El 27, en punto
Puede que a alguien le escandalice y quien lo tenga por esnobismo de ant¨®logo: entre las secciones 'El fin del ultra¨ªsmo' y 'La joven literatura', Andr¨¦s Soria Olmedo ha incluido 'Unos cupl¨¦s' (La violetera, El relicario y Las tardes del Ritz, entre otros); en la plenitud de la vanguardia y antes de 'Hay que romper las normas', hallamos Mar¨ªa de la O y Ojos verdes; al lado del exilio y tras la Guerra Civil, las palabras gachonas de Tatuaje. Pero el autor de esta antolog¨ªa no es un provocador trivial ni un reci¨¦n llegado. Es coautor, con Enric Bou, de la impagable edici¨®n del epistolario intercambiado entre Pedro Salinas y Jorge Guill¨¦n y ha publicado un libro esencial sobre la poes¨ªa lorquiana, F¨¢bula de fuentes. Tradici¨®n y vida literaria en Federico Garc¨ªa Lorca. Y tengo para m¨ª que Francisco Rico, director de esta antolog¨ªa cr¨ªtica de la Poes¨ªa Espa?ola, no ha podido elegir mejor compilador que este granadino de amplias lecturas, amigo de escritores ejercientes, fil¨®logo muy serio pero tambi¨¦n dotado de un secreto instinto de subversi¨®n inteligente y zumbona.
Las vanguardias y la generaci¨®n del 27. Poes¨ªa espa?ola. Antolog¨ªa cr¨ªtica
Poes¨ªa espa?ola. Antolog¨ªa cr¨ªtica
Andr¨¦s Soria Olmedo (editor)
Dirigida por Francisco Rico. Volumen 8
Centro para la Edici¨®n de los Cl¨¢sicos
Espa?oles-Visor. Madrid, 2007
1.103 p¨¢ginas. 40 euros
Es una antolog¨ªa hecha desde dentro mismo del problema que plantea, sin perder de vista los riesgos inherentes a una selecci¨®n
Son las mejores virtudes para sobrevivir en un territorio -la antolog¨ªa- muy contaminado de la guerra de c¨¢nones, como demuestran monograf¨ªas recientes, entre otras Los museos de la poes¨ªa, dirigida por Alfonso Garc¨ªa Morales, y Anthologos: po¨¦tica de la antolog¨ªa po¨¦tica, de Jos¨¦ Francisco Ruiz Casanova. Ambos libros son triacas recomendables para futuros ant¨®logos a las que debe a?adirse la lecci¨®n de escepticismo profesional de una cita de David Lodge, que copia Soria a la entrada de las mil cien p¨¢ginas que recogen su trabajo. Pero ¨¦sta es una antolog¨ªa hecha desde dentro mismo del problema que plantea, sin perder nunca de vista los riesgos inherentes a una selecci¨®n. Por eso, los textos populares est¨¢n como testigos de una recepci¨®n inesperada de los poemas. Y por eso tambi¨¦n, el largo pr¨®logo (128 p¨¢ginas) est¨¢ escrito a partir de un escrutinio -cuidadoso pero muy selectivo- de la bibliograf¨ªa dominante, sintetiz¨¢ndola a la vez que proponiendo sutilmente nuevas soluciones. Del mismo modo, el cuerpo de la antolog¨ªa se ha construido desde la secuencia hist¨®rica de las actitudes po¨¦ticas, sin preservar la falsa coherencia que dictan los grandes nombres y tomando en cuenta la recepci¨®n de los textos, antes que su misma producci¨®n (por eso los Sonetos del amor oscuro aparecen al final de la posguerra, como si fueran textos del exilio aunque Lorca muriera en 1936). Incluso la presentaci¨®n de cada poeta se ha confiado al coro de voces de sus contempor¨¢neos, a modo de un montaje de citas bien tra¨ªdas. Y el t¨ªtulo elegido, tan imparcial, revela la convivencia e interacci¨®n de los dos conceptos que se han venido atribuyendo la jurisdicci¨®n del territorio estudiado, las vanguardias hist¨®ricas y la llamada generaci¨®n del 27.
Como el mismo Soria recoge, ese concepto de generaci¨®n es un objeto fundamentalmente emocional, elaborado a medias por la precoz conciencia de grupo y la nostalgia (propia y ajena) de un periodo literario de brillantez irrepetible, una suerte de afortunada juventud de todos, quiz¨¢ como refleja la foto clave del Ateneo sevillano en diciembre de 1927. Aqu¨ª hallaremos un estupendo estado de esta cuesti¨®n y un buen repertorio de otras instant¨¢neas de los lugares m¨¢gicos del hechizo generacional -la Residencia de Estudiantes, la Revista de Occidente y el propio Ortega, el ascendiente de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez ("no tiene igual su autoconstrucci¨®n como poeta"), o "el pasado presente" que dicta una lectura nacional de la literatura espa?ola del pasado-, pero tambi¨¦n hay una constelaci¨®n de otros referentes acotados siempre por t¨ªtulos muy certeros, y como pr¨®logo necesario, una oportuna discusi¨®n acerca del sentido y los alcances de la modernidad en la literatura espa?ola.
El autor de la antolog¨ªa nos dice que la ha concebido como un museo, dividido en "salas", pero su articulaci¨®n es m¨¢s compleja: las estancias se suceden de acuerdo con la cronolog¨ªa, pero tambi¨¦n se superponen y se discuten entre s¨ª. Lo mismo que hace el largo pr¨®logo donde el asedio a la realidad multiplica los frentes sin pretender la unidad, que siempre tiene mucho de simplificaci¨®n. Y si se quer¨ªa atender a esa iluminaci¨®n multiplicada, no era f¨¢cil hallar mejor arranque para la antolog¨ªa que un apartado sobre 'Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y la crisis de los valores modernistas' (en cita impl¨ªcita del valioso ensayo de Michel D¨¦caudin sobre la poes¨ªa francesa del primer decenio del XX). Como es sabido, el Diario de un poeta reciencasado encierra muchos gui?os metaliterarios. Y uno de los m¨¢s significativos es la noticia de la muerte de Rub¨¦n Dar¨ªo, con una conclusi¨®n-consigna "?silencio al mirto!", que aqu¨ª hallaremos. Tras ella, viene ese grupo necesario que transita de los ¨²ltimos coletazos del simbolismo a la poes¨ªa ultra¨ªsta (donde est¨¢n los poemas de los espa?oles concernidos pero tambi¨¦n alguno de Borges y Huidobro). El centro del museo, por supuesto, es el apartado 2, 'La joven literatura' que diferencia el periodo ascensional hasta 1929 ('Vanguardismo, pureza, lo popular, lo culto') y lo inquieto ('Hay que romper las normas'), donde tambi¨¦n encajan el C¨¦sar Vallejo de Trilce y el Pablo Neruda de Residencia en la tierra. ?Y c¨®mo no hab¨ªa de ser as¨ª si se piensa en la edici¨®n espa?ola de Trilce en 1930 o de la calurosa recepci¨®n del c¨®nsul chileno! A la Guerra Civil se le dedica un apartado (del que se deb¨ªa haber eliminado las 'Nanas de la cebolla' y quiz¨¢ a?adido los poemas b¨¦licos del fascista Luis Rosales, tanto los reflexivos como los militantes de Los versos del combatiente, atribuidos a su hermano "el sargento de morteros Jos¨¦ R. Camacho"). Y se llega a la ¨¦poca del exilio (?qu¨¦ estupendo t¨ªtulo el encendido con brasas de otros, 'Clavel, espada, ira, para¨ªso'!) y luego, a 'El arrabal de senectud', un periodo coherente y atractivo sobre cuyo inter¨¦s llam¨® la atenci¨®n hace a?os una monograf¨ªa de Javier D¨ªez de Revenga.
Una antolog¨ªa hist¨®rica y cr¨ªtica est¨¢ hecha de trozos pero la prueba de su verdad es que respire por s¨ª misma, como hace ¨¦sta. No hay nada que reprocharle porque, en efecto, sus autores "son muchos de los que est¨¢n", aunque "no est¨¦n todos los que son". Un lector canario echar¨¢ de menos -en la secci¨®n primera- alg¨²n poema p¨®stumo de Alonso Quesada, cuyo libro Los caminos dispersos perdi¨® el Premio Nacional ante Marinero en tierra. Y en 'Hay que romper las normas', pod¨ªan haber entrado los versos de Domingo L¨®pez Torres y Emeterio Guti¨¦rrez Albelo (y en el momento del exilio y el reino, la manera nost¨¢lgica de Garc¨ªa Cabrera). Todos est¨¢n reeditados recientemente, como el asturiano Luis Pi?er y el aragon¨¦s Tom¨¢s Seral y Casas, que tambi¨¦n hubiera merecido una capilla lateral en la luminosa nave central de esta profana catedral de la poes¨ªa. Cicater¨ªas aparte, esta antolog¨ªa est¨¢, en fin, a la altura de lo que conmemora.
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