Cultos hasta la n¨¢usea
El primero de mayo le¨ª en la portada de este peri¨®dico el siguiente titular: "La cultura presencial sigue viva y no es eficaz". Intriga. Decepci¨®n. El art¨ªculo trataba sobre los horarios laborales. Podr¨ªa ser un ejemplo de la extensi¨®n ilimitada que el t¨¦rmino "cultura" ha ido adquiriendo: cultura del botox, de la homeopat¨ªa, del botell¨®n y de la matem¨¢tica cu¨¢ntica. Sin embargo, tambi¨¦n puede verse como lo contrario: un uso exacto y apropiado de la palabra ya que la cultura es hoy el ¨²nico contenido de nuestras vidas, como en otro tiempo lo fue la religi¨®n.
Un incombustible de la extrema izquierda francesa, Alain Brossat, ha dedicado un libelo a lo que llama "democracia cultural". El t¨ªtulo lo dice todo: Le grand d¨¦go?t culturel, y no es f¨¢cil de traducir: ?El asco cultural? ?La repugnante cultura? Ese aumentativo (grand) me parece un pleonasmo. Se trata de un belicoso escrito, en l¨ªnea con los de Zizek, pero menos petardista que otras flores de mayo como ese Monstre transparent de Claire Cros cuyo subt¨ªtulo, tambi¨¦n intraducible, dice: Pourquoi n'en avoir rien ¨¤ foutre de la culture, cuyo sentido deliberadamente zafio es m¨¢s o menos: Por qu¨¦ hay que mandar a la cultura a tomar por culo.
Es imposible concebir un producto cultural como no sea bajo la forma de una mercanc¨ªa
El af¨¢n expansivo de la 'cultura' es un mero efecto de mercado
De momento esta reacci¨®n contra una cultura convertida en arma de choque de la democracia correcta y correctiva, s¨®lo afecta al continente. Los ingleses no han conocido la sacralizaci¨®n de la cultura ni siquiera cuando era sagrada y por lo tanto no se escandalizan ante el mecanismo que Brossat llama "democracia cultural". Para resumirlo brutalmente, el t¨¦rmino "cultura" unido al de "democracia" designa una falsificaci¨®n de la democracia misma, como lo era la "democracia org¨¢nica" de Franco, o la "democracia popular" de los comunistas.
Lo que indigna a Brossat es la traici¨®n de los dem¨®cratas (primordialmente la izquierda francesa) que han sustituido la vieja educaci¨®n ilustrada y revolucionaria (la de Condorcet) por un gigantesco aparato de ocultaci¨®n, dominaci¨®n y masificaci¨®n. Velado en el imperativo religioso del "respeto a la cultura", en el terrorismo sobre "la muerte de la cultura", o en los negocios del "derecho a la identidad cultural", subyace una maquinaria destructora de la pol¨ªtica real, cuya finalidad verdadera es apagar los escasos focos de insumisi¨®n que a¨²n quedaran. La cultura es la m¨¢s eficaz de las m¨¢quinas de formaci¨®n de masas.
Este "asco cultural", muy distinto de aquella "asfixiante cultura" de Dubuffet, no deja de tener chocantes coincidencias con la cultura de Estado brillantemente demolida por Marc Fumaroli desde los ant¨ªpodas ideol¨®gicos del ultra Brossat. La eliminaci¨®n de lo pol¨ªtico en la vidaindividual mediante una tutela estatal sobre todas las actividades del ciudadano (asimiladas como "culturales"), elimina tambi¨¦n la g¨¦nesis del diagn¨®stico y re¨²ne al izquierdista ut¨®pico y al liberal radical en la misma prognosis.
Lo m¨¢s remarcable del panfleto de Brossat es la contradicci¨®n que seg¨²n su (creo yo) infundada esperanza afirma que tarde o temprano har¨¢ encallar la m¨¢quina del Estado. La cultura del poder propone de una parte objetos culturales como no-mercanc¨ªas, como valores aut¨®nomos que no deben ser sometidos a mercantilizaci¨®n (la identidad cultural, el patrimonio nacional, los creadores aut¨®ctonos, etc.), pero por otra parte protege de modo incondicional (y acorde con el sistema, especialmente en los gobiernos simb¨®licamente socialistas) los beneficios del empresariado cultural. Este conflicto de intereses conduce a masivas subvenciones de aquellos grupos que mayor erosi¨®n medi¨¢tica puedan producir en el poder, complementados con una legislaci¨®n que blinda el beneficio empresarial de los "productos culturales". El ¨²ltimo ejemplo en Espa?a es esa guerra entre dos corsarios, Multinacional y Top Manta, llamada "protecci¨®n de la propiedad intelectual". Esta contradicci¨®n, sin embargo, no creo yo que pueda llegar a da?ar al sistema, sino m¨¢s bien todo lo contrario. Como en las "democracias isl¨¢micas", la contradicci¨®n interna alimenta la energ¨ªa agresiva del poder, gustoso de jugar a dos bandas, usar dos voces y apadrinar todas las ideolog¨ªas por incompatibles que sean.
As¨ª, por ejemplo, las excepciones culturales protegidas desde la administraci¨®n encuentran de inmediato la red empresarial adecuada para luchar por esa "reivindicaci¨®n cultural" basada en el "derecho a la identidad", antes incluso de que exista la demanda. Detr¨¢s de cada exigencia cultural aparece como por ensalmo el grupo empresarial dispuesto a sacrificarse por la diferencia, la excepci¨®n y la identidad que debe ser creada. Dicho con mayor contundencia: es imposible, a mi modo de ver, concebir un producto cultural como no sea ya bajo la forma de una mercanc¨ªa. Sin embargo, en cuanto aparece como mercanc¨ªa su valor cultural desaparece y se funde en un medio en el que los valores nunca son excepcionales sino sujetos a la demanda y por tanto puramente num¨¦ricos y contables (caso de los doblajes de cine al catal¨¢n).
Por esta raz¨®n las campa?as culturales de las nacionalidades que se tienen por poco reconocidas a?aden siempre un componente imperialista. La "peque?a cultura" s¨®lo es peque?a en t¨¦rminos mercantiles y sus empresarios quieren, como es l¨®gico, entrar en el mercado global. Ellos lo llaman "lucha por la supervivencia cultural", pero es el beneficio econ¨®mico lo que permite la supervivencia de esos empresarios. La "supervivencia" cultural est¨¢ asegurada por el mero hecho de existir, es decir, de que permita a un n¨²mero de ciudadanos mayor o menor (?qu¨¦ importa?), explicarse a s¨ª mismos dentro de un marco: la ¨®pera, la filosof¨ªa, la religi¨®n, la lengua, los coches tuneados, el rap, el f¨²tbol, o todo junto. La ampliaci¨®n de la oferta no tiene la menor relaci¨®n con la supervivencia. El af¨¢n expansivo de la "cultura" es un mero efecto de mercado.
Desde la posici¨®n de Brossat, la ¨²nica vida moralmente digna es aquella que osa enfrentarse con el poder y por lo tanto la que ataca pol¨ªticamente la cultura entendida en el sentido expuesto, como ej¨¦rcito de ocupaci¨®n de lo pol¨ªtico. Sin embargo, los ejemplos de insumisi¨®n que salpimentan su ensayo son decepcionantes. Algunos por su car¨¢cter nost¨¢lgico y esteticista: "los obreros en huelga no son cultura". O por sus ramalazos idealistas: "la creaci¨®n personal iluminadora no es cultura" (p.119). Es ese lastre acad¨¦mico lo que le conduce a proponer como territorios libres de la democracia cultural los m¨¢s degradados iconos de la izquierda francesa: los chechenos, los indios de Chiapas, los palestinos (p.151).
Estas lagunas de su esperanza, digo yo, no existir¨ªan si en verdad estuvieran fuera del mercado. Como se lamentaba Maruja Torres hace pocos d¨ªas, ha tenido mayor presencia medi¨¢tica el "monstruo austriaco" que las madres e hijos palestinos muertos por fuego israel¨ª en la misma fecha. As¨ª es, pero ?qui¨¦n es el culpable? El efecto de mercado obliga incluso a los terroristas a planear sus atentados calculando con cuidado coincidir con los telediarios. Si los muertos no se mercantilizan adecuadamente corren peligro de devoluci¨®n. Error ruinoso de quienes quisieron vender un atentado isl¨¢mico como si fuera etarra, sin contar con los medios adecuados para respaldar la oferta del producto.
Escapar o combatir la "democracia cultural", en cuyo diagn¨®stico coincido con Brossat, requiere medicinas o armas m¨¢s poderosas que las que propone. Por eso, de momento, creo que Zizek est¨¢ m¨¢s cerca de la realidad. Escrib¨ªa hace poco que la ¨²nica propuesta pol¨ªtica razonable es "exigir lo imposible" (Mayo del 68 visto con ojos de hoy). Lo que no podemos saber es cu¨¢nto tardar¨¢ la democracia cultural en convertir lo imposible en pura mercanc¨ªa, si alguna vez le damos forma y contenido. Ni si, en el caso de que se produjera una concreci¨®n pol¨ªtica de lo imposible, podr¨ªamos conocerlo antes de que viniera en los suplementos dominicales.
F¨¦lix de Az¨²a es escritor.
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