"O¨ª los gritos de la ni?a, luego ya no dijo nada m¨¢s"
Manuel Romero, uno de los dos hijos que ya no viv¨ªan en el domicilio de la calle Haya 24, sugiri¨® que el brasero se lo dej¨® encendido su hermano al llegar a la casa entre las cuatro y las cinco de la madrugada. La hip¨®tesis que barajan los expertos es que fue el calefactor el que ocasion¨® el fuego, y que el humo, en un adosado estrecho, acab¨® con la vida de la familia, que dorm¨ªa en la planta alta.
Pero los testimonios de los vecinos, quienes se arracimaban ayer en torno a la humilde vivienda, apuntan hacia direcciones diferentes. Margarita, que habita la casa contigua, en el n¨²mero 26, asegura que oy¨® los gritos de "la ni?a" -Mar¨ªa del Carmen, de 18 a?os y embarazada de tres meses- cuando ya el peque?o adosado era un infierno de llamas. "Luego no dijo nada m¨¢s. Mi marido cogi¨® la goma, y empez¨® a echar agua, pero no pudo entrar".
El interior del edificio es una mancha negra sobre un sucio charco de agua. Una s¨¢bana blanca cubre la ventana de la planta baja. La puso la polic¨ªa cient¨ªfica para que no se viera su trabajo y el traslado de los cad¨¢veres. Tres agentes custodian la puerta.
Encarna y Salvador, un matrimonio que vive enfrente, en el n¨²mero 15, dicen que advirtieron la tragedia cuando el fuego sal¨ªa por las ventanas. Como Margarita, coinciden con la versi¨®n oficial de que los bomberos llegaron sobre las 7.30, aunque aseguran que fueron alertados unos tres cuartos de hora antes, si bien no aciertan a precisar qui¨¦n fue el que llam¨®. Ellos no.
"Pasividad policial"
El alcalde, el socialista Juan Wic, sostiene que la cuesti¨®n es el tiempo que transcurri¨® desde que se inici¨® el incendio hasta que se avis¨®: "Es domingo, y probablemente el humo empez¨® a salir por las ventanas cuando el fuego estaba avanzado".
El sindicato profesional de bomberos de Sevilla emiti¨® un desmentido del retraso y la protesta ante la "pasividad" de las fuerzas de seguridad, "que se limitaron a mirar" mientras les agred¨ªan.
Los vecinos se afanan por describir a la familia como normal y trabajadora, en especial el padre, temporero, aficionado a la caza y a los galgos. La polic¨ªa no ha reparado en eso: en el patio trasero del adosado hay cuatro galgos de Antonio a los que nadie ha prestado atenci¨®n y no paran de ladrar. En el porche, tambi¨¦n ennegrecido por el humo, hay un tendedero ca¨ªdo con ropa mojada, ropa que ya nadie se pondr¨¢.
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