otro gui¨®n y que fue masacrado por el productor, o el imaginar los trajes espaciales y uniformes para Alien, de Ridley Scott. Luego vendr¨¢n Los amos del tiempo, un filme de animaci¨®n de Ren¨¦ Laloux; Tron, de Steven Lisberger, que mezclaba dibujo, imagen fotogr¨¢fica y videojuego, o sus colaboraciones con James Cameron y George Lucas. Durante algunos a?os vivi¨® en Los ?ngeles y guarda de esa estancia un recuerdo complejo: "All¨ª nadie es extranjero, te aceptan enseguida por lo que sabes hacer. Hab¨ªa d¨ªas en que, cuando sal¨ªa a la calle, ten¨ªa el sentimiento de vivir en una serie televisiva, de que todos se comportaban -nos comport¨¢bamos- de acuerdo con los modelos de la pantalla. Y comprend¨ª tambi¨¦n que all¨ª nadie se interesaba por lo que se hac¨ªa en los otros pa¨ªses. Nosotros, en Europa, seguimos lo que se hace en Estados Unidos, pero ellos s¨®lo se interesan por lo que se hace en Europa si vas all¨ª y te conviertes en americano. Uno de mis editores, Dargaud, dej¨® de enviar los ¨¢lbumes a los periodistas anglosajones porque nunca hablaban de ellos pero, de cuando en cuando, te dabas cuenta de que te hab¨ªan copiado, pirateado, sin pedir ning¨²n permiso. Estados Unidos nos vende su modo de vida, impone un modelo de civilizaci¨®n mientras que Europa, que es una entidad pol¨ªtica y econ¨®mica, carece de una expresi¨®n cultural aut¨®noma o, cuando ¨¦sta existe, es incapaz de difundirla m¨¢s all¨¢ de las distintas fronteras nacionales".
El m¨ªtico teniente Blueberry, que ha tentado durante a?os a diversos cineastas, por fin fue convertido en personaje de cine por Jan Kounen. "Pod¨ªa elegir entre autorizar la adaptaci¨®n para que hicieran una pel¨ªcula de g¨¦nero, est¨¢ndar, o pod¨ªa privilegiar una visi¨®n de autor. Kounen ofrec¨ªa esa mirada de autor que me interesaba. Luego, el producto resultante puede decepcionar a algunos...". Le comento que Kounen es m¨¢s un creador de im¨¢genes que un narrador, que es un tipo cuyo talento puede ser v¨¢lido para un videoclip pero que se adapta mal a las exigencias del relato y es Isabelle la que coincide en esa cr¨ªtica. ?l no quiere decirlo en voz alta. "En la pel¨ªcula hay cosas que est¨¢n muy bien. Y se ha conservado lo que hay de experiencia inici¨¢tica".
M¨¦xico, a trav¨¦s de sus paisajes o de la cultura ind¨ªgena, ha marcado la obra de Jean Giraud. ?l viaj¨® al pa¨ªs latinoamericano por primera vez en 1956 para reunirse con su madre. Luego ser¨¢ a trav¨¦s de la amistad y la colaboraci¨®n con un chileno extravagante afincado en M¨¦xico -el artista Alejandro Jodorowsky- que el recuerdo de aquel viaje se reavivar¨¢ y tomar¨¢ otras formas. En 1978, Giraud deja de fumar y beber, adopta la alimentaci¨®n vegetariana y su obra adquiere un peculiar tono espiritual siempre tamizado por el humor. En 1980 pone en marcha las aventuras de El Incal, con el personaje de John Difool, una invenci¨®n hecha conjuntamente con Jodorowsky y que tendr¨¢ un ¨¦xito planetario. "Los japoneses, con su est¨¦tica manga, lo han retomado y convertido en serie. A veces, viendo un dibujo animado japon¨¦s, me sorprendo descubriendo elementos propios de El Incal". De su trabajo con Jodorowsky guarda un muy buen recuerdo: "Desarroll¨¢bamos la historia sin partir de referencia alguna, con el objetivo de realizar una p¨¢gina por d¨ªa y hacerla sin necesitar documentaci¨®n. Adem¨¢s, no hab¨ªa lugar para la correcci¨®n, se trataba de dejarse llevar". Esa necesidad de trascendencia, de religi¨®n y espiritualidad dice que le dur¨® "varios a?os". "Los problemas metaf¨ªsicos me interesaban mucho. Fue algo que iba cobrando importancia, ocupando m¨¢s y m¨¢s lugar en mis preocupaciones pero que luego se par¨® de golpe".
La cuesti¨®n de la documentaci¨®n, de la fidelidad a lo real, es importante en ciertos casos e inexistente en otros. En El garaje herm¨¦tico la inspiraci¨®n mezcla ¨¦pocas y estilos, el mundo, los mundos creados salen de la cabeza de un Moebius que ha realizado su peculiar s¨ªntesis a partir de materiales muy diversos. En otras oportunidades las fotograf¨ªas, los grabados o las pinturas permiten al dibujante ofrecer un plus de verosimilitud que puede ser imprescindible.
La historieta tradicional sigue ocupando parte de su producci¨®n pero ha perdido importancia porque el sector evoluciona. "Mi carrera ha conocido diversas fases, ligadas a mis editores, ya fuese Dargaud, la revista M¨¦tal Hurlant o las ediciones de Les humanoides asocies, o a mis encuentros y colaboraci¨®n con Jodorowsky o Jiro Tanguchi, o mi implicaci¨®n de la estructura de starwatcher. Ahora estoy en una fase distinta, de autoproducci¨®n".
Isabelle explica que regularmente Giraud se encuentra con cinco o seis dibujantes amigos y pasan el d¨ªa trabajando a partir de una idea com¨²n y luego intercambian entre ellos la obra que han realizado. Es una fiesta y una manera de coleccionar. Y lo de la colecci¨®n es muy importante porque los creadores de historietas han accedido, desde hace pocos a?os, a la categor¨ªa de artistas. El hecho de que su trabajo entre luego en un proceso de reproducci¨®n t¨¦cnica y se edite en decenas de miles de ejemplares ya no priva de valor a la obra ¨²nica, al original. Los de Moebius se subastan y encuentran coleccionistas dispuestos a desembolsar 50.000, 60.000 o 70.000 euros para tener un moebius aut¨¦ntico. En una subasta reciente, en la que figuraban obras suyas pero tambi¨¦n de Bilal y Hugo Pratt, los precios que se pagaron multiplicaron por tres o cuatro los fijados como precios de salida. La sala del llamado H?tel Dassault acogi¨® a un p¨²blico entusiasta, mayoritariamente masculino, que proyecta en las obras de esos creadores de historietas una afectividad que no les inspiran los pintores o escultores tradicionales. Pero el gran triunfador de la subasta fue un desaparecido, Herg¨¦, el inventor de Tint¨ªn. Su proyecto de portada para Tint¨ªn en Am¨¦rica hab¨ªa sido valorado en poco m¨¢s de 100.000 euros pero encontr¨® comprador -un desconocido que puj¨® por tel¨¦fono- nada menos que por 764.200 euros. Un montante astron¨®mico por ese gouache de 1932 que Herg¨¦ hab¨ªa regalado a una amiga y que hab¨ªa cambiado de propietario en dos oportunidades, siempre concebido como un regalo divertido, cari?oso pero sin valor monetario. Otros tiempos. "Ahora tengo una sociedad llamada Stardom Moebius que me permite realizar tirajes controlados de mi obra y gestiona mis relaciones con las galer¨ªas de arte".
El 26? Sal¨®n del C¨®mic de Barcelona se celebra entre los pr¨®ximos d¨ªas 17 y 20 de abril. www.ficomic.com XIII (La versi¨®n irlandesa). J. Giraud y J. van Hamme. Norma Editorial. Barcelona, 2008. 48 p¨¢ginas. 13 euros. Sale a la venta la pr¨®xima semana.
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