Nueva York canta a Paul Simon
La ciudad rinde tributo al gran m¨²sico
"?Un concierto? ?De Paul Simon? ?Ah¨ª dentro?". Las reticencias de Jake y Sarah, meros espectadores el s¨¢bado a la salida del recital del cantante, guitarrista y compositor, resultaban del todo comprensibles. El Broo-klyn Academy of Music (BAM), teatro neoyorquino de principios de siglo a este lado del r¨ªo Hudson con capacidad para 2.000 personas, no es de esa clase de sitios en los que uno esperar¨ªa ver al Simon capaz de llenar de pop cualquier estadio.
Nada de lo que le sucede ¨²ltimamente a este m¨²sico de 66 a?os es como sol¨ªa, en realidad. Para empezar, no todos los d¨ªas recibes el homenaje de una gigantesca ciudad en la forma de un ciclo de un mes de duraci¨®n titulado El amor en tiempos dif¨ªciles: la m¨²sica de Paul Simon.
Veinticinco artistas de una docena de nacionalidades (entre ellos, una brasile?a embarazada de ocho meses, la cantante Luciana Souza) se sumaron el s¨¢bado al segundo de los tres tributos a la vida y la obra del peque?o gran hombre (apenas 1,60 de altura). Si el primer y tercer fin de semana de abril, el foco apunt¨® o apuntar¨¢ a las facetas de compositor folk y de partituras para Broadway, la fiesta del s¨¢bado, convocada con el t¨ªtulo Under African Skies, se centr¨® en las excursiones emprendidas por Paul Simon en los ochenta hacia la m¨²sica africana y brasile?a, con ¨¢lbumes tan exitosos como Graceland (1986), que vendi¨® 10 millones de copias y en el concierto del BAM sirvi¨® como fuente principal del repertorio.
Bajo el cielo africano estuvieron acompa?ando al se?or Mr. Robinson tres percusionistas (entre ellos, el muy notable Cyro Baptista), la cantante camerunesa Ka?ssa, el grupo vocal Ladysmith Black Mambazo, veteranos compa?eros de los viajes de Simon, o David Byrne, quien, si bien sigue sin saber bailar, levant¨® de sus butacas al auditorio hacia la mitad de la velada con una versi¨®n deliciosamente psic¨®tica de I know what I know.
Poco se pudo hacer despu¨¦s para que el p¨²blico, que agot¨® las entradas hace semanas, volviese a las butacas art d¨¦co. Ni los cuarentones que cambiaron sus primeros pa?ales mientras canturreaban We are the world, creyendo que eso cambiar¨ªa algo; ni los j¨®venes como Matt, con sudadera dorada, gafas retro y la clase de gorra que un vasco definir¨ªa abiertamente como una txapela. "Paul es cool, t¨ªo", dec¨ªa.
Y, esto es otra novedad, Matt y el resto de los nuevos habitantes del barrio del BAM (Fort Greene, con sus flamantes credenciales chic reci¨¦n adquiridas) no est¨¢n solos. Simon viene siendo reivindicado por grupos de vanguardia como Vampire Weekend, el futuro del pop por lo que a 2008 respecta, o Grizzly Bear, que, es m¨¢s, se sumar¨¢ al homenaje oficiado en el BAM el fin de semana que viene.
Hace poco, citar a Paul Simon como influencia en una entrevista habr¨ªa equivalido a sacar las p¨¢ginas amarillas en un festival literario. Pero eso era hace poco. Porque s¨ª, una nueva generaci¨®n celebra los talentos de compositor y letrista del m¨²sico de Nueva Jersey. La misma que se ruborizaba al ver a sus mayores bailar Mbaqanga, la m¨²sica de Soweto que Simon descubri¨® al mundo en los ochenta.
La curiosa combinaci¨®n de procedencias funcion¨® tan bien entre el p¨²blico como en el escenario. Y si algo hubo que lamentar en una fiesta extraordinaria, fue la ausencia del gran cantautor brasile?o Milton Nascimiento, cuya presencia se anunciaba en los carteles. "No ha podido venir. Descansa en el hospital, pero no os preocup¨¦is porque est¨¢ bien", dijo Simon en el que fue el parlamento m¨¢s largo de una noche sin interrupciones (ni demasiadas prolongaciones; Graceland, la canci¨®n que titul¨® el citado disco, abri¨® unos escu¨¢lidos bises). ?l, jud¨ªo imperturbable, no parece de esa clase que se deja impresionar por los homenajes por mucho que duren un mes. La decepci¨®n aparece cuando menos se la espera.
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