Woody Allen llena Barcelona de inteligencia
El humor vuelve al cine del realizador
Woody Allen se identifica y lo identificamos con todas las historias que pueden ocurrir en Nueva York. Va a cumplir 73 a?os, edad en la que no te imaginas a nadie, incluidos los artistas, emigrando de sus ra¨ªces para trabajar en lugares lejanos y ex¨®ticos. ?l lo ha hecho para rodar en Inglaterra la angustiosa y densa Match Point y tambi¨¦n la fallida y amorfa El sue?o de Casandra. En ambas nos privaba de lo que mejor sabe hacer, o sea, provocarnos la risa.
Cuando aparece Pen¨¦lope Cruz, s¨®lo tienes ojos y o¨ªdos para su papel
Despu¨¦s de esa repetida inmersi¨®n en la tragedia, Allen viene a Barcelona y se embarca en Vicky Cristina Barcelona, un t¨ªtulo tan raro como mosqueante. Las irrazonables intuiciones me hac¨ªan temer un naufragio, que el universo de Allen no se adecuara a una geograf¨ªa y un ambiente que forzosamente le tienen que resultar extra?os. A los 10 minutos de empezar la pel¨ªcula comienzo a sonre¨ªr y poco despu¨¦s siento la bendita llegada de la carcajada, sensaci¨®n que se va a repetir hasta el final. Salgo alegre del cine y durante la cena volvemos a evocar gags, situaciones, di¨¢logos y personajes. Volvemos a re¨ªrnos, se?al evidente de que nos lo hemos pasado muy bien. Y vuelves a agradecer el lujo de que este se?or tan mayor como incansable siga regal¨¢ndonos una pel¨ªcula todos los a?os, que su prodigioso cerebro, su imaginaci¨®n, su profundo y agridulce conocimiento de los seres humanos y de sus sentimientos no tenga el menor signo de esclerosis.
Vicky Cristina Barcelona es tan divertida como inteligente, tan conscientemente ligera como maliciosa, un cat¨¢logo muy sabio de las cosas que pueden ocurrir en el amor y en el deseo, en los juegos de seducci¨®n entre hombres y mujeres, en la batalla entre las apetencias y las conveniencias.
Que la trama suceda en Barcelona y fugazmente en Oviedo, o que una de las dos descolocadas turistas quiera hacer una tesina sobre la identidad cultural catalana, no es suficiente para que Allen se proponga darnos un curso acelerado sobre las esencias catalanas y asturianas. Es tan p¨¦rfido y le gusta tanto la parodia que se inventa a un sensible seductor, alguien desarmante por la frontalidad de sus propuestas sexuales, que re¨²ne los estereotipos de un macho que puede darse en cualquier lugar de este pa¨ªs. Pasea a sus presas por las Ramblas y por el Parque G¨¹ell, por el Barrio Chino y por la Sagrada Familia, sabe mucho de Gaud¨ª y de Mir¨®, de arte en general, pero sobre todo es consciente de que el vino hace milagros y acorta el camino de la cama. Que las turistas refinadas y pijas tambi¨¦n son muy sensibles a la guitarra espa?ola. Y es un milagro que no las lleve a los toros.
El proceso de acoso y derribo que establece este pintor dotado de pragm¨¢tico sentido del erotismo con una mujer que teme las novedades y las convulsiones y con otra que siempre est¨¢ dispuesta a lo imprevisto y a pagar las resacas del amor, discurre con mordacidad y gracia. Pero el aut¨¦ntico subid¨®n c¨®mico se produce cuando aparece la antigua mujer del chulazo tierno, se?ora racial y disparatada hasta extremos hilarantes. A partir de ese momento se te olvida lo morbosa que es Scarlett Johansson y la elegante hermosura de Rebecca Hall y s¨®lo tienes ojos y o¨ªdos para el sabroso papel que le ha regalado Woody Allen a la aqu¨ª espl¨¦ndida Pen¨¦lope Cruz. Explotando el desgarro, el humor y el ritmo de esta a veces desaprovechada actriz, algo que tambi¨¦n intuyeron y utilizaron admirablemente Fernando Trueba y Pedro Almod¨®var en La ni?a de tus ojos y en Volver. Los combates dial¨¦cticos, r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas, el volc¨¢nico ni contigo ni sin ti que montan entre Pen¨¦lope Cruz y el tambi¨¦n excelente Javier Bardem, tienen capacidad para hacer re¨ªr al espectador m¨¢s glaciar.
Y celebras mucho que Woody Allen siga en buena forma, chispeante, ¨¢gil, contundente. Vicky Cristina Barcelona no es una obra maestra, pero s¨ª una comedia tan vitalista como agradecible.
En la sensible y bien contada pel¨ªcula brasile?a Linha de passe, dirigida por Walter Salles y Daniela Thomas, no hay ning¨²n motivo de risa. Algo imposible en la dura supervivencia en una barriada de S?o Paulo de una mujer y sus cuatro hijos. Refugiados ellos en sus sue?os de f¨²tbol o de religi¨®n, en aclarar un futuro tan negro como su presente. Tampoco existe nada jovial en la pel¨ªcula china 24 City, dirigida por Jia Zhangke, autor de la muy premiada Naturaleza muerta. Aqu¨ª reconstruye los a?os del mao¨ªsmo a trav¨¦s de entrevistas con los sufridos trabajadores de una antigua f¨¢brica de armamento; intenta analizar los brutales contrastes entre la vieja y la nueva China. Pero su encomiable lecci¨®n de historia me resulta bastante tediosa, me desintereso de los dram¨¢ticos recuerdos de esos hombres y mujeres que hablan en planos fijos que no se acaban nunca.
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