La inmunidad y la inercia
Hay algo particularmente antip¨¢tico en la figura de todo artista que, con mayor o menor merecimiento, disfruta de esa aureola de inmunidad que le otorga el consenso general sobre su condici¨®n de cl¨¢sico en activo. Tomemos a Claude Chabrol como paradigma: el n¨²mero de t¨ªtulos notables que respalda su trayectoria podr¨ªa equiparse al de t¨®picos cr¨ªticos que inspira cada uno de sus ¨²ltimos trabajos. El cineasta ha rebasado esa l¨ªnea a partir de la cual un Chabrol es siempre un Chabrol, completamente liberado de su vieja potencialidad desestabilizadora para inspirar un modelo de elogio automatizado que, en ocasiones, llega a reciclar lo extracinematogr¨¢fico como bondad art¨ªstica. Hay quien, por ejemplo, ve con buenos ojos -incluso con admiraci¨®n- que el cineasta elija sus localizaciones usando como br¨²jula su apetito de gourmet. Ante semejante tesitura, alguien tendr¨ªa que estudiar la relaci¨®n entre el mal cine y el catering deficiente. Viejo zorro y veterano infatigable, Chabrol ha llegado a ese punto en que el cine es m¨¢s una forma de vida, una inercia o una terapia ocupacional que un arte o un oficio: todo lo que sale de sus manos tiene una impronta reconocible, pero no es menos cierto que los porcentajes de brillantez o excelencia fluct¨²an... como, por otra parte, deber¨ªa ser natural.
UNA CHICA CORTADA EN DOS
Direcci¨®n: Claude Chabrol.
Int¨¦rpretes: Fran?ois Berl¨¦and, Ludivine Sagnier, Mathilda May,
Beno?t Magimel, Valeria Cavalli.
G¨¦nero: comedia. Francia, 2007.
Duraci¨®n: 115 minutos.
El 25 de junio de 1906, el heredero Harry Kendall Thaw, presa de sus celos patol¨®gicos, asesin¨® en el Madison Square Garden al arquitecto Stanford White, que hab¨ªa tenido un previo affaire con su esposa, la modelo Evelyn Nesbit. El incidente inspir¨® en 1955 la pel¨ªcula de Richard Fleischer La muchacha del trapecio rojo y ahora sirve de sustrato a Una chica cortada en dos, el ¨²ltimo Chabrol, a quien el incendiado tri¨¢ngulo parece importarle poco al articular su burl¨®n retrato de un endog¨¢mico microcosmos de provincias.
Un maduro escritor tranquilamente perverso (Fran?ois Berl¨¦and), un pijo ed¨ªpico y rid¨ªculo (Beno?t Magimel) y una chica del tiempo en una cadena local (Ludivine Sagnier, toda una encarnaci¨®n de lo deseable) recrean el conflicto mientras Chabrol disfruta revelando secretos, mentiras, fatuidades e imposturas de esa Francia de provincias que es objeto de su amor / odio. A este cr¨ªtico le gustar¨ªa poder hablar de estilo invisible, pero sus ojos s¨®lo ven descuido y esa escritura autom¨¢tica que da la rutina. Tampoco puede hablar de fina iron¨ªa: s¨®lo hay caricatura, y su trazo, aunque franc¨¦s, es grueso.
Babelia
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