Por una nueva cultura del territorio
El territorio es un bien limitado, un recurso no renovable. Su transformaci¨®n es definitiva, por lo menos considerada a las escalas generacionales habituales. Decisiones que hoy tomamos, comprometen a nuestros descendientes. Beneficios (aqu¨ª habr¨ªa mucho que hablar) de hoy, eliminan beneficios mucho mayores en el futuro, con lo cual desde el punto de vista de una comunidad muchas de las operaciones territoriales son directamente antiecon¨®micas, es decir, insostenibles. No as¨ª desde el punto de vista del inter¨¦s particular, que es en demasiadas ocasiones el que se impone al inter¨¦s general.
Dos problemas territoriales han afectado fundamentalmente a Andaluc¨ªa en las ¨²ltimas d¨¦cadas: la construcci¨®n masiva del litoral y el desarrollo urbano desordenado de las ¨¢reas metropolitanas. Entre las razones de este proceso, hay una que subyace y a la que raramente se hace referencia. Se habla mucho de la debilidad de los gobiernos locales, de la ineficacia de los medios de control superiores, administrativos o judiciales, y por supuesto de las tramas de corrupci¨®n, a¨²n siendo ¨¦stas el caso minoritario pero s¨ª el que m¨¢s alarma causa.
Sin embargo, vemos hechos significativos que nos pueden dar la pista de la profundidad del problema. Por ejemplo, no pocos gobiernos locales con causas judiciales en marcha por asuntos de corrupci¨®n urban¨ªstica han revalidado, e incluso incrementado, su apoyo electoral. Sin llegar a ese grado extremo, en materia de desarrollo urbano y territorial en muchos casos, tal vez la mayor¨ªa, no observamos diferencias claras en sus modelos de desarrollo urbano entre municipios con d¨¦cadas de gobiernos locales de signo distinto. Pareciera que el modelo urbano es ¨²nico, al margen de partidos o ideolog¨ªas.
?Qu¨¦ est¨¢ pasando? Claramente que una buena parte de la sociedad desconoce las consecuencias a medio y largo plazo del urbanismo desaforado, no dispone de elementos culturales, educativos e informaci¨®n suficiente para comprender la falacia de los cantos de sirena desarrollistas bien propagados por los interesados. No existe una cultura del territorio. Mientras que en cuestiones tales como la conservaci¨®n de las especies y los medios naturales, o m¨¢s recientemente con el cambio clim¨¢tico, va calando desde hace tiempo en la sociedad una conciencia ecol¨®gica, ¨¦sta sin embargo en el aspecto territorial a¨²n no existe. De esta manera es f¨¢cil ganarse el favor de los responsables municipales y de la opini¨®n p¨²blica local para los proyectos "estrella", que casi siempre son finalmente m¨¢s urbanizaci¨®n. Incluso en no pocos casos, alcaldes sensatos se han visto en dificultades pol¨ªticas cuando han intentado poner coto a esas situaciones.
Ser¨ªa un error de los representantes institucionales y pol¨ªticos andaluces, y de sus partidos, soslayar sus responsabilidades dej¨¢ndose llevar hacia donde el viento parece m¨¢s favorable. Al contrario, es su obligaci¨®n detener el avance de modelos insostenibles, perseverando en algunas se?ales positivas que percibimos en este sentido la pasada legislatura.
Tambi¨¦n deben de contribuir al desarrollo de una vez por todas de una verdadera cultura ciudadana del territorio, liderando un compromiso general. Un proceso ¨¦ste que empieza en las aulas, contin¨²a en los medios de comunicaci¨®n, y en las "internas" de las organizaciones sociales y pol¨ªticas, y que debe mover a todo el cuerpo social. El objetivo es conseguir que la sociedad andaluza sea fuerte en defensa de sus intereses, actuales y futuros, en materia urbana y territorial. Ahora que a¨²n podemos hacer algo.
Enrique Hern¨¢ndez Mart¨ªnez es presidente del Colegio de Ge¨®grafos de Andaluc¨ªa
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