El ¨²ltimo gran cl¨¢sico
No cabe duda de que Thomas Mann (1875-1955) es uno de los mayores escritores del siglo XX y tal vez el ¨²ltimo de los grandes cl¨¢sicos alemanes, condici¨®n de la que era consciente (posiblemente, le hubiera gustado ser Goethe, a quien rinde homenaje en la mayor¨ªa de sus novelas). Nacido en el seno de una adinerada familia de comerciantes de L¨¹beck, jam¨¢s quiso dedicarse a la profesi¨®n de su padre, sino a la de su hermano mayor, Heinrich, escritor de renombre antes que ¨¦l pero de estilo muy distinto e ideas casi opuestas.
A¨²n en vida, Thomas Mann recibi¨® todos los homenajes y honores posibles (el Nobel de Literatura en 1929; el Premio Goethe en las dos Alemanias en 1949, la Orden del M¨¦rito en 1955 y algunos m¨¢s), y fue considerado el "gran genio oficial" en cualesquiera que fuesen las circunstancias del territorio de lengua alemana: durante el Imperio, en la Rep¨²blica de Weimar, en el exilio (donde, a trav¨¦s de sus discursos en la BBC, Oyentes alemanes, se convierte en el basti¨®n de la moral, la cultura y la civilizaci¨®n frente a la barbarie nazi), en la Alemania capitalista y en la Alemania socialista.
Mann describe sentimientos, sensaciones, atm¨®sferas, objetos, movimientos que nunca se hab¨ªan articulado antes en palabras
Como buen heredero del Romanticismo alem¨¢n, tambi¨¦n es muy consciente de que esta condici¨®n de genio es del todo incompatible con la vida real, pues el arte y la vida son polos opuestos e irreconciliables. Para no sucumbir a su fat¨ªdica tendencia a la contemplaci¨®n y al deseo de alejamiento completo del mundo o incluso de la existencia en t¨¦rminos absolutos (sus dos hermanas y dos de sus hijos, Klaus y Michael, se suicidaron), Thomas Mann se impuso la escritura como forma de vida, como deber y disciplina que habr¨ªa de salvarle de la muerte..., o de la vida. Y fiel reflejo de esta autodisciplina es su estilo, siempre cuidad¨ªsimo, hipercorrecto y sencillamente inmejorable.
En las obras de Mann no sobra ni falta una sola palabra y ning¨²n elemento aparece por casualidad, pues todo es un complejo entramado de motivos interrelacionados, cargados de connotaciones y sugerencias. A pesar de sus famosas frases de quince l¨ªneas antes de llegar al punto, su lenguaje es muy claro y absolutamente certero. Tanto que describe cosas -sentimientos, sensaciones, atm¨®sferas, objetos, movimientos- que nunca se hab¨ªan articulado antes en palabras y sobre las cuales, con su visi¨®n hiperrealista de cuanto le rodea, llama nuestra atenci¨®n. Recuerda a los grandes virtuosos de un instrumento que ejecutan las creaciones m¨¢s complejas como si su t¨¦cnica prodigiosa fuera lo m¨¢s natural del mundo.
Al mismo tiempo, sus textos est¨¢n impregnados de una iron¨ªa muy fina y salpicados de gui?os autoriales que nos despiertan de la ilusi¨®n literaria para recordarnos algo fundamental: ¨¦l mismo es siempre el centro de todas sus obras; el gran maestro de ceremonias que mueve los hilos; "el mago" (der Zauberer), como le llamaban sus hijos mayores; el "elegido"; el gran genio cuya sensibilidad a flor de piel apenas le dejaba respirar. -
Isabel Garc¨ªa Ad¨¢nez es traductora. Recientemente ha realizado una nueva traducci¨®n de Los Buddenbrook, de Thomas Mann (Edhasa, 2008).
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